Por Vicky Peláez | Colombia, la mano derecha de EEUU en Latinoamérica

Todas las promesas del presidente norteamericano Joe Biden al iniciar su mandato de que EEUU cambiaría su política internacional dejando a los países elegir su destino, quedaron en nada y «en menos de lo que canta el gallo», según el dicho popular.
China, Rusia y el resto de los países saben que nosotros tenemos el Ejército más poderoso en la historia de la humanidad (Joe Biden, The Times, 22 de octubre de 2021).
Ya en febrero de 2021, el secretario de Defensa, Lloyd Austin fue ordenado por el presidente de hacer ‘revisión de la postura global de las Fuerzas Armadas de EEUU en el mundo’ haciendo hincapié en el hemisferio occidental, que según el jefe del Comando Sur, el almirante Craig Faller, «está bajo el asalto y amenazas de China y las organizaciones criminales tradicionales». En este contexto, Colombia ha recibido un especial espaldarazo del mandatario norteamericano, como un «socio clave» de EEUU en el continente.
Ya antes de asumir la presidencia, Joe Biden afirmó durante su campaña electoral que «Colombia es la piedra angular de la política exterior de EEUU en Latinoamérica y el Caribe», agregando que «la seguridad y prosperidad de nuestro hemisferio dependen de la alianza cercana y eficaz entre Estados Unidos y Colombia». Tan importante es Colombia para Washington, que la Casa Blanca ni toma en cuenta los constantes informes de la Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) sobre la crisis de seguridad en el país, donde solamente en los primeros meses de 2021 se registró el desplazamiento forzado de 60,700 personas, alertando sobre «la gravedad y continuidad de las violaciones de derechos humanos en Colombia».
Sin embargo, la Casa Blanca no es la única en no ver el sistemático asesinato y persecución de los líderes sociales, dirigentes campesinos, defensores de los derechos humanos y del medioambiente, de los campesinos y exguerrilleros desmovilizados de las FARC. Recientemente, el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) bajo mandato del Estatuto de Roma, Karim Khan, afirmó que «Colombia está a la altura de sus obligaciones internacionales y me complace anunciar que puedo cerrar la etapa del examen preliminar». El CPI ha estado examinando la situación en Colombia del funcionamiento del sistema de justicia desde 2004.
Resulta que el Departamento de Estado y su secretario Antony Blinken, quien recientemente estuvo en Colombia, y el CPI ni se han dado cuenta de la existencia del ‘Informe del Tribunal Permanente de los Pueblos sobre Genocidio Político, la impunidad y los Crímenes contra la Paz’ (enero 2021) que denuncia a la Fiscalía de la Nación que favorece la existencia de la impunidad en materia de derechos humanos que oscila entre 98 y 99%. El documento recalca que solamente en materia de desaparición forzada hay alrededor de 85.000 casos registrados entre 1956 y 2016 y menos de 200 sentencias condenatorias. (p.157). En relación a los ‘falsos positivos’, que hasta septiembre del año pasado llegaron a 2.314 casos contra 10.949 miembros del Ejército involucrando 3.916 muertos, el Tribunal Permanente acusó a la Fiscalía de la Nación de condenar solo el 16% de las personas involucradas. (pp.155, 156).
Lo que le importa a Washington es mantener a Colombia como su incondicional aliado en el continente que dispone de mayor ventaja estratégica porque en primer lugar, es el único país en Suramérica que posee fronteras marítimas en el Atlántico y el Pacífico; en segundo lugar, Colombia es un eje que une tres regiones: la andina, la caribeña y la amazónica; en tercer lugar, el país posee abundantes recursos naturales y finalmente, Colombia, según el diseño de Washington, tiene capacidad de liderazgo militar en la región. El nuevo primer comandante del Ejército de Liberación Nacional de Colombia (ELN), Antonio García dijo que su país cumple un «rol en América Latina algo parecido al que desempeña Israel en Oriente Medio».
Según los estrategas norteamericanos, la tarea principal de Colombia es socavar la estabilidad de Venezuela y promover el cambio de Gobiernos en la región que no satisfacen intereses norteamericanos. Para eso el país tiene a su disposición algo de 200 estructuras criminales, de las cuales 11 son grupos armados paramilitares que se utilizan por el Estado como sicarios. El Gobierno boliviano denunció hace dos semanas que se intentó asesinar al actual jefe de Estado, Luis Arce tras ganar los comicios. El magnicidio frustrado se lo atribuyen a integrantes del grupo que mató al expresidente de Haití, Jovenal Moisé, el 7 de julio pasado. De acuerdo al ministro de Gobierno de Bolivia Eduardo Castillo, en el atentado participaron mercenarios colombianos y un estadounidense.
Colombia trata, según instrucciones de Washington, de desestabilizar la frontera colombiana-venezolana (2, 219 km), atacar la moneda local, provocar hambre en Venezuela y generar ataques terroristas contra la estructura energética del país. No hay que olvidar, que 600.000 millones de barriles de petróleo de Venezuela, su más grande en América Latina yacimiento de oro, de litio y de tantos otros minerales siempre han estado en la mira de George W. Bush, Barack Obama, Donald Trump y ahora de Joe Biden quien con sus sanciones y por medio de su marioneta, el presidente de Colombia Iván Duque persigue la misma tarea de doblegar al Gobierno bolivariano y eliminar a su presidente, Nicolás Maduro. En la 76 Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente de Colombia Iván Duque hizo énfasis en señalar en su discurso a Venezuela como una «narcodictadura».
