Presentan resultados de estudio que analizó la Canasta Básica Familiar Sin Gluten

  • Indagación realizada por el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile y la Corporación de Apoyo al Celiaco (COACEL) arrojó que los panes/cereales y bebidas muestran las mayores diferencias de precio (279% y 146%, respectivamente) y que un salario mínimo cubre el costo de 5,2 y 3,3 Canastas con y sin gluten, respectivamente. El trabajo plantea además que la Canasta Básica Sin Gluten tiene una pobre calidad nutricional en comparación a una canasta regular y que el Estado debe implementar un programa de fiscalización sobre el uso de logos que indican cuando un producto es «sin gluten».

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Evidenciar cómo afecta la post pandemia a las familias más vulnerables que dependen de la Canasta Básica cuando esta debe ser, además, «sin gluten». Este fue el objetivo de la indagación encabezada por el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile y la Corporación de Apoyo al Celiaco (COACEL).

Según explica la académica del INTA, Magdalena Araya, la evaluación de la Canasta Básica Sin Gluten (CBF/SG) se realizó en la Región Metropolitana, específicamente en cinco tipos de locales de venta, desde supermercados a negocios de barrio, en cuatro sectores de distinta prioridad social. Dentro de los principales resultados, el estudio demuestra que la CBF/SG tiene mayor costo que la Canasta regular: los panes/cereales y bebidas mostraron las mayores diferencias de precio (279% y 146%, respectivamente), mientras que las salchichas y carnes fueron las de menor variación (186%).

La Canasta Básica Sin Gluten, además, representa un 30,1% del salario mínimo, 10,7 puntos porcentuales más que el de la Canasta regular. En otras palabras, un salario mínimo cubre el costo de 5,2 y 3,3 Canastas con y sin gluten, respectivamente. Si proyectamos estos porcentajes al salario mínimo de hoy, la diferencia es de más de $50 mil pesos. «Esto quiere decir que si dentro de una familia en situación de vulnerabilidad hay un miembro con enfermedad celíaca debe destinarse un tercio del ingreso familiar para cubrir su alimentación», explica Virginia Estévez, nutricionista y Magíster en Nutrición y Alimentos del INTA y coordinadora de Seguridad Alimentaria de COACEL. De esta manera, agrega, ello significaría una restricción de gastos en otros rubros o que el enfermo no siga estrictamente la dieta, lo cual tiene consecuencias graves en su salud.

Un resultado relevante también es que la CBF/SG mostró una pobre calidad nutricional, proveyendo 5% menos energía, 26% más de grasa y 25% menos proteínas que la canasta regular. «El menor aporte de proteína tiene relación con el limitado uso de ingredientes, pues el trigo se reemplaza por ingredientes como harina de maíz, de mandioca o de arroz, que son pobres en este macronutriente», detalla Virginia Estévez. La investigadora plantea, por otra parte, que han aparecido en el mercado productos fabricados con harinas no convencionales que entregan un mejor aporte proteico, pero que ello incrementa inevitablemente su precio.

Otro aspecto nutricional que está en falta es la fortificación de micronutrientes. Conforme al artículo 350 del Reglamento Sanitario, todas las harinas y subproductos, incluyendo los libres de gluten, deben fortificarse con vitaminas y minerales como tiamina, hierro, ácido fólico, vitamina D, entre otras. «Sin embargo, las harinas ‘sin gluten’ -en general- no están fortificadas y la declaración es escasa en todos los productos panificados sin gluten. Tanto en macro como micronutrientes, es urgente que se implemente la fiscalización de los productos sin gluten, tanto para verificar su condición sin gluten como para asegurar la fortificación».

El estudio identificó también que las personas de comunas con alta prioridad frecuentemente deben trasladarse de comuna para abastecerse de la canasta sin gluten.

Respecto a la disponibilidad de productos, esta varió entre 22,7% y 42,4%, según la prioridad social del segmento evaluado. Es decir, que personas de comunas con alta prioridad frecuentemente deben trasladarse de comuna para abastecerse de la canasta sin gluten. La profesora Magdalena Araya destaca que, al comparar los resultados actuales con los obtenidos en 2016, la canasta sin gluten «sigue teniendo mucha menor disponibilidad y sigue siendo considerablemente más cara».

«En la primera evaluación era, en promedio, tres veces más costosa que la canasta regular con gluten. En el estudio actual, la CBF/SG es un poco más de dos veces más cara, parecido al resultado obtenido en la primera evaluación», agrega. Indica también que «otra diferencia es que esta vez los costos claramente se diferencian por tipos de alimentos. Por ejemplo, si uno va a las masas, (panes, masas y galletería, pastelería, etc.), cuestan hasta 300 – 500% más caro que en la canasta habitual».

Las investigadoras observaron también que solo 47% de los productos etiquetados «libres de gluten» declaran su condición de sin gluten mediante un logo o frase; los restantes solo son avisados en listados de «alimentos libres de gluten» de asociaciones privadas. Estos resultados despertaron interés y fueron ampliamente comentados en el X Simposio Enfermedad Celíaca y alimentación sin Gluten, organizado en el INTA de la Universidad de Chile.

Otra de las alertas enfatizadas por la académica tiene relación con el rol del Estado en esta materia. «Nos parece que las personas que están dependiendo de la Canasta Básica Sin Gluten deberían tener algún tipo de programa que los proteja. En la gran mayoría de los países, estos existen. En cambio, en Chile, el Estado no da prioridad alguna al problema que enfrentan las personas que tienen una enfermedad celíaca y necesitan tener una dieta especial».