| Por Roberto Montoya | Yo el cura Jorge, el Francisco del mundo, el amigo de los marginados!

No!, no era solo una monja… era mucho mas que eso!

Ella representaba a los pobres, a los marginados, a las minorías sexuales, a los feriantes, a los cartoneros, a los migrantes, pero por sobre todo ella representaba a los detenidos desaparecidos asesinados por la Dictadura Argentina y la Operación Cóndor en Sudamérica.

La mochila que cargaba en su espalda aquella monja argentino-francesa, estaba llena de esperanza, dolor y dignidad.

Geneviève-Josèphe Jeanningros de 82 años, la amiga del Padre Jorge, el Francisco del mundo, es sobrina de otra monja, Leonie Duquet, torturada brutalmente y desaparecida en el Centro Clandestino de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) durante la Dictadura Militar Argentina.

Leonie Duquet, su tía monja, secuestrada junto a su compañera Alice Dumon en diciembre de 1977 sufrieron juntas el horror a manos del operativo de la Iglesia de la Santa Cruz.

La orden emanada del alto mando de la miserable Dictadura Cívico Militar Argentina tenia como objetivo acabar definitivamente con cualquier actividad que ellos consideraran subversiva… es así como esta operación militar también se llevo la vida de otras mujeres, Esther Ballestrino de Careaga, Azucena Villaflor y María Eugenia Ponce de Bianco. A raíz de este cruel hecho de gran impacto mediático, se dio origen a la creación de la histórica Organización de Derechos Humanos «Madres de Plaza de Mayo». Las vueltas de la vida marcarían desde ese momento la vida de Jorge Bergoglio… Esther Ballestrino de 35 años, graduada de Ciencias Químicas y profesora en el laboratorio Hickethier-Bachmann de la calle Azcuénaga, en Buenos Aires, tenía la tarea de revisar los resultados que le entregaban los jóvenes técnicos… Jorge Mario Bergoglio, de 16 años, a quien le faltaban tres para empezar su camino religioso en el seminario y seis décadas para convertirse en el Papa Francisco, era uno de sus estudiantes.

Estos crímenes, al igual que en Chile, dejaban a la vista un modus operandi que se repetía casi calcadamente en ambos países y que se denominarían los «vuelos de la muerte».

Durante el cobarde operativo del 77, las monjas francesas junto a otras activistas fueron llevadas a ESMA (actual sitio de memoria), donde fueron salvajemente torturadas, se les obligó a firmar una carta atribuyendo su secuestro a un grupo de izquierda opositor a la dictadura y a fotografiarse junto a la bandera de la organización Montoneros, pertenecientes al Peronismo Revolucionario para culparlos.

Ese mismo año, fueron encontrados varios cuerpos en las localidades de Santa Teresita y San Bernardo en Buenos Aires. Años mas tarde, en agosto de 2005, un equipo de antropología forense anunció la identificación de los restos de siete personas. Cinco de ellos correspondían a madres de detenidos desaparecidos y 2 de ellos a las mojas francesas.

Los peritajes forenses realizados por los especialistas revelaron que los cuerpos tenían cientos de fracturas, atribuibles caídas de los cuerpos desde una gran altura, pudiendo demostrar a partir de ese minuto la existencia de los denominados vuelos de la muerte.

Geneviève-Josèphe Jeanningros, la monja junto al féretro del Papa Francisco, siempre recriminó la actitud de la Iglesia en Argentina, por su cercanía con las elites de derecha en el poder y con su silencio cómplice ante las graves violaciones de derechos humanos. El Plan Cóndor, terminaba por mostrar el verdadero rostro oculto tras el horror que vivían en los países de Sudamérica millones de personas…la intervención directa de Estados Unidos en el derrocamiento de gobiernos democráticamente elegidos y el apoyo a la instauración de dictaduras militares afines a sus intereses en coordinación con la Escuela de las Américas.

El día que asumió Bergoglio como Papa, Jeanningros le escribió una carta dejándole un numero de teléfono y haciéndole ver su molestia ante la responsabilidad y su complicidad con los crímenes de lesa humanidad cometidos por la Dictadura Argentina. Posteriormente Bergoglio la contactó para reunirse personalmente con ella.

Años después, la amistad entre ambos floreció. La monja Argentino-Francesa le traía regularmente a sus encuentros, migrantes, personas de la comunidad LGTB, trabajadores de las calles, personas sin hogar. Los marginados del mundo con los que Francisco quería interactuar para mostrarles que eran bienvenidos.

Todo cabía dentro de aquella pequeña mochila a la espalda de una anciana religiosa, que saltándose todos los protocolos del Vaticano, se vino a despedir de su querido amigo en su ultimo viaje y a traerle como regalo el amor, la gratitud, la dignidad de los pobres y marginados y el recuerdo eterno de todos los detenidos desaparecidos de la Argentina.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Roberto Montoya – Psicoterapèuta Clínico, Miembro de la Asociación de Hipnoterapèutas de España, Defensor de los Derechos Humanos. Coordinador internacional Fundación Diario La Razón.

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