El gobernador de Texas, Greg Abbott, firmó una orden ejecutiva para designar como «organizaciones terroristas» al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y al Cártel de Sinaloa, los dos grupos criminales con mayor presencia en México.
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Esta postura no es nueva.
La medida del mandatario estatal, militante del
Partido Republicano, es paralela al llamado que hizo el expresidente de Estados Unidos,
Donald Trump, en 2019, cuando ocurrió la masacre de algunos integrantes de la
familia LeBarón, de origen estadounidense, en el estado mexicano de Sonora.
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Greg Abbott acusa a estas fuerzas criminales mexicanas de causar la muerte de miles de estadounidenses por
trasegar fentanilo desde
México a
Estados Unidos. La intención de implicar a los cárteles mexicanos de la droga, dice, tiene como objetivo endurecer las políticas de seguridad de
Texas, un estado donde se celebrarán elecciones el 8 de noviembre. Abbott buscará reelegirse. Su rival es el candidato del Partido Demócrata, Beto O’Rourke.
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En conversación con el periodista mexicano especializado en crimen, Óscar Balderas, y con el experto en estudios México-Estados Unidos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Juan Daniel Garay Saldaña, para analizar los alcances y las implicaciones en México que tendría esta postura declaratoria terrorista de parte de Texas.
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Terrorismo y narcotráfico: ¿totalmente distintos?
Garay Saldaña asegura que se trata de actividades totalmente distintas pese a que, en varias ocasiones, se ha intentado ligarlas, sobre todo a partir del ataque contra las Torres Gemelas de Manhattan, perpetrado el 11 de septiembre de 2001, un hecho que desató una política en la que Estados Unidos ha tratado de implicar a México, sin éxito.
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El terrorismo reivindica una ideología, no sigue un programa económico: busca generar presión contra los Gobiernos mediante el miedo, principalmente inducido entre los ciudadanos, apunta el especialista. En cambio, dice, el narcotráfico es eminentemente económico y forma parte del crimen organizado trasnacional.
«Sí, en algunas ocasiones hay algunas similitudes en cuanto a sus métodos, sobre todo por la violencia que se ejerce, pero no podemos de ninguna manera vincular ambos fenómenos. [El gobernador de Texas] no tiene ningún tipo de sustento ni legal ni político para vincular ambas problemáticas», explica el investigador de la UNAM.
En contrasentido, el periodista Balderas considera que
hay similitudes entre el narcotráfico y el terrorismo. Una de ellas es que ambas actividades
dirigen su violencia hacia personas no combatientes.
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Si bien la definición de terrorismo en el criterio estadounidense le atribuye motivaciones políticas, de las que carece el narcotráfico, esta fuerza criminal sí ejerce una violencia contra grupos no armados, apunta Balderas.
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Los
grupos criminales mexicanos, ejemplifica, no buscan destruir al Estado mexicano, sino que se sirven de él y requieren de una clase política cómplice que faculte, en los hechos, sus operaciones; es decir, no tienen una agenda política reivindicatoria de un programa administrativo que sustituya al existente.
«Los grupos criminales en México no son terroristas si vemos el fin de sus acciones, pero si vemos los medios, entonces sí que pueden ser agrupaciones terroristas por los métodos o los medios comisivos que utilizan [como la propaganda de terror o el control territorial], considera el periodista.
Además, asegura que el terrorismo es un concepto muy maleable que cada Gobierno ajusta a sus intereses. Por ejemplo, el Buró Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés) lo describe como los actos criminales y violentos cometidos por grupos o individuos en busca de objetivos ideológicos a raíz de influencias políticas, religiosas, sociales o raciales.
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Presionar a México y seducir electores
Pese a estas posibles inconsistencias conceptuales y políticas, Abbott busca, con su declaratoria en contra de los cárteles mexicanos, ejercer presión en una zona fronteriza compleja que atraviesa condiciones críticas por el trasiego de fentanilo, práctica en la que el narcotráfico del país latinoamericano ha tomado un rol dominante para su distribución y producción, considera Garay Saldaña.
«Texas está buscando presionar al Gobierno mexicano para que se involucre más en esta situación [de controlar a los cárteles del crimen organizado]», expone el experto de la UNAM.
