Por Alfredo Jalife-Rahme | La grave crisis migratoria devora a la vicepresidenta Kamala Harris e infecta a Biden

Ni los consejos de sus aliados Hillary Clinton y los jerarcas de Wall Street detienen la debacle de Kamala Harris cuando su principal tarea, la solución a la grave crisis migratoria, resultó ser un fracaso que infecta la popularidad de Biden y propulsa la probabilidad de que los Republicanos retomen el control de las dos Cámaras en 2022.
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La destrucción de la imagen de Kamala Harris, la primera mujer vicepresidenta de color afrohindú estadunidense que pintaba para alcanzar alturas insospechadas, ha sido una hecatombe, por lo que ha sido obligada a pasar a una masiva contraofensiva mediática cuando, inclusive, la influyente televisora CNN, muy cercana al Partido Demócrata, ha dejado entrever que podría ser despedida de su relevante puesto por el presidente Biden quien se ha decepcionado con su desempeño y cuya impopularidad lo ha contaminado en las recientes encuestas.
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En una entrevista a CBS News con Margaret Brennan, la infortunada vicepresidenta de 57 años confesó que su mayor fracaso en un año de su Gobierno ha sido el contencioso migratorio con México y Centroamérica.
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Las feroces críticas no han amainado debido a su breve y única visita a la transfrontera con México hace más de seis meses que no surtió efecto alguno.
La anterior senadora y procuradora general del poderoso Estado de California acepta implícitamente que su «principal falla ha sido no salir de Washington más seguido».
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Según el rotativo británico Daily Mail (25.12.21), muy cercano al MI6, Kamala «sigue enfrentando críticas desenfrenadas tanto de republicanos como de demócratas por haberse retirado ampliamente de la actual crisis migratoria en la frontera sur de EEUU».
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Resulta que la vicepresidenta a cargo de la pesada tarea migratoria solamente estuvo «unas cuantas horas en El Paso (Texas)» en el Centro de Proceso de Protección Fronterizo y Aduanas antes de «volar a su mansión de Los Ángeles de cinco millones de dólares, donde pasó el restante de ese fin de semana».
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La peor crítica provino del representante demócrata de Texas, Henry Cuellar (de relevante origen latino), quien fustiga que Kamala «no parece estar interesada en su tarea».
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Tampoco su visita a Guatemala —donde, por cierto, su presidente Alejandro Giammattei, muy cercano a Trump, espetó que no ha sabido más de la vicepresidenta desde junio— y a México, dejó huella solvente para remediar las «raíces causales» de la grave crisis migratoria que, desde el Triángulo Norte de Guatemala/Honduras/El Salvador, ha irrumpido y desestabilizado la transfrontera de México y EEUU.
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Como si lo anterior fuera poco, Kamala ha sufrido la notoria baja de cuatro maltratados colaboradores el mes pasado, mientras otros dos sopesan su inminente salida.
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Katie Rogers y Zolan Kanno-Youngs del New York Times —rotativo portavoz oficioso del Partido Demócrata y muy cercano a los Clinton, Obama y George Soros— abordan las frustraciones de Kamala Harris cuando «los aliado de la vicepresidenta están cada vez más preocupados de que el presidente Biden (…) no la necesite para gobernar».
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Amén de recordar su «disfuncional campaña presidencial en 2020», los dos reporteros del NYT dan mucho pie a la defensa a ultranza que hacen de ella los fieles colaboradores que todavía le quedan, quienes rechazan la «injusta percepción de que se encuentra a la deriva».
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Entretanto, Kamala ha recurrido a su confidente Hillary Clinton —quien la visitó en la Casa Blanca el pasado noviembre— para ayudarla a «mapear su ruta futura».
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Por cierto, la representante demócrata de California y prominente lideresa afroestadunidense Karen Bass piensa que la hoy vicepresidenta es desde ahora la «favorita» como candidata presidencial de su partido en 2024.
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En pleno naufragio, Kamala Harris ha recurrido a la sapiencia financiera de los jerarcas de la alta tecnología de Wall Street y de Silicon Valley para contar con sus consejos en políticasegún Justin Sink del portal financiero Bloomberg(29.12.21) —propiedad del fallido candidato presidencial, el israelí-estadunidense Mike Bloomberg— como «consejeros informales, aliados políticos y reforzadores políticos».
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Kamala, quien está casada con el israelí-estadunidense Douglas Emhoff —abogado influyente de Hollywood y socio del bufete trasnacional de abogados DLA Piper, el tercero más importante de EEUU— ha interactuado con Brad Smith, presidente de Microsoft, Chuck Robbins, mandamás de Cisco y Jane Fraser, jerarca de Citigroup, lo que es probable haya indispuesto al presidente Joe Biden, de 79 años, quien ha tenido que salir a publicitar que estaba listo a reelegirse en 2024, en caso de gozar de cabal salud.
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Bloomberg festeja como el «mayor triunfo» en el primer año del Gobierno de Kamala el «haber arrancado la promesa» de los jerarcas mencionados por 1.200 millones de dólares para «ayudar a enfrentar el surgimiento de la migración de Centroamérica» cuando, a mi juicio, se trata de unas vulgares migajas que benefician la captura del famoso café centroamericano de Nestlé, Nespresso, mientras Visa intenta frenar el frenesí del bitcóin en El Salvador y Microsoft expandiría su abanico digitálico de usuarios al Triángulo Norte.
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Sucede que los amos del universo financiero (novelista Tom Wolfe en su Hoguera de las Vanidades) ya tienen a su candidata favorita para la presidencia por el Partido Demócrata en 2024.
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El amasiato de Kamala Harris con la plutocracia dorada de Silicon Valley en California no es nuevo y proviene desde cuando fue procuradora general en el Estado con el primer PIB nacional de EEUU y donde «se ganó la reputación de frecuentemente favorecer a las empresas tecnológicas, en lugar de perseguirlas», según Justin Sink.
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Ahora la atribulada vicepresidenta recurre a sus omnipotentes aliados para ayudarla a solventar la carestía de semiconductores y los cuellos de botella de la cadena de suministro (supply chain) totalmente desarticulada.
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Tal renovada colaboración es de doble filo, ya que los «íntimos lazos con los líderes de las máximas trasnacionales de EEUU podrían alienar a los votantes del Partido Demócrata que de por si son ya infelices con su pasado como procuradora».
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¿Acabará Kamala Harris, sea como vicepresidenta hoy, sea como candidata presidencial en 2024, siendo rehén de las omnipotentes trasnacionales de Silicon Valley y Wall Street?
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En medio de su solución o irresolución de la tarea de la crisis migratoria asignada para sacar de su marasmo crónico a Centroamérica, la vicepresidenta había recurrido infructuosamente a sus amigos de las poderosas trasnacionales de Wall Street que tildó insensatamente de «filántropos globales»: Open Society de George Soros, Rockefeller Brothers Fund, Ford Foundation, Foundation for a Just Society y The Seattle International Foundation, en un clásico esquema depredador público-privado.
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La vicepresidenta Kamala Harris es el chivo expiatorio idóneo ante el proyectado cataclismo electoral del Partido Demócrata —debido primordialmente al desastre del pésimo manejo migratorio— en las elecciones intermedias de noviembre del 2022 con el supuesto retorno triunfal del trumpismo, con o sin Trump, y con las virtuales candidaturas presidenciales de los republicanos en 2024: del feroz senador texano Ted Cruz y del gobernador de Florida, Ron De Santis, en caso de que el polémico expresidente, hoy de 75 años, desista buscar su reelección. Su principal escollo es desde ahora Kamala Harris: la obvia candidata de Wall Street y Silicon Valley que colisiona con el alma del Partido Demócrata en vías de una ominosa implosión con su influyente ala progresista que difícilmente aceptaría su transmogrificación: su monstruosa metamorfosis.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Alfredo Jalife-Rahme – Analista de geopolítica y globalización. Columnista y comentarista en varios periódicos, radios y televisiones internacionales. Profesor de posgrado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en Geopolítica y Globalización. Autor de varios libros. Nombrado por la Red Voltaire de Francia como ‘El principal geopolitólogo de Latinoamérica’.