Entrevista al profesor Manuel Canales por resultados del plebiscito: «La falla del proceso es el olvido de la desigualdad»

  • El doctor en Sociología entrega sus reflexiones sobre el amplio rechazo a la propuesta constitucional manifestado en el plebiscito de salida de este domingo 4 de septiembre, resultado que ya había anticipado tras advertir el desvío de la Convención Constitucional del sentir del Estallido Social de octubre de 2019. En esta entrevista, el académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile entrega las razones de este resultado, en qué momento se encuentra el país y lo que viene como proceso constituyente.

Los resultados del plebiscito de salida del pasado 4 de septiembre sorprendieron al mundo entero. El 61,86% de la población chilena rechazó la propuesta constitucional redactada por un grupo de representantes elegidos democráticamente por la ciudadanía, un texto que parecía recoger las necesidades y demandas que exigía el pueblo de Chile ¿Qué pasó entonces? ¿Cómo podemos explicar este margen tan amplio que dejó al Apruebo en un 38,14%? ¿Qué sucede ahora? Estas y otras interrogantes aborda en esta entrevista el sociólogo Manuel Canales.

El académico e investigador del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile ya había advertido de este resultado. En su último libro «La pregunta de octubre. Fundación, apogeo y crisis del Chile neoliberal» (LOM Ediciones), publicado cinco días antes del plebiscito constitucional, advirtió que si bien los avances presentes en el texto redactado por la Convención Constitucional son extraordinarios, «no siguen las prioridades de octubre», pues los derechos económicos y sociales fueron dejados al final de la lista. Este «desvío», plantea, abandonó la razón de clase y olvidó la desigualdad.

¿Cómo interpretar los resultados del plebiscito de salida?

Puede decirse que es como lo mismo que dijo la clase dirigente cuando se le apareció octubre ¿Cómo no lo vimos venir? Y ahora ocurre un equivalente, pero ahora no somos la clase dirigente creyendo que el pueblo es un pueblo conforme y feliz con el orden que le permitimos o les proponemos, sino que ahora, aparentemente con una conciencia crítica y progresista de suyo entonces en pro de los intereses comunes y generales, y también -aunque no se nombrara y eso es parte del asunto- populares, y -sin embargo- la sorpresa es análoga. Tiene que ver con el profundo desconocimiento que hay en la representación política que logró constituirse en el proceso constituyente.

Ese actor político que empieza a tomar forma -digamos como el espíritu de la Constituyente y el talante del gobierno de Boric, esa consonancia refundacional entre comillas- va a ser de una refundación que no era la refundación de la que octubre deja memoria como el pendiente. Octubre no se constituye en la agenda ideológica, es decir, de una propuesta, de una idea de sociedad, una representación de cómo la sociedad debe ser, como sí lo supone el ecologismo o el indigenismo, o el feminismo o el regionalismo, que son respuestas y traen una idea de sociedad.

Octubre no tenía una idea de sociedad. Octubre es pre ideológico. Por eso, habla tan curiosamente con palabras intercaladas del tipo ‘despertar’, ‘dignidad’, pero finalmente sin relato, sin palabra, sin silencio, como un grito y que llega a esas nociones. Yo usé la expresión «entre el silencio y la palabra está el grito», porque lo ocupé también cuando hubo un acontecimiento muy parecido, a otra escala, en los ’80 la protesta era el grito de nuevo. Ni el silencio ni la palabra. No tenía relato, pero sí conciencia profunda de su identidad estructural de ser quienes eran, es decir, de saber en qué parte de la estructura estaban, de en qué escalón del gallinero se encontraban, como primer dato. Y segundo, de lo injusto que era esa situación y los destinos laborales existenciales que eso implica y eso es lo que aborrecen, como el aborrecimiento del orden cotidiano popular chileno, que es el modelo de desarrollo que tenemos y la prosperidad que se pudo dar. Por eso, el tema al final es el modelo de desarrollo.

¿Fueron maximalistas?

El tema no es que hayan sido maximalistas, el tema no es que se hayan pasado tres pueblos, el tema es que se equivocaron de pueblo, se fueron para otro lado. Desarrollaron a plenitud la agenda de propuestas ideológicas. Por eso que el rechazo también vence ahí, porque el rechazo es ideológicamente vacío, mudo. Y el pueblo es ideológicamente difuso y contradictorio e ideológicamente, como toda formación socio cultural, incoherente, ambivalente. Lo mismo detesta el neoliberalismo por los resultados que le implica, que viene entrenado en ese saborcito del jugar y elegir y vencer y capturar una cuota de valor máxima posible y andar jugando a eso todo el rato. Y eso tiene su adrenalina, eso tiene su capacidad de formación de sujeto porque lo entrena, lo lleva a desarrollar esa capacidad, como si fuese parte de él. Es una doma, domesticación, un entrenamiento, una mimesis. Yo lo digo así, nos hacemos mimesis del capital.

