Una sorprendente resolución del Consejo de Seguridad de la ONU instó a un cese al fuego inmediato en Gaza. Fue insólita la abstención de EEUU, gran aliado de Israel. Netanyahu criticó a Washington por no haber vetado la resolución que, de todas maneras, es muy ambigua, pues da un plazo de solo dos semanas, que concluye con el fin del Ramadán.
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Después de casi seis meses de catástrofe humanitaria en Gaza, el Consejo de Seguridad de la ONU (CS-ONU) resolvió un «cese al fuego inmediato» para las dos semanas que quedan del mes lunar de ayuno islámico del Ramadán.
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En esta ocasión, el Gobierno de Biden, bajo presión doméstica y foránea, fue orillado a abstenerse, en contrapunto a múltiples resoluciones que había vetado anteriormente.
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La resolución demandó la liberación de los rehenes capturados por la guerrilla sunita Hamás.
Linda Thomas-Greenfield, embajadora de EEUU en la ONU, interpretó la resolución como «no vinculante (nonbinding)», mientras que la mayoría del CS-ONU consideró que sí es «vinculante (binding)».
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Asombró la inédita abstención de EEUU, principal aliado de Israel, que había vetado en múltiples ocasiones las anteriores resoluciones que iban en el mismo sentido de un inmediato cese al fuego, debido al genocidio en curso y a la apocalíptica catástrofe humanitaria que sufren en general los palestinos de Gaza, hoy prácticamente destruida, y, en particular, los 1,4 millones hacinados, hambrientos, sedientos y enfermos en Rafah, ciudad fronteriza con Egipto.
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Global Times, portavoz oficioso del Partido Comunista Chino en el poder, aduce que «la decisión de EEUU de abstenerse, que se tomó bajo presiones tanto domésticas como internacionales, no representa un cambio fundamental en la política de Washington hacia Israel y su posición sobre el conflicto palestino-israelí».
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La abstención de la Administración Biden tuvo mucho que ver con el horizonte electoral del primer martes de noviembre, cuyo destino presidencial muy probablemente se juegue en seis «Estados volátiles (swing states)», entre ellos Michigan y Minesota —respectivamente con 15 y 10 «votos electorales»—, donde la base del Partido Demócrata se ha rebelado contra Biden debido a su flagrante proclividad en favor de Israel, a quien no ha cesado de abastecer generosamente con armas y municiones que han contribuido al apocalipsis palestino en Gaza.
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Asimismo, el virtual candidato presidencial Trump, después de la monstruosa declaración «inmobiliaria» de su yerno Jared Kushner —que proyecta realizar negocios inmobiliarios en las muy cotizadas playas de Gaza, sin contar los pletóricos yacimientos de gas frente a sus costas, después de «concluir la tarea» en Rafah y trasladar alrededor de 1,5 millones de civiles palestinos al desierto de Néguev—, a sabiendas de que el resultado de la elección presidencial se juega en los seis «Estados volátiles», se desmarcó del Gobierno de Netanyahu y realizó una estridente declaración al portal Politico, criticando el «grave error de Israel» en Gaza al quedarse aislado a escala planetaria debido a tanta destrucción.
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Pero nada ni nadie detiene al Gobierno de Netanyahu, que se autojuzga inimputable y cada vez más se encapsula en una suicida política autista que choca con la conciencia universal.
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Pareciera que el Gobierno de Netanyahu, apuntalado por el 90% de la población israelí que desea el exterminio de Hamás, indisociable del devenir palestino, recurre al complejo Masada: el último reducto de la secta extremista Sicarii (de donde proviene el término ‘sicario’) de los zelotes en Judea, que resistió y luego sucumbió a las tropas del emperador Tito tres años después de la caída de Jerusalén, en 70 d.C.
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Aislado en su Masada diplomática del siglo XXI frente al deseo humanitario de la aplastante mayoría del planeta, el canciller Israel Katz, en desacato a la resolución 2728 del CS-ONU, declaró que «el Estado de Israel no cesará el fuego. Destruiremos a Hamás y continuaremos luchando hasta el regreso a su hogar de todos los rehenes».
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En el mismo tenor, Netanyahu canceló abruptamente la visita de una delegación israelí a Washington que tenía la tarea de planificar la operación militar para la captura de Rafah con el mínimo de afectados civiles palestinos.
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Luego, en una voltereta espectacular que marca el grado de tensión entre Israel y EEUU, Netanyahu optó por enviar a dos cercanos colaboradores para concretar una nueva reunión la semana entrante en Washington sobre el futuro de Rafah.
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El Gobierno israelí pretende ilusoriamente que la destrucción de Hamás pasa por la captura de Rafah, cuando en realidad una sustancial parte de la guerrilla sunita palestina sigue esparcida tanto en el centro como en el norte de Gaza, desde donde siguen disparando misiles contra ciudades de Israel.
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Es un truismo aseverar, como la gran mayoría de los conocedores de la guerra de Israel contra Hamás en Gaza, que han sido destruidos mínimamente los famosos túneles, donde supuestamente se resguarda la guerrilla palestina sunita.
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El problema de la ocupación de Gaza por el Ejército israelí radica en que ha expuesto la «doble cara» de la política exterior de EEUU que, por un lado, suministra el arsenal bélico de Israel —con el que el Gobierno de Netanyahu ha perpetrado el Apocalipsis palestino— y, por otro lado, pretende aliviar el sufrimiento de alrededor de 1,5 millones de civiles en Rafah mediante una falsa «ayuda» con bizarras coreografías, que van desde la construcción de un puerto con su muelle hasta la creación de «islas terrestres humanitarias».
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El ministro de Seguridad(sic) israelí Ben Gvir —un genuino sucesor de los zelotes sicarios de la fortaleza de Masada del año 73 d.C.— quien promueve el neocolonialismo de los asentamientos ilegales de israelíes en el territorio palestino de la ocupada Cisjordania, espetó que «Biden prefiere alinearse con Sinwar y Tlaib que con Netanyahu».
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The Times of Israel elucida que «Yahya Sinwar es el líder de Hamás, del operativo del 7 de octubre» y la representante estadunidense Rashida Tlaib es miembro del Squad, grupo progresista del Partido Demócrata.
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El zelote Ben-Gvir comentó al New York Times, rotativo eminentemente proisraelí, que Biden «se equivocó enormemente» en sus intentos de presionar a Israel.
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Sucede que el Gobierno de Netanyahu no entiende en su extremo solipsismo que su genocidio en Gaza afecta e infecta la campaña presidencial de Biden.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Alfredo Jalife-Rahme– Analista de geopolítica y globalización. Columnista y comentarista en varios periódicos, radios y televisiones internacionales. Profesor de posgrado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en Geopolítica y Globalización. Autor de varios libros. Nombrado por la Red Voltaire de Francia como ‘El principal geopolitólogo de Latinoamérica’.
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