Ser o no ser

Debato en mi fuero interno desde hace meses sobre mi opción por votar, aprobando o rechazando la propuesta de texto para la nueva constitución de Chile.
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Habiendo aportado personalmente también con un grano de arena y habiendo sido entusiasta partidario por cambiar el actual texto por uno que tuviera una legitimidad nunca antes vista en la historia de Chile, elaborado realmente desde las bases del pueblo, desde las raíces de donde brota y se forma la identidad de una nación, compuesto por diversidades de razas, colores, sexos , que deben necesariamente hacer un esfuerzo por compartir en armonía esta angosta y larga franja en paz y justicia.
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Desde luego no soy de aquellos que decidieron la misma noche que ganara “El Apruebo” por una nueva constitución, que aprobaría cualquier texto en el plebiscito de salida. El proceso no santifica el texto.
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Confieso que, una vez elaborado el proyecto, traté de leerlo y no pude seguir leyéndolo. Al verlo con criterio de abogado litigante, que considero somos quienes más criterio práctico-jurídico hemos cultivado, quedé estupefacto.
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Salta de la sola lectura un farrago de conceptos de dudosa aplicación, falta de armonía, contradicciones normativas y conceptuales que rayan en lo absurdo. En fin, un texto utópico, impracticable, aunque remita decenas de veces a la ley y señale que será el legislador quien concretizará la extrema abstracción.
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Desde que dejara el texto a medio leer, me debatía entre mis convicciones axiológicas y la certeza que la propuesta elaborada será fuente inagotable de conflictos que alimentará las vilezas más grandes en la arena política. Pero quien evade el conflicto, incluso bajo el pretexto de la paz social, en definitiva, enfermará el cuerpo social entero.
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En mis largas reflexiones he llegado a la siguiente conclusión: Supongamos que un grupo de chilenos quiera construir el primer automóvil nacional de fabricación chilena pura. Ud. querido lector, coincidirá conmigo que dicho automóvil no sería precisamente un Mercedes Benz. Estoy cierto que tendrá fallas, que será objeto de reclamos, críticas, burlas, memes en redes sociales, pero cumplirá en principio su objetivo: andará con cuatro ruedas, tendrá motor y volante y servirá de medio de transporte. Cumplirá inicialmente su finalidad. No cabe duda de que también habrá un staff de ingenieros apasionados que lo irán mejorando con el tiempo y aunque nunca llegue a ser un Mercedes Benz tendrá una ventaja: será NUESTRO. Y radica en esta simple analogía lo que quiero significar. El nuevo texto constitucional será el primer texto auténticamente chileno, reflejará toda la identidad chilena tal cual es, con sus virtudes y vicios, ventajas comparativas y desventajas, en definitiva, será fruto de la cultura chilena y reflejará y conectará con la identidad nacional. Será un espejo del alma nacional con todas sus imperfecciones, será fruto del “yo nacional”, el inconsciente colectivo chileno puesto en papel. En cierta medida el proyecto siempre estuvo predestinado a ser así y los que esperábamos la perfección absoluta no habíamos entendido nada.
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Además, una constitución política es siempre el texto menos jurídico y más político de las miles de leyes que conforman el ordenamiento jurídico. Así, leer con un criterio meramente legalista al proyecto de constitución no cabe dudas que es un error. De ese error provino mi angustia y decepción inicial al leer el proyecto. Por esta misma razón no condeno a los que votarán rechazo ni mucho menos pienso que serían personas al servicio de la derecha cavernaria.
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No cabe duda de que dicho texto, por imperfecto que sea, es en cierta medida fundacional por cuanto es la primera vez que los habitantes de Chile se sentaron en un claustro, deliberaron un año y elaboraron el cuerpo que actualmente se propone. Aunque también es cierto que “los 155” muy pronto se divorciaron del resto del país y se perdieron en una verdadera enajenación ideológica creyéndose verdaderos iluminados y superiores a los demás.
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Dudar entre el Apruebo y el Rechazo es batirse entre el “Ser o no ser” de Hamlet. Votar por el Aprueba es votar por lo que Chile es en su esencia o como lo ideamos desde nuestra forma de ser chilenos para las próximas décadas y votar por el Rechazo es votar por lo que Chile no es, pero lo que siempre se ha querido imponer y de hecho se ha impuesto durante dos siglos. Por eso, los que se dicen verdaderos nacionalistas, verdaderos chilenos deben votar por aquel texto que mejor refleja la chilenidad, esta forma de ser única e imperfecta, pero de alguna forma particular, que lo distingue frente a los demás pueblos, distinción que se llama identidad nacional.
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El nuevo texto es más fácilmente perfeccionable que el antiguo desde el punto de vista político. Los últimos 33 años lo confirman.
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Entre hacer y no hacer algo que nos llama desde la identidad interior es mejor actuar, dar este paso, con todas sus consecuencias, luego mirar, observar, asumir y actuar de nuevo si fuese necesario. Sólo así se forjan los pueblos. Chile se debate entre el ser y el no ser Chile. El miedo nunca es el camino.
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Imaginen la crisis identitaria el día que gane el rechazo, que hoy día es una real opción que corre con ventaja: viviríamos con un texto que no queremos y no fuimos capaces de cambiar. Causaría una gran angustia a nivel general.
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Así las cosas, si ganara el rechazo será necesario repetir el proceso constituyente y convocar nuevas elecciones, por absurdo que parezca y mandar a “los 155” al ostracismo hasta que salga humo blanco.
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No tengamos miedo al cambio, toda concepción de algo nuevo se produce en el caos, este proceso constituyente es una necesidad nacional.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Winfried Hempel – Abogado y ex colono de Dignidad.