El Proyecto Amar Migrar nació a mediados de 2021 con la misión de vincularse con decenas de niños migrantes y sus familias a través de un equipo multidisciplinario que busca proteger su infancia y apoyar su proceso de adaptación en Chile.
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Por Alexis Polo González
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Maryelis Pipi llegó a Chile en plena pandemia de COVID-19 junto con su esposo y sus tres hijos desde Venezuela para comenzar una nueva vida en Santiago en 2021. Se instalaron en la comuna de Maipú, al poniente de la capital chilena, donde existen varios campamentos migrantes. Son asentamientos irregulares caracterizados por la pobreza, precariedad habitacional y vulnerabilidad de las familias que los habitan.
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Según el último Catastro Nacional de Campamentos realizado por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, en Chile existen 1.091 campamentos. Eso se traduce en 71.961 viviendas precarias y de ellas, cuatro de cada 10 corresponden a familias migrantes.
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Los tres hijos de Maryelis han formado parte del Proyecto Amar Migrar (PAM), una fundación sin fines de lucro que trabaja con niñas, niños y adolescentes en busca de disminuir las brechas de desigualdad social y educacional en la sociedad chilena.
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«Desde que mis niños van a esa fundación, han aprendido mucho, ellos siempre están atentos a todo lo que necesitemos. Me parece genial que exista esta iniciativa y que se potencie el desarrollo de su infancia», dijo Maryelis .
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La joven explicó que es difícil el proceso de adaptación en otro país, con una cultura diferente. Sin embargo, el PAM le ha permitido a sus hijos que el impacto del cambio de vida «no sea tan grande».
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El mismo año que Maryelis llegó a Chile junto a su familia, Diego González dio comienzo al PAM, proyecto que le ha cambiado la vida a decenas de familias migrantes. «Estamos en un proceso de aprendizaje, este es un proyecto reciente. Tenemos la categorización de fundación sin fines de lucro a partir del mes de febrero [de 2022], pero es algo que se viene gestando desde principios del 2020 y finales del 2019, de forma individual», dijo González.
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En 2017 González comenzó a colaborar como docente voluntario en la fundación Servicio Evangélico Migrante, donde dio clases de español a migrantes haitianos y más tarde hizo su práctica profesional en la Oficina Migrante de la Municipalidad de Maipú. «Ahí me empiezo a involucrar más con las causas de la necesidad, de los desafíos que tienen las personas migrantes cuando llegan a Chile, el contexto también en el que viven».
«La migración, ese tema que estaba en boca de todos, y los medios de comunicación, llámese canales de televisión, contribuyen a generar una visión negativa de lo que es la migración. Siempre se enfocan en las personas adultas, entonces estaban dejando de lado un foco de trabajo muy importante para el futuro en el presente, que es la niñez migrante», dijo el fundador de PAM.
Voluntarios y un vínculo integral
González contó que las redes sociales sirvieron mucho para dar a conocer su trabajo en el PAM. Gracias a ello, comenzaron a llegar los primeros voluntarios al proyecto. Hoy son más de 100 de colaboradores en equipos de tutorías, trabajo social, psicología, comunicación audiovisual, diseño, jurídico, que trabajan en pos de proteger la infancia de los niños migrantes.
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El equipo de tutorías realiza el trabajo en terreno, de acompañamiento al niño en su proceso educacional y de aprendizaje integral. El equipo jurídico entrega orientaciones de migración, trámite migratorio, visa temporaria, visa definitiva, permiso de trabajo.
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«Es muy importante el equipo jurídico, porque también entrega asistencia legal en los casos de vulneración de la niñez. Está vinculado también con la Oficina de Protección de los Derechos del Niño. El equipo de psicología, apoyo y desarrollo en habilidades psicoemocionales, también involucra a padres y la comunidad, haciendo vínculos para que finalmente el niño tenga un apoyo integral en su proceso de inserción», agregó.
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El proyecto está focalizado en los campamentos de la comuna de Maipú: Vicente Reyes, Luna de Haití, Fe y Esperanza y la Toma Latinoamericana. En ellos, la fundación se ha vinculado con 60 niños de forma directa e integral.
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«Hacemos el vínculo con la familia, con el centro educacional, el centro de salud familiar, y se hace un seguimiento finalmente del proceso de crecimiento del niño», dijo González.
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El joven comentó que han realizado actividades de un impacto mayor, en las que incluso han logrado llegar a más de 200 niños.
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«Un trabajo duro»
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El trabajo realizado por el PAM se financia con los aportes monetarios voluntarios de personas naturales, es decir, no hay empresas de por medio.
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«No tenemos un aporte que sea 100% seguro en el tiempo y menos que se mantenga. Ahora estamos con saldo 0 y justo se nos junta con diciembre, un mes de harto gasto, porque está la Navidad para los niños y la actividad de cierre de fin de año», dijo González.
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Por ello, el PAM tiene una campaña constante de recolección de artículos escolares, dulces e insumos necesarios para materializar actividades, eventos puntuales o donación de dinero.
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«Es un trabajo duro que no lo hace cualquier persona, el andar consiguiendo recursos o algo por el estilo. Y ahora estamos en campaña de eso, con la intención de seguir materializando el trabajo, lo que queda de año y el próximo año», finalizó González.