Columna de Juan Rojo | Negatividad como derecho – Negatividad disfrazada de felicidad

Los últimos años, hemos dado significativos pasos en la comprensión e importancia de la salud mental. Las nuevas generaciones políticas han puesto el tema en el centro del debate, por lo que se han dado pasos de gran envergadura en lo institucional, cuestión que en otra época era impensado.
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Sí bien, la actual política pública en torno a la salud mental trabaja en su educación, prevención, promoción y contención respecto de los trastornos que afectan lo psíquico, haré referencia a Byung-Chul Han quien plantea que “las enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno de déficit atencional (TDAH), el trastorno límite de personalidad o el síndrome del desgaste ocupacional conocido en inglés como burnout; o coloquialmente: del trabajador quemado. Estas enfermedades no son infecciones, no son infartos ocasionados por la negatividad de lo otro inmunológico, sino por un exceso de positividad” dice, es decir, un exceso de éxito, un exceso por cumplir las metas laborales.
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Quiero ser explícito: mi reflexión abarca a un sector de la población que cuenta con los medios culturales y socioeconómicos para evitar ser un/a trabajador/a quemado.
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Vuelvo a lo que nos convoca y, aprovechando el espacio, me atrevo a confesar mi propia realidad psicosocial a modo de ejemplo. Durante mucho tiempo, enfrenté grandes desafios laborales y discusiones de proyectos de ley, denuncias ante entidades como Consejo de Defensa del Estado, Contraloría General de República, policías, FF.AA., reuniones con Organizaciones del mundo social. Incluso recibí amenazas de muerte en mi propio hogar, hecho que fue denunciado en su momento a Fiscalía y la PDI se hizo cargo, no obstante, sería ingrato enfocarme en lo malo solamente cuando existe, y en abundancia, de experiencias buenas y gratificantes fruto del trabajo colectivo y que construyeron cimentos fuertes que generaron cambios para el país. Son estas ganancias, estos logros, los que hoy se transforman en un verdadero bálsamo para mi actual sentir psico-emocional.
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Por largos 6 años, mi psiquiatra y no tan sólo ella sino toda mi red de apoyo de salud mental me indicó parar y tomar una licencia psiquiátrica de unos cuantos meses para evitar un colapso. Evitar, de este modo, que la negatividad disfrazada de positividad me hiciera caer y desvalorizar mis éxitos. Sin embargo, el exceso por cumplir y el exceso de vivir en positivo pensando que es un objetivo para lograr las metas tiene un límite, un borde. Ese límite llega cuando ya no somos activos laboralmente y estamos oficialmente desocupados. Cuando la positividad que, constantemente nos distrae y finalmente disfrazamos, es traspasada por negatividad pura y cruda. Cuando da cuenta de un estado patológicamente compungido y las complejidades para el acceso a la salud mental se ven mermadas por la cesantía.
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La positividad se transforma en negatividad y amplifica el malestar psíquico más allá de lo tolerable. Llega, inevitablemente, el momento en que se reflexiona sobre el por qué no nos detuvimos a tiempo. ¿Por qué, entonces, no asumir la negatividad como un derecho? ¿Por qué evitamos asumir activamente nuestro cansancio? ¿Por qué ocultar el temor angustioso tras recibir una amenaza de muerte?
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Cuando bajas del tren que supuestamente lleva al éxito y la positividad, te das cuenta de que tienes realmente un espacio para pausar porque puedes colapsar, pero hablamos de un colapso distinto, complejo, cuando se está desocupado. No estoy realizando un llanto público ni pidiendo auxilio, pues por mi parte, todavía sin previsión social y me encuentre cesante puedo acceder sin dificultad a mi red emocional y profesional de salud mental.
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Lo que intento relevar, con esta reflexión que espero sea colectiva más allá de mi caso, es el derecho a sentir negatividad y querer parar. Revindico que debemos entender la salud mental más allá del discurso, debemos avanzar a una corresponsabilidad entre pares. Apelo a la escucha activa, atender al profesional y detenernos para no colapsar..

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Juan Rojo– Cursó estudios de Psicología y Teología. Es Árbitro Profesional de Fútbol y Técnico en Logística. Fue director de la Revista 95 Tesis de la Pastoral Juvenil de la Iglesia Evangélica Luterana de Chile y Secretario Nacional de la Misma Institución. Actualmente es miembro no activo de la Iglesia Evangélica Luterana de Chile, considerándose un luterano por convicción y política, además de militante de Convergencia Social.

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