El desplome del uribisimo en Colombia: ¿qué hará tras las elecciones?

La primera vuelta electoral en Colombia no solo dejó en carrera a Gustavo Petro y Rodolfo Hernández hacia la Casa de Nariño. También puso sobre la mesa una conclusión histórica: la derrota de Federico Gutiérrez terminó de sellar la caída de Álvaro Uribe Vélez y el uribismo.
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Por primera vez desde 2001, la corriente política identificada con la figura del expresidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) no será parte, al menos explícitamente, en la definición del próximo gobierno colombiano.
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A la baja popularidad con la que el actual presidente Iván Duque (2018-2022) culmina su Gobierno se sumó el retiro anticipado de la candidatura de Óscar Iván Zuluaga, el postulante a la Presidencia por el Centro Democrático, el partido político fundado por Uribe en 2013, y el tercer lugar de Gutiérrez.
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Para comprender al uribismo hay que remontarse al comienzo del siglo XXI. Uribe había sido alcalde de la atribulada ciudad de Medellín durante cinco meses en 1982 —nombrado por el entonces presidente Belisario Bentacur—, senador entre 1986 y 1994 y gobernador de Antioquia entre 1995 y 1998, siempre dentro del Partido Liberal, una de las fuerzas políticas tradicionales de Colombia.
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Ya desde entonces, el discurso de Uribe estaba centrado en la seguridad y la mano dura en torno a la guerrilla en Colombia. De hecho, la familia Uribe atribuye a las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) el asesinato del padre de Álvaro Uribe, el empresario ganadero Alberto Uribe Sierra, en 1983.
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Por aquellos años, Medellín era la capital de la violencia en Colombia, a impulso del creciente narcotráfico. Fueron los días de auge de Pablo Escobar y el Cártel de Medellín, que según investigaciones mantenía vínculos con la familia Uribe ya desde es época.
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A pesar de que las FARC ha negado haber cometido ese crimen, Uribe Vélez señala en su propio sitio web que aquel episodio «sirvió como catalizador para empezar a formar la política de Seguridad Democrática para fortalecer a las Fuerzas Armadas en el combate del terrorismo».
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El énfasis en la mano dura contra la guerrilla y la negativa contra los acuerdos de paz fueron una constante que acompañaron el ascenso político de Uribe, que se inició en 2001 cuando anunció su intención de postular a la Presidencia de Colombia.
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Si bien en aquel momento era un candidato con mínimo apoyo político, en pocos meses logró subir en las encuestas hasta colocarse con chances de ser competitivo. Su decisión de escindirse del Partido Liberal para postularse como independiente bajo la marca Primero Colombia fortaleció sus posibilidades.
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Uribe ganó la elección de 2002 en primera vuelta con más del 54% de los votos, en lo que se consideró un resultado sorpresivo. Para los analistas, aquel fue el inicio del uribismo como doctrina política, expresado tanto en Primero Colombia como en los partidos políticos que Uribe fundaría luego, el Partido de la Unión por la Gente —conocido como Partido de la U— y el Centro Democrático.
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Los triunfos electorales se harían costumbre para el uribismo desde entonces. Uribe fue reelecto en 2006 con el 62% de los votos y en 2010 la victoria fue de Juan Manuel Santos (2010-2018), por el Partido de la U, en una segunda vuelta frente a Antanas Mockus del Partido Verde.
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El distanciamiento entre Uribe y Santos, que había sido ministro de Defensa durante los gobiernos de Uribe, llevó a Uribe a fundar el Centro Democrático para pugnar en las elecciones de 2014, a través de Zuluaga. Aquella fue la primera derrota electoral del uribismo a nivel nacional en años, ya que Santos obtuvo la reelección.
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De todos modos, Zuluaga obtuvo un 45% de los votos en la segunda vuelta, presagiando la victoria de Iván Duque en 2018.
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La caída en la popularidad de Duque, arreciado por los efectos económicos de la pandemia de COVID-19 y el rechazo popular a sus intentos de reforma laboral y reforma tributaria que, por ejemplo, añadía IVA a alimentos de la canasta básica.
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La caída en picada de Duque en el último año junto al enjuiciamiento de Álvaro Uribe por fraude procesal y manipulación de testigos en 2014, puso al uribismo contra las cuerdas de cara al proceso electoral.
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El sistema de encuestas ya utilizado por el Centro Democrático en 2018 definió que Zuluaga volviera a postular a la Presidencia, pero el descrédito del partido lo llevó a retirarse de la contienda en marzo, dos meses antes de los comicios.
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Desde entonces, las expectativas del uribismo se centraron en Federico ‘Fico’ Gutiérrez, que buscó tener el apoyo del Centro Democrático, aún con el dilema de mostrarse como el candidato favorito de un desprestigiado Uribe.
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¿Qué caracteriza al uribismo?

