El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, protagonizó un polémico episodio en el Parlamento de su país al despedirse entre abucheos y con una frase de la saga ‘Terminator’.
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«¡Hasta la vista, baby!». Esas fueron las palabras del líder conservador durante su última comparecencia parlamentaria, en la que, sin embargo, fue aplaudido por algunos integrantes de su partido.
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Pese a los escándalos mediáticos que ha enfrentado en los últimos meses y que lo llevaron a renunciar a su cargo, Boris Johnson aseguró que, durante su gestión, se hizo todo lo posible para enfrentar desafíos como la consolidación del Brexit, el combate a la pandemia de COVID-19 y hasta la ayuda a Ucrania.
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«Hemos ayudado, yo he ayudado, a sacar a este país de una pandemia y a salvar a otro país de la barbarie. Y, francamente, eso es suficiente para seguir adelante. Misión ampliamente cumplida», comentó el todavía primer ministro de Reino Unido.
«Quiero dar las gracias a todos los presentes. Gracias a la presidenta del Parlamento, a todo el increíble staff, a todos mis amigos y colegas. Quiero agradecerles a mis rivales y a todos los que están aquí y… ¡Hasta la vista, baby», sentenció Boris Johnson.
🇬🇧 | "¡Hasta la vista, baby!" Así se despide Boris Johnson en la Cámara de los Comunes, en su última sesión de control como primer ministro británico: pic.twitter.com/nhAUB3kudS
— Alerta Noticiera (@AlertaNoticiera) July 20, 2022
Originalmente, la frase «Hasta la vista, baby» pertenece a la película Terminator 2: Judgment Day, estrenada en 1991 y protagonizada por el actor estadounidense Arnold Schwarzenegger.
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Los legisladores del Partido Laborista abuchearon la intervención final de Johnson, mientras que algunos compañeros de su partido se limitaron al silencio. La exprimera ministra británica, Theresa May, también conservadora, se quedó sentada durante el discurso de Johnson.
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El 26 de enero pasado, cuando las tensiones entre Moscú y Kiev azuzaban el panorama internacional, en Downing Street se vivían momentos oscuros. El Partido Conservador y el Partido Laborista, así como una gran ola de ciudadanos, empresarios y funcionarios públicos, pidieron la renuncia de Boris Johnson. No soportaron sus escándalos. Les parecía injustificable que el primer ministro se hubiera enfiestado en su oficina con sus amigos mientras había británicos que no podían despedirse de sus seres queridos a causa del COVID-19.
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El famoso Partygate llevó al exprimer ministro a comparecer ante la Cámara de los Comunes, donde exigieron su dimisión inmediata. Johnson prefirió hacer caso omiso. Y en lugar de hablar sobre su responsabilidad en las fiestas, abordó el tema de Europa del Este.
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«El Gobierno británico se está uniendo a Occidente para que tengamos el paquete de sanciones más duro posible, a fin de disuadir al presidente Putin de lo que, en mi opinión, sería una invasión catastrófica y temeraria», se defendió Johnson. Y enseguida reprochó al líder laborista, Keir Starmer, por ignorar «el hecho de que tenemos una crisis en las fronteras con Ucrania».