Evgueni Davidiuk trabajó 45 años en la planta siderúrgica de Azovstal, pero considera un milagro de Dios haber huido vivo del asedio de Mariúpol.
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El 6 de abril los cristianos ortodoxos celebran la Anunciación, pero para Evgueni Davidiuk este día también está marcado por otro milagro: él y su esposa, Anna, lograron escapar de Mariúpol a través de Novoazovsk, una ciudad controlada por las milicias de Donetsk, y acabaron en un hospital de la ciudad de Sebastopol, en Crimea.
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Anna da gracias a Dios por la forma en que ella y su marido lograron sobrevivir y sugiere ahora que los nacionalistas del Azov* simplemente utilizaron a los residentes de Mariúpol para dar rienda suelta al odio que tenían hacia cualquiera que se alineara con cualquier cosa remotamente rusa: crimeos, gente de Donbás o cualquier otra persona.
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El Azov en Mariúpol
El bloque de apartamentos en el que vivían en Mariúpol fue dañado por una bomba que tenía como objetivo la maquinaria bélica del batallón Azov en un patio cercano. El edificio está situado en la calle Azovstalskaya, a solo una parada de autobús de la ahora mundialmente famosa planta siderúrgica Azovstal, donde Davidiuk trabajó durante unas cinco décadas.
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Las mujeres de la zona, cuenta Davidiuk, suplicaron de rodillas a los militantes del Azov que no colocaran su equipo militar en el patio del bloque. Pero sus ruegos cayeron en saco roto.
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«Se ve claramente la insignia que tienen. Tienen al diablo allí», dice, recordando los tanques y los transportes blindados colocados en su patio trasero, visibles desde su ventana.
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Después de haber estacionado su vehículo blindado de transporte de personal junto a los complejos de apartamentos, que usaron como escudo, los edificios resultaron dañados en los ataques. Pero los militantes del Azov sobrevivieron a los ataques al refugiarse en los apartamentos de los residentes locales, y posteriormente huyeron.
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Davidiuk los recuerda muy bien: los matones del Azov entraron en el apartamento de sus vecinos para montar allí su punto de fuego.
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«Son monstruos. Para que quede claro cómo trataban a la gente corriente — ocuparon los apartamentos de la esquina [de nuestra casa], y en el quinto piso había un hombre paralítico, postrado en la cama desde hacía unos cinco años. Entraron por la fuerza, rompieron la ventana y colocaron sus armas allí. Su mujer —me lo contó ella misma— pidió que lo llevaran a otra habitación. Y ellos dijeron: ‘No, dejadlo aquí con nosotros, será más divertido'», recuerda Davidiuk.
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Por la noche los combatientes empezaron a colocar minas, aparentemente con el único fin de que la gente corriente que vivía cerca las pisara, añade el hombre.
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«Los primeros en pisar una mina fueron un padre y su hijo. Estaban entrando en el patio desde la [calle] Azovstalskaya, e inmediatamente se desplomaron. Luego, un coche que circulaba por la calle Azovstalskaya voló por los aires. La gente, de alguna manera, consiguió salir arrastrándose, estaba aturdida. Y los combatientes del Azov se limitaban a mirar y a reírse de ello. Era un cierto tipo de entretenimiento para ellos«, cuenta Davidiuk.
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De regreso a 2015
Pero todo empezó mucho antes de abril de 2022. Mariúpol conoció la verdadera naturaleza de los combatientes del Azov en 2015, cuando el distrito de Vostochni de la ciudad fue bombardeado.
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«Ellos [los militantes del Azov] lo hicieron, lo hicieron a propósito. Mi amigo de allí me dijo que salió de allí y vio un aparcamiento sembrado de muertos, aquí y allá», cuenta Davidiuk.
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Unos minutos después, según su amigo, llegaron allí unos hombres, uno de ellos hablaba inglés y otro que decía ser el jefe del batallón. Resultó que habían venido a comprobar las consecuencias del ataque. Los dos afirmaron que el bombardeo era obra de las fuerzas de la República Popular de Donetsk (RPD).
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«Pero justo una semana después, también hubo un ataque dirigido al pueblo de Sartana [en la región de Donetsk]. El jefe del Sector Derecho llegó allí, y cuando la gente le preguntó si la RPD había atacado el pueblo, dijo que las fuerzas de la RPD no tenían el tipo de arma que podía alcanzar al pueblo. Se le escapó. Él mismo dijo que en 2015 la RPD no tenía el armamento necesario para llegar a Vostochni», dice Davidiuk.
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Ocho años de horror
Desde 2015, continúa el hombre, Mariúpol ha estado «infestada» de nacionalistas: recibían dinero para comprar apartamentos, luego formaban familias y se enraizaban allí para luego emerger en el momento crucial.
Davidiuk recuerda que los combatientes del Azov se apoderaron de una escuela cerca de la planta de Azovstal, convirtiéndola en su base. Esta escuela, dice, estaba conectada a la planta siderúrgica a través de un túnel subterráneo.
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«Ellos [los matones del Azov] secuestraban a gente. [Las personas] desaparecían y nunca volvían a aparecer. En 2014, 175 personas desaparecieron. Nadie sabía dónde estaban», continúa Davidiuk
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Según él, ni una sola de las atrocidades cometidas por los combatientes del Azov recibió la atención de los medios de comunicación ucranianos. Y a lo largo de estos ocho años no pararon de cometer sus atrocidades. Dicho esto, Davidiuk incluso confesó que reviviría los aterradores días del asedio de Mariúpol de 2022 solo para poner fin a lo que estaba ocurriendo desde 2014.
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La única salida
Tanto Davidiuk como su esposa —que está cubierta de puntos de sutura tras escapar del refugio de bombas de Mariúpol— coinciden amargamente en que Rusia no tenía más opción que lanzar la operación militar.
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«[Los nacionalistas] estaban preparados para atacar. Tanto el Reino Unido como EEUU les prometieron armas nucleares. ¡Esto no es un parloteo! Lo hicieron. Y esos monstruos las habrían utilizado», concluye Davidiuk.
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Davidiuk y su esposa escaparon de Mariúpol con la ayuda de un hombre que llevaba alimentos y artículos de primera necesidad al refugio antibombas del hospital. Allí, Davidiuk se encontró con unas 35 personas que milagrosamente lograron salir de Azovstal.
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Los civiles de Azovstal fueron llevados allí por los nacionalistas, que tomaron a personas del distrito de Vostochni y prometieron llevarlas a un lugar seguro, dice Davidiuk. El «lugar seguro» resultó ser el refugio antibombas de la malograda planta siderúrgica.
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Según el Kremlin, los nacionalistas están utilizando a los civiles como escudo humano, ya que las fuerzas rusas han rodeado la planta pero se han abstenido de asaltarla. De hecho, los propios nacionalistas se negaron en muchos casos a liberar a los civiles que están con ellos.
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Anna dice que los habitantes de Mariúpol no son más que una «biomasa, un escudo humano» para los combatientes del Azov. Y como todavía hay personas atrapadas en Azovstal, teme que los combatientes las utilicen como tales.