Por Hernán Narbona Véliz | Víctimas de catástrofe exigen mano dura contra delincuentes incendiarios y saqueadores

En diversos medios se ha informado que durante el toque de queda en Viña del Mar, grupos de delincuentes han intentado generar nuevos focos de incendio, en áreas que se habían salvado del fuego. Verdaderas turbas pululando por quebradas han sido perseguidas por los propios vecinos, organizados ante la falta de patrullas militares. La sensación es de inseguridad y desprotección. A un individuo que fue detenido por estar encendiendo fuego, el Tribunal de Garantías, en vez de aplicarle medidas cautelares de prisión, solo lo ha dejado con arraigo nacional, es decir puede seguir circulando y seguir provocando incendios.
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El sentido del estado de excepción vigente, denominado estado de catástrofe, se desvirtúa cuando la fuerza del Estado no se ejerce y el delincuente desafía la legalidad y persiste en su conducta.
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El catastro de muertes como consecuencia de incendios intencionales, es estremecedor, supera el centenar y seguirá creciendo. Pedir la ejecución sumaria de quienes incendien o roben en una catástrofe sería ejemplar y legítimo. La ciudadanía formula preguntas, cada vez que testimonia sobre estas situaciones de riesgo.
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¿Se aplicará Ley Marcial a quienes sean sorprendidos iniciando nuevos focos de incendio?
¿Tendrán los efectivos militares instrucciones claras de disparar a quienes estén saqueando, usurpando la propiedad de damnificados que lo han perdido todo?
¿Habrá claridad en el alto mando del estado de catástrofe, para actuar en forma sumaria contra las bandas de incendiarios y ladrones?
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Si no se ejerce la autoridad, las mafias se impondrán y la exigencia que se escucha en las zonas cero de la emergencia es que exista una real voluntad política de protección a las víctimas de la catástrofe.
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Que las disquisiciones ideológicas no entraben el sentido común, pues, frente al crimen no se puede ser garantista y la flagrancia amerita aplicar la fuerza de las armas a los malhechores. Una autoridad débil es inadmisible.
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LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Hernán Narbona Véliz– Periodista.