Un trabajo académico firmado por el magíster en estudios políticos John Jairo Rey —titulado El uribismo, un fenómeno político de cuatro dimensiones— caracteriza al uribismo por su discurso centrado en «la lucha contra la violencia guerrillera» a partir de «una confrontación patria-terrorismo» que redundó, según el autor, en «una especie de lógica populista al servicio de un discurso nacionalista de macartización».
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Rey apunta además que mientras el uribismo «se presenta como ‘de centro’ y suprapartidista», en la práctica «Uribe y sus ideas, cambiaron de un liberalismo provinciano en sus inicios a un fuerte conservadurismo autoritario, confesional, de derecha».
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El trabajo da cuenta de cómo el uribismo adaptó su discurso conforme avanzaban los acuerdos de paz y los procesos de desmovilización de la guerrilla, adversario original del discurso político de Uribe.
Así, el dos veces presidente colombiano dejó de apuntar contra el «terrorismo» para apuntar contra «el castrochavismo», un enemigo ideológico que identificaban en las ideas de Fidel Castro y Hugo Chávez.
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La caída de Uribe: corrupción y vínculos con paramilitares

El pensamiento del uribismo quedó expuesto a la perfección en la postura que Uribe tomó en relación al Acuerdo de Paz entre el Gobierno colombiano y las FARC de 2016, cuando el entonces senador lideró la campaña por el ‘No’ en el plebiscito sobre el acuerdo de paz. Si bien triunfó la opción defendida por Uribe, el diálogo de paz continuó.
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En los años siguientes, la imagen de Uribe solo se deterioró a medida que salían a la luz nuevas denuncias de corrupción, vínculos del uribismo con paramilitares y la responsabilidad del Gobierno de Uribe en las masacres de civiles inocentes por parte del Ejército colombiano para hacerlos pasar por integrantes de la guerrilla en lo que se conoció como ‘falsos positivos’.
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Las denuncias contra Uribe llegaron a un punto máximo en 2012, cuando el senador del Polo Democrático Iván Cepeda comenzó a denunciar los vínculos entre Uribe y el paramilitarismo.
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El expresidente denunció a Cepeda en 2014 por una presunta manipulación de testigos pero la causa derivó, cuatro años después, en que había sido el propio Uribe quien intentó presionar a los testigos para perjudicar a Cepeda.
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Finalmente en 2020 la Justicia resolvió la detención de Uribe y le impuso prisión domiciliaria, que cumplió en su hacienda ‘El Ubérrimo’, ubicada en la zona rural Rionegro, en Antioquia, durante 67 días. Si bien recuperó su libertad en agosto de 2020, el expresidente colombiano todavía se encuentra en proceso judicial.
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La denuncia de Cepeda no fue aislada, ya que los señalamientos sobre vínculos entre Uribe y los paramilitares se repitieron desde organizaciones sociales y de Derechos Humanos. De hecho, Uribe encabezó el proceso de «desmovilización» de las denominadas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), una organización surgida en 1997 con el objetivo de «combatir» a las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) a través de la violencia.
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Oficialmente, el proceso liderado por Uribe permitió la desmovilización de 30.000 paramilitares entre 2003 y 2006. Sin embargo, organizaciones sociales como Indepaz indican que muchos de los exparamilitares volvieron a organizarse en los años siguientes en nuevos grupos armados como las Águilas Negras o el Clan del Golfo.
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Tanto las AUC como los nuevos grupos armados fueron protagonistas de cientos de asesinatos de líderes sociales, una constante en Colombia en los años siguientes. Según la organización Somos Defensores, entre 2002 y 2017 fueron asesinados 664 líderes sociales.
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En diciembre de 2021, una encuesta confirmó el declive uribista: según Invamer Poll, la ‘favorabilidad’ de la figura de Uribe había caído a 19%, la más baja para el expresidente desde 1996, cuando su popularidad comenzó a ser medida por la consultora.
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El mismo estudio indicó que el 67% de los colombianos tenía una imagen negativa de Uribe. Aun así no fue el peor dato de desfavorabilidad, ya que en mayo de 2021 llegó a ser visto negativamente por el 73% de los consultados, el pico de su desprestigio.
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