Lo que calló este presidente fue que precisamente él con la bendición de la CIA, el Mossad, la USAid está gobernando un Estado narcoterrorista, cuyos cuatro poderes: militar, mediático, policial y judicial están prácticamente dominados por el poder paramilitar. Joe Biden ya superó el máximo nivel del cinismo al declarar que Colombia es «un socio clave» de EEUU en la lucha contra el narcotráfico. El Departamento de Estado norteamericano siguió el mismo enfoque, resaltando el «sorprendente avance del Gobierno de Iván Duque en la erradicación de cultivos de coca y su propósito de reducir la producción de las hojas de esta planta y las hectáreas sembradas en un 50% para 2023″.
Da la impresión que no existe ni comunicación, ni coordinación entre distintas entidades gubernamentales norteamericanas porque el ‘Informe de la Oficina de Política Nacional para el Control de Drogas de la Casa Blanca’ (The White House Office of National Drug Control Policy – ONDCP) aseguró el 25 de junio de 2021 que Colombia seguirá siendo la fuente principal de suministro de cocaína a EEUU y que los cultivos de las plantas de coca y la producción de cocaína se incrementará. Es decir, la ONDCP de la Casa Blanca está desmintiendo las declaraciones del mismo mandamás de la Casa Blanca y de paso al secretario del Departamento de Estado Antony Blinken.
En realidad, a pesar de las declaraciones de gobernantes de Colombia sobre la erradicación sistemática de las plantas de coca y la presencia de la DEA en el país desde 1981, las hectáreas cultivadas de esta planta y la producción de la cocaína están en permanente incremento. Un vistazo al informe de la ONDCP de 2021, respecto a los últimos cinco años lo aclara todo: en 2015, las plantaciones de coca ocuparon 159.000 hectáreas y se obtuvieron 545 toneladas métricas de cocaína, en 2016, se utilizaron 188.000 ha —772 toneladas métricas, en 2017 – 209.000 ha – 921 toneladas métricas de cocaína, en 2018 se utilizaron 211.000 ha – 923 toneladas métricas, en 2019 en 213.000 ha – 936 toneladas y finalmente en 2020, las plantaciones de coca se expandieron a 245.000 hectáreas rindiendo 1.010 toneladas de cocaína. Para la comparación la producción de cocaína en Bolivia en 2020 alcanzó 312 toneladas y en el Perú, 810 tonelada métricas.
Se calcula que la exportación de cocaína rinde anualmente cerca de 15.000 millones de dólares, es decir 5.4% del Producto Interno Bruto que en 2020 alcanzó 277.608 millones de dólares, es decir, es un negocio harto rentable, tomando en cuenta que un kilo de cocaína en Colombia cuesta 1.260 dólares, en EEUU —32.000, en la Unión Europea— 60,000 dólares y en Asia — 100.000 dólares. Las autoridades norteamericanas y su DEA saben perfectamente sobre estas cifras y del hecho de que los insumos para la elaboración de cocaína, como ácido sulfúrico, ácido clorhídrico, permanganato de potasio, amoníaco son de procedencia norteamericana.
En el mismo EEUU la cocaína sigue circulando con el poco control en las calles, pese a que el presidente Richard Nixon declaró en 1971 la «guerra contra las drogas». Con este pretexto la Casa Blanca ha estado satanizando durante estos 50 años naciones enteras, derribando los Gobiernos y apoyando al mismo tiempo sus países satélites, productores de cocaína, siendo Colombia uno de estos ejemplos. Frente a esta realidad surge inmediatamente la pregunta: ¿a cambio de qué se ha convertido Colombia en la mano derecha de Norteamérica en la región?
Por de pronto, no se ven grandes ventajas económicas. De acuerdo a los indicadores económicos del Departamento Administrativo Nacional de Colombia (DANE), desde el inicio de la pandemia unos 3,6 millones de personas ingresaron a la condición de pobreza y 2,7 millones en la indigencia lo que representa el 42,5 % de la población. A la vez, el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas definió 23 países de inseguridad alimentaria aguda en los próximos cuatro meses, estando entre ellos Guatemala, Honduras, Nicaragua y ¡qué sorpresa! Colombia también está en esta lista.
Parece que al mandatario del país, Iván Duque, no le preocupan estas cosas, pues tiene que cumplir con la tarea asignada por su patrón norteamericano: tumbar el Gobierno venezolano de Nicolás Maduro y ayudar a Washington para que Venezuela retorne a su lugar anterior en el ‘patio trasero’ de EEUU. La Administración Joe Biden tiene sus propios intereses y sus problemas. Lo único que puede ofrecer a Iván Duque es una propina de 453,8 millones de dólares por el buen desempeño de la Administración colombiana en la lucha contra narcotráfico.
Todas las declaraciones de Joe Biden sobre la restauración del ‘liderazgo moral’ de EEUU en el mundo, no a través de las guerras sino usando métodos democráticos, constituyen pura retórica. El ejemplo de Colombia lo demuestra. En los últimos seis meses el jefe del Comando Sur, el almirante Craig Faller dos veces estuvo de visita en Colombia donde están desplegadas alrededor de 63 instalaciones militares estadounidenses. El propósito de EEUU respecto a Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia sigue siendo el mismo de todos los últimos presidentes norteamericanos: terminar con el populismo como sea en América Latina. Por algo el ‘pacifista’ Joe Biden no deja de advertir, por si acaso, igual que Barack Obama, que EEUU «tiene el Ejército más poderoso del mundo». Colombia en este contexto es una mano de obra barata y obediente de Washington.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Vicky Peláez.

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