Ambos especialistas coinciden en que, además, la decisión de Texas está pensada para conquistar a los electores texanos, de cara a los comicios locales a celebrarse en poco más de un mes.
«Abbott está muy pegado en las encuestas con Beto O’Rourke, su contrincante demócrata, y yo creo que, más bien, está apelando a un voto duro. Es más una forma de decir que él tiene una mano dura en la frontera, que él va a hacer todo lo posible para exterminar estos grupos criminales que envían fentanilo y que han creado una crisis de salud pública», apunta Balderas.
El
voto republicano se ha quedado huérfano del discurso de mano dura que empleaba el expresidente
Donald Trump, por lo que
la posición del mandatario texano podría satisfacer este apetito del grupo conservador local, afirma.
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¿Injerencia de EEUU en territorio mexicano?
El estudioso de la relación México-Estados Unidos estima improbable que la decisión de Texas contra el CJNG y el Cártel de Sinaloa tenga un matiz injerencista en el país latinoamericano, dimensión que sí se adquiriría si la reivindicara el Gobierno federal estadounidense, encabezado por Joe Biden.
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«Es una cuestión más de discurso, de llamar la atención», califica el académico de la UNAM. Balderas coincide en que luce improbable que Texas movilice fuerzas de seguridad para violar el espacio territorial mexicano, pues la relación binacional tiene fuertes vínculos comerciales que frenan ese tipo de iniciativas.
«Lo más probable, por ejemplo, es que entonces vengan sanciones económicas, investigaciones sobre cuentas bancarias, personas de interés, incluidas más personas en la lista OFAC (Office of Foreign Affairs Control), la lista del Departamento del Tesoro, la llamada ‘lista negra’ para que no se hagan negocios con ellos. Eso es mucho más factible», describe.
Un problema de estos castigos financieros, explica Balderas, es que dan carácter de cómplices a quienes entregan dinero a los grupos criminales, lo que podría afectar a las personas migrantes que pagan a los traficantes de personas de la delincuencia organizada para ingresar a Estados Unidos.
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De ese modo, esta clasificación financiera punitiva permitiría a la nación norteamericana hacer una frontera aún más hostil para los migrantes, todavía más estricta con los mexicanos.
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La posición de Biden ante los «cárteles terroristas»
Aunque podría resultar atractivo en términos electorales, el estudioso Garay Saldaña descarta que el presidente Joe Biden se sume a la estrategia del gobernador texano.
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«No tiene sustento, no tiene lógica, probablemente sí condenen o busquen abordar el tema, pero desde su dimensión tradicional, que es el tema de la seguridad bilateral y la crisis del fentanilo, ahí sí pudiera darse algún tipo de respuestas», apunta.
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Balderas, en tanto, recuerda que en la presentación de su orden ejecutiva, el gobernador Greg Abbott dijo que acompañaba su decisión de una carta dirigida a la Casa Blanca para sumarse a su estrategia. Sin embargo, estima que será desestimada.
«Joe Biden no tiene ningún incentivo ni político ni electoral para que esto suceda, no es un tema que en este momento esté en la discusión de Estados Unidos», asegura el periodista.
Los cárteles de México no figuran, por ahora, en la discusión pública nacional estadounidense, por lo que la postura del mandatario texano no rebasa la dimensión local, afirma.
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Balderas cree que, lo que realmente sucede, es que el Partido Republicano busca promover su voto duro mediante un discurso del miedo, «diciéndoles que, si no se avienta casi una bomba nuclear en México, entonces está en riesgo la gobernabilidad del estado».
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Sin embargo, el periodista no descarta que seguir alimentando el discurso de la peligrosidad de México alcance a convencer a algunos demócratas de sumarse a la estrategia en busca de no perder algunos votos.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Samuel Cortés Hamdan – Licenciado en literatura por la UNAM, comencé a hacer periodismo en el diario Reforma en 2015. Cofundador de la revista cultural Altura desprendida, me interesa escribir sobre la Ciudad de México, América Latina y sus historias artísticas y políticas. He publicado en espacios como la Revista de la Universidad, Esquire México o el Centro de Cultura Digital. Corresponsal en México de Sputnik.