Imaginaron que el pueblo chileno era progresista. El pueblo chileno es clasista, dos veces: es un pueblo que rápidamente se identifica en posición de clase y genera un ordenamiento de la realidad tipo octubre; y es un pueblo también clasista en el sentido de que se auto inflinge la discriminación. El colectivo más discriminador por clase social no es la clase media, la clase media es donde hay menos tolerancia a la actitud prejuiciosa, clasista, racista. Porque eso es signo, por lo demás, de la Ilustración y de la educación moderna de y la diferencia de clases que ahí se manifiesta. Creyeron que el pueblo era el pueblo que imagina el ciudadano ilustrado de una sociedad que nunca se modernizó ni se democratizó de ese modo. Tienen que asumir que las clases medias que tenían esa tarea histórica no se la dieron, fracasaron también. No democratizaron ni formaron al sujeto moderno nunca. Pasamos del fundo al neoliberalismo con un tiempo de sujeto revolucionario absolutamente inconsistente, toda vez que luego tuvo que rehacerse y rearmarse como el sujeto neoliberal. Y lo hizo y se entrenó cuarenta años y lo aborrece porque lo quiebra. Y ahí estamos. La pregunta es finalmente por eso, por el modelo de desarrollo que ahora hace crisis.

En el fondo, la Convención Constitucional no logró traspasar a las palabras correctas este grito de la sociedad. Finalmente no lo supo traducir, no lo supo leer…

Y le puso una palabra que no era la que ese grito anunciaba. Ese grito iba en una dirección distinta a la palabra que lo intentó codificar. Es una codificación en clave de derecho humano universal, del no autoritarismo y la no discriminación: del derecho al aborto, la paridad o la plurinacionalidad, etc. Todos asuntos, por lo demás, de una razonabilidad indiscutible. Creo que ese fue el desvío, como le llamo en el libro. Hubo un desvío desde la razón concreta de clase, cuya prioridad habría sido el tratamiento de los derechos económicos y sociales, asunto que quedó propiamente para el último.

Esa sistemática postergación de lo que siendo también derecho humano, a igual título que todo lo demás, tiene además la particularidad que los demás no, de conectar directamente con un interés de clase, es el tema de la salud: un tema de derecho humano que le importa a las clases populares, porque el tema de la salud digna no es de quienes están en las isapres. Entonces, cuando hablamos de eso, hablamos de derechos humanos y hablamos de clases. Cuando hablamos de clase, le decimos al sujeto popular «de usted estamos hablando», porque finalmente la demanda de octubre es una demanda de clase, no del género humano.

Quisieron o se dio el caso que la energía de un pueblo que grita como clase y denuncia lo invivible, lo que corta, lo que quiebra, esa energía social fue depositada, por así decirlo, referida a un proyecto de declaración de una voz muy articulada en la razón general. Con lo que, por lo demás, tiene de terapia casi que este país se escuche en todas las barbaridades en que venía soportado, por género. Respecto a la etnia, siempre que había respecto, pero que no puede darse por descontado que pueblo y lo popular y los intereses populares se reconozcan allí porque, por lo pronto, no tienen por centro los intereses populares. Y segundo, porque en esos temas el pueblo chileno viene formado en la matriz autoritaria discriminatoria y ha sido un largo camino popular el írsela sacando.

¿Y cómo ponernos de acuerdo ahora? ¿Cómo nos rearmamos como sociedad en un escenario de incertezas?

Lo que sí está claro es que la pregunta es octubre. Estamos en estado de pregunta. El rechazo nos dejó en estado de pregunta. Octubre nos dejó en estado de pregunta. Estamos oscilando. La sociedad no sabe dónde detenerse. El triunfo del rechazo no es ningún regreso a ninguna normalidad, continúa el movimiento. Si alguien cree que en este modelo de desarrollo, con estos empleos, con estas biografías que se obligan, con esa matriz productiva que les va tan bien, metiendo cuerpo, metiendo sol y metiendo piedra. Si creen que con eso van a generar una conformidad permanente…

Octubre soltó una esperanza, que se disipa un poco en este rechazo. La esperanza era un camino de posibilidad, pero no vale apenarse de más. Esto es simplemente porque se falló, se equivocó el camino. Pero si pudiéramos escuchar el habla popular en su propio afirmarse, encontraríamos modos de avanzar muy rápido, asunto que. por lo demás, todo ese progresismo tampoco tematiza, por ejemplo, la desigualdad. Para mi juicio, todo lo que explica el proceso y su falla es el olvido de la desigualdad.

La desigualdad basal la pasaron por alto…

Porque no quieren hablar de la estructura y toca la discusión ideológica. Necesitamos un nuevo modelo de desarrollo. El grito de octubre fue un grito refundacional. Es a lo que hay que volver y en lo que creo que tiene la posibilidad, sí que podemos seguir en este camino. Tiene que haber un modelo de desarrollo donde una clase dirigente entienda que no hay dos tipos de chileno y que los puestos de trabajo que va a generar también puedan ser para sus hijos, como en Estados Unidos, en cualquier país decentemente capitalista. Pero no olvidar que hay que partir desde el pueblo, con el pueblo, no imaginando un pueblo que no son, conociendo al pueblo.