Por Nadia Garcés Montes | Día del Orgullo

En los años 50 y 60, la homosexualidad debió enfrentarse a un sistema legal hostil e intolerante, donde mantener relaciones sexuales con una persona del mismo sexo era considerado un “crimen” por el cual podías llegar a pasar entre cinco a veinte años en prisión. En estados más opresores , la homosexual era considerada un rasgo psicópata (acción manifestada a priori entre los años 30 y 40) y las personas podían ser encerradas en centros psiquiátricos durante toda su vida. Asimismo, terapias eméticas, electrochoque, castración, lobotomías; entre otras, eran consideradas herramientas viables para “curar” aquello que se consideraba una “enfermedad”. Bajo estas características históricas y culturales, hace 52 años, en la madrugada del 28 de junio de 1969, la policía de New York ingresó al bar neoyorquino “Stonewall Inn” del barrio Greenwich Village, donde se reunían gays, lesbianas, bisexuales y personas tráns. Los agentes policiales, que llegaron al recinto por movimientos precursores de la homofobia, comenzaron a pedir documentación de identificación y a arrestar a las personas que estaban presentes en el bar. Stormé DeLarverie, artísticas afroamericana, drag king y lesbiana, según cuentan los testigos presentes, inició la reacción de la multitud tras preguntar ¿No piensan hacer nada?. Marsha P.Johnson, una mujer tráns, drag queen, pobre y trabajadora sexual junto a Sylvia Rivera, mujer tráns latina, decidieron enfrentar y, a su vez, resistirse al ordenamiento policial de aquella noche, iniciando junto a los presentes las primeras manifestaciones espontáneas y violentas que abrieron paso al hito de la lucha LGBTIQ+ en Estados Unidos y el resto del mundo. En aquellos años, antes de iniciar la década de los 70, distintas naciones fueron removidas por el desarrollo de reivindicaciones sociales contra la guerra y derechos civiles, provocando un clima beligerante y propicio para el empoderamiento y lucha interna de los derechos sociales.

Recuerdo haber leído esta historia a mis 17 años