Afganistán y la gran interrogante

El triunfo de los talibanes en Afganistán ha consternado al mundo entero no solo por la rápida sucesión en la que ocurrieron los hechos sino por las contradicciones que sus resultados pusieron en evidencia al compararlos con la información que durante 20 años estuvimos recibiendo por los medios de difusión y noticieros importantes.

Muchos comparan la caída de Kabul (2021) con la de Saigón (1975) pero aunque ambas simbolizan la derrota de un ejercito de ocupación -principalmente de E.E.U.U.- mediáticamente gracias a la tecnología, la presteza de las imágenes harto brutales e información recibidas en tiempo presente sobre Afganistán se distinguen de las diferidas acerca de Vietnam por esa brevedad entre el hecho y el espectador que seguramente impidieron que fueran diluidas o manipuladas por el departamento de edición de un noticiero politizado o tras pasar el filtro estético de un documentalista con el fin de recalcar un punto, por lo general propio. Dicho de otra forma, a diferencia de 1975 lo que hoy hemos visto es lo que es y no solo lo que alguien quiere que veamos.

Además, no son pocos los que se han aventurado a afirmar que esto podría alentar a los insurgentes en otros escenarios a seguir el ejemplo talibán, lo cual cuenta con mucho sentido si pensamos en que hablamos de una milicia armada solo con RPGs y ametralladoras que no únicamente derrotó a un ejercito afgano cuyo costo ronda los $900,000 millones sino que también obligó a las tropas de ejércitos occidentales equipados con tecnología de punta a evacuar con urgencia a sus representantes diplomáticos y nacionales desde techos de edificios, tal y como ocurrió en Saigón hace casi cinco décadas atrás. Pero ¿Cómo habiendo una diferencia tan abultada de recursos imperaron los primeros sobre los últimos? Solo hay dos respuestas a eso: o los talibanes eran mucho mejores o el pueblo afgano no estaba lo suficientemente convencido como para luchar por el modelo propuesto por Occidente. Si veinte años de presencia extranjera -hablamos de cuanto menos una generación de jóvenes adultos nacidos después del 2001- y todo el dinero posible disponible para hacerles cambiar de opinión no fueron suficiente entonces nada lo es.

Un amigo quien trabajaba en una ONG me contaba que en Namibia, la organización intentando mejorar las condiciones de vida de una tribu construyéndoles un pozo de agua cerca del asentamiento, se encontró con el problema de que las mujeres seguían yendo al río a varios kilómetros de distancia porque al margen de la comodidad que implicaba tener agua potable a mano, acudir al río era el único momento que tenían en el día para congregarse y socializar. En otro caso, cuando preguntaron a una comunidad  lo que necesitaban y ellos contestaron que una piscina, solo comprendieron esta inusual respuesta al descubrir que los rebeldes visitaban periódicamente la aldea para reclutar a los niños para la guerra, a los que como prueba arrojaban a un lago; la piscina era para enseñarles a nadar y no morir ahogados. La organización estaba tan enfrascada en sus propuestas que pasaba por alto la realidad y las necesidades contextuales de los dos grupos a ayudar.

¿Y si al igual que ésta ONG, los E.E.U.U. y sus aliados hubieran cometido el mismo error en Afganistán? No sería de extrañar; sabemos por precedentes que estos suelen imponer modelos socioeconómicos en terceros países con la excusa de estar legitimados por la voluntad de la mayoría de los ciudadanos de esos países -cuando en realidad a veces no alcanzan el 51% que representa la mayoría absoluta- y de llevar el mundo civilizado a estos, desestimando la postura  de “los que están equivocados” en esos países cuando en realidad son el síntoma de un problema real e imperante que por lo general permanece sin solución y es simplemente ignorado. Pero pretender que los otros no existen no los hace desaparecer y en el caso de Afganistán estos pudieran haber sido un factor determinante en la victoria de los talibanes.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN 

Javier Chanis Díaz – Nació en la ciudad de Panamá el 30 de enero de 1971. Considera la música, la literatura, la gastronomía, el fútbol y otras actividades, generalmente declaradas de ocio, formas de enriquecimiento experimental mediante el ciclo continuo de acción-creación-contemplación. Apoya todo aquello que conlleve la exaltación del espíritu humano, pero sin distanciarse del racionalismo y pragmatismo. Para él, la geometría fractal no es sólo una ciencia sino una corriente filosófica.


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