¿Por qué las langostas, dóciles y solitarias, se conviertan en destructoras?

Un equipo de investigadores israelíes se preguntó qué hace que las langostas, insectos generalmente inofensivos y solitarios, se conviertan en voraces y destructores de proporciones bíblicas. Y encontró la respuesta en sus tripas.
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Por Dahiana Cusnir
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«Los enjambres de langostas que diezman los cultivos a su paso han sido una causa principal de hambruna desde los tiempos bíblicos hasta la actualidad. En los últimos tres años grandes zonas de África, India y Pakistán han sido golpeadas duramente por brotes de langostas y se prevé que el cambio climático exacerbe el problema» explicó el profesor Amir Ayali, director del estudio.

Y la investigación que lidera junto al estudiante de doctorado Omer Lavy, ambos de la Escuela de Zoología de la Universidad de Tel Aviv (TAU), estaba particularmente interesada en entender qué hace que esos insectos, poco o nada amenazadores, cambien radicalmente su comportamiento y formen enormes enjambres migratorios, una pregunta que ha desconcertado tanto a los científicos como a los agricultores.
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Y su conclusión, publicada en Microbiología Ambiental y revisada por pares, es que la composición bacteriana de una langosta en su intestino, llamada microbioma, pasa por cambios drásticos cuando el insecto huésped se une a un grupo más grande.
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Comen su propio peso por día

Según la división Locust Watch de las Naciones Unidas, la langosta del desierto (Schistocerca gregaria) es la plaga migratoria más destructiva del mundo. Se sabe que las langostas del desierto atacan los cultivos de rábano, cebolla, sésamo, berros e incluso dátiles y palmeras, lo que resulta en pérdidas significativas para los agricultores.
Son comedores tan voraces que consumen su propio peso por día y, según Locust Watch un pequeño enjambre de 1 kilómetro cuadrado tiene el potencial de consumir la misma cantidad de vegetación y cultivos en un día que 35.000 personas.
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Pero esto solo lo hacen cuando están en grupo.
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«Los enjambres de langostas se forman cuando langostas individuales, generalmente solitarias e inofensivas, se juntan y comienzan a migrar», indicó Ayali, y apuntó que tres estudios recientes indican que los microbiomas pueden influir en el comportamiento social de sus anfitriones.
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Para probar su hipótesis, los investigadores examinaron los microbiomas intestinales de las langostas criadas en el laboratorio y encontraron un cambio profundo cuando los individuos criados en condiciones solitarias se unieron a un gran grupo de unas 200 langostas.
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Omer Lavy: «El cambio más significativo se observó en la bacteria llamada Weissella, casi completamente ausente del microbioma de las langostas solitarias, que se volvió dominante poco después de que sus anfitriones se unieran al grupo».
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La bacteria sospechosa

Como una de las diez plagas de Egipto, la Biblia dice: «Cubrirán la faz del suelo para que no se pueda ver. Ellos devorarán lo poco que te queda después del granizo, incluidos todos los árboles que están creciendo en tus campos».
Y quien las ha visto en acción —la última vez que se las vió en Israel fue en 2013— ratifica el escenario descrito en el texto sagrado.
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Los investigadores utilizaron un modelo matemático especialmente desarrollado para rastrear los cambios en la bacteria Weissella y encontraron que el enjambre permitió que la bacteria se propagara e infectara a un gran número de langostas, una clara ventaja evolutiva.
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«Nuestros hallazgos no prueban inequívocamente que la bacteria Weissella sea responsable del enjambre y la migración de langostas. Sin embargo, los resultados sugieren una alta probabilidad de que la bacteria desempeñe un papel importante en la inducción de este comportamiento, una nueva hipótesis nunca antes propuesta», dijo Ayali.
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Estos insectos pueden reproducirse a un ritmo muy rápido dadas las condiciones adecuadas. Cada tres meses, un ciclo de reproducción puede aumentar las poblaciones unas 20 veces y así de manera exponencial. Es una amenaza a la supervivencia de muchas personas y, las más de las veces ignorada por el mundo occidental, y los investigadores esperan que la luz que arroja su estudio impulse el desarrollo de nuevos medios para combatir sus brotes y comportamiento gregariamente destructivo en el futuro.

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