Un inédito estudio liderado por investigadoras del CIAE de la Universidad de Chile alerta sobre las condiciones mínimas que deben garantizarse para integrar la IA en contextos escolares sin profundizar las desigualdades. “Los profesores señalan no sentirse preparados para utilizarla”, concuerdan las expertas.
¿Puede la inteligencia artificial ser una aliada en la educación escolar? ¿Están los establecimientos y docentes preparados para usarla con sentido pedagógico? Un nuevo estudio desarrollado por las investigadoras Beatrice Ávalos y María Luisa Arancibia, del Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la Universidad de Chile, indagó en las percepciones de profesores de enseñanza básica y media frente a esta nueva tecnología, revelando importantes brechas y desafíos.
El estudio revela que, aunque existe una disposición e interés del profesorado por aprender y utilizar IA, su incorporación efectiva está limitada por barreras estructurales: carencias de infraestructura y conectividad, ausencia de formación específica, sobrecarga laboral y desconfianza hacia la fiabilidad y pertinencia pedagógica de la IA. El desafío central identificado es que la adopción de estas tecnologías en las escuelas depende más del esfuerzo y el autoaprendizaje de los profesores y profesoras que de una estrategia institucional o de políticas educativas.
“Esto exige que los profesores y profesoras estén preparados para orientar un uso pedagógico y ético de estas herramientas”, afirma María Luisa Arancibia, investigadora postdoctoral del CIAE.
La investigación advierte que la mayoría de las escuelas no cuenta con las condiciones necesarias para una integración pedagógica efectiva de la IA. Lejos de tratarse de un problema estrictamente técnico, las expertas plantean que se trata de un cambio cultural y profesional, donde el rol docente debe estar en el centro.
“Los profesores señalan no sentirse preparados para utilizar la IA con fines pedagógicos y que su uso en las escuelas está frenado por obstáculos concretos: conectividad inestable, falta de apoyo técnico, ausencia de formación específica y sobrecarga laboral que impide explorar nuevas herramientas”, afirman las investigadoras.
Su argumento central es claro: no se trata de falta de interés, sino de condiciones insuficientes. Sin infraestructura adecuada, tiempo protegido y lineamientos pedagógicos, la IA se convierte en una exigencia más que recae sobre el esfuerzo individual, en lugar de ser un recurso que fortalezca la práctica docente y el aprendizaje de los estudiantes.
¿Qué frena el uso educativo de la IA?
De acuerdo a lo estudiado por las expertas, son cinco puntos.
Formación docente deficiente: La gran mayoría de los y las docentes declara no haber recibido ningún tipo de formación sobre inteligencia artificial, ni en su formación inicial ni en capacitaciones recientes. Esto limita su capacidad para usarla con sentido crítico y pedagógico.
Falta de lineamientos institucionales: La ausencia de marcos normativos claros genera incertidumbre respecto a cómo, cuándo y para qué usar estas tecnologías en el aula.
Brechas tecnológicas persistentes: La infraestructura digital sigue siendo un obstáculo grave, especialmente en establecimientos con menos recursos. Problemas de conectividad, acceso desigual a dispositivos y falta de soporte técnico restringen cualquier intento de innovación.
Escaso acompañamiento pedagógico: Los docentes no cuentan con asesorías ni referentes internos que los guíen en el uso reflexivo de IA, lo que alimenta la sensación de aislamiento frente a un fenómeno complejo.
Culturas escolares conservadoras: En muchos establecimientos, la IA no se discute como tema educativo. Persiste una mirada reduccionista, centrada en automatización de tareas, sin análisis crítico de sus implicancias formativas.
Condiciones para avanzar
Ante este panorama, las investigadoras proponen cinco condiciones urgentes para una integración real y equitativa de la inteligencia artificial en la educación:
- Políticas institucionales claras y adaptadas al contexto de las escuelas
- Formación continua y situada para docentes, con foco en lo ético y pedagógico.
- Garantía de infraestructura digital equitativa.
- Presencia de equipos de apoyo técnico-pedagógico en cada comunidad escolar.
- Fomento de culturas escolares abiertas a la innovación, colaboración y reflexión.
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“Cuando estas condiciones están garantizadas, la IA puede liberar tiempo para la planificación creativa, ampliar estrategias didácticas y reforzar la capacidad del docente como mediador del aprendizaje”, asegura Arancibia.
El estudio concluye que la inteligencia artificial no sustituye el rol docente, pero sí lo transforma. Para que esta transformación no aumente las brechas ya existentes, es indispensable una respuesta coordinada desde las políticas educativas, los liderazgos escolares y la formación profesional.
“La IA en educación solo será un aporte real si fortalece el rol docente, se usa con criterios éticos y se apoya en condiciones habilitantes que garanticen equidad y sentido pedagógico en el sistema escolar chileno”, comenta la investigadora postdoctoral del CIAE, María Luisa Arancibia.