«Erradicar a los rivales dondequiera que aparezcan»: la doctrina de EEUU a la que se opone Rusia

En un intento por mantener su nuevo dominio en la escena mundial tras el colapso de la Unión Soviética, EEUU ha empujado a la Rusia moderna a tomar acción en Ucrania, afirmó el columnista de ‘The National Interest’ Samid Basha.
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El conflicto en Ucrania se parece más a la aspiración de EEUU a salvar su dominio en el Mando Europeo de los Estados Unidos que a un solo enfrentamiento de Rusia con el país vecino, indica el columnista de The National Interest. En su opinión, EEUU está librando una guerra indirecta para mantener y aumentar su liderazgo, utilizando la llamada doctrina Wolfowitz de 1992.

«La esencia de esta política hacía hincapié en la superioridad estadounidense a toda costa en el mundo postsoviético y en ‘erradicar a los rivales dondequiera que aparezcan'», explica el autor el fundamento de la doctrina Wolfowitz.

Los acuerdos de defensa, continúa, se han convertido en una piedra angular de la política de EEUU. Tras esa estrategia, los dirigentes estadounidenses monopolizaron inadvertidamente el comercio mundial de armas utilizando tratados. Lo llevó al hecho de que los aliados de EEUU empezaron a perder las capacidades de desarrollar sus propios sistemas de defensa, sometiendo a la dependencia de los equipos fabricados en EEUU, afirma Basha.
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Promesas incumplidas de EEUU

El colapso de la URSS inspiró a EEUU a desarrollar y seguir adelante con la nueva doctrina de Wolfowitz, buscando «silenciar e integrar» a Alemania y Japón en su sistema de «seguridad colectiva dirigido por EEUU». Mientras tanto, el heredero de la URSS, Rusia, en opinión de Occidente, no se consideraba como un competidor geopolítico grave. Tal actitud de Occidente hacia Rusia condujo a que se ignoraran sus gestos de propuestas de paz, así como violaran las garantías que se le habían dado respecto a la ampliación de la OTAN, señala el columnista.
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El autor detalla un protocolo, desclasificado y publicado por el Archivo de Seguridad Nacional, de una reunión entre el presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, y el secretario de Estado, James A. Baker III, en Moscú, durante la cual este último prometió que la OTAN no se ampliaría bajo ninguna circunstancia.
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Basha plantea que, a pesar de las promesas hechas a Gorbachov de que la OTAN no se expandiría hacia el este, EEUU buscaba una posición privilegiada y, más tarde, rechazó las palabras de Baker, aprovechando la formalidad de que las garantías se las daban a la URSS y no a Rusia.
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Esto explica, de acuerdo con el autor, por qué los países del antiguo Pacto de Varsovia fueron bienvenidos a la OTAN. Rusia en aquel tiempo carecía de la potencia, que disponía la URSS, y no era en los ojos de Occidente bastante importante para participar en la toma de decisiones a escala mundial. «No obstante, a pesar de su menor tamaño y esfera de influencia, Rusia seguía siendo considerada un actor clave en los asuntos internacionales», añade.
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Los intentos de Rusia de cooperar

Cuando se produjeron los atentados del 11-S, el flamante presidente de Rusia, Vladímir Putin, tuvo la oportunidad de demostrar que su país estaba dispuesto a cooperar con Occidente en la lucha contra el terrorismo. Influyó también en los antiguos Estados de Asia Central para que abrieran rutas de suministro a Afganistán para la guerra contra el terrorismo de George W. Bush. No obstante, «nunca hubo reciprocidad ni agradecimiento a este gesto por parte de Estados Unidos, que se extralimitó y estableció bases en Uzbekistán y Kirguistán», afirma el autor de The National Interest.
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Se destaca que «los esfuerzos amistosos y el pensamiento innovador» de Putin no llevó a la OTAN y EEUU a dejar su mentalidad de Guerra Fría: la alianza avanzó aún más agresivamente en su ampliación con la incorporación en 2004 de siete países: Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia, recuerda. Tras esta expansión, la OTAN se encontró firmemente a las puertas de Rusia.

«El propio George Kennan, antiguo embajador de EEUU ante la Unión Soviética y arquitecto de la política de disuasión, rechazó la idea de la ampliación de la OTAN y advirtió de sus posibles consecuencias. Afirmó que este ‘error fatal’ podría ‘inflamar las tendencias nacionalistas, antioccidentales y militaristas de la opinión rusa'», nota el columnista

Así, la Conferencia de Seguridad de Múnich en 2007 se ha convertido en un punto de inflexión, cuando Putin «perdió la paciencia ante la arrogancia mostrada por sus homólogos occidentales».
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El autor cita al presidente ruso que declaró que, en su opinión, «está claro que la ampliación de la OTAN no tiene nada que ver con la modernización de la propia Alianza ni con garantizar la seguridad en Europa. Al contrario, es una grave provocación que reduce el nivel de confianza mutua. Y tenemos razón al preguntarnos: ¿contra quién va dirigida esta ampliación? ¿Y qué pasó con las garantías de nuestros socios occidentales tras el colapso del Pacto de Varsovia? ¿Dónde están hoy esas declaraciones? Nadie se acuerda de ellas».
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Consecuencias

Basha subraya que la postura estadounidense de no conceder a Rusia un estatus de paridad llevó a que Putin, así como la gran parte de la élite política rusa, llegaron a la conclusión de que EEUU no tenía ninguna intención de tratar a Rusia de forma responsable y respetuosa.

«El Kremlin se dio cuenta de que Washington no hacía más que llevar a cabo el plan definido en 1992 para imponer su voluntad en el mundo y ‘erradicar a los rivales dondequiera que aparezcan'», añade.

Lo confirmaron las acciones de EEUU en Ucrania que intervino en los asuntos políticos del país bajo el pretexto que se acabaran entrando en la OTAN y en la Unión Europea. Sin embargo, en Ucrania se produjo el Euromaidán.
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Basha concluye que lo que empezó en Ucrania en 2022 «era la única opción para señalar a la alianza transatlántica que Rusia estaba ahora en una posición económica y geoestratégica para resistirse a cualquier expansión ulterior, que Moscú recordaba las promesas incumplidas que Baker hizo a Gorbachov, que las líneas habían saltado por los aires y que la doctrina Wolfowitz no iría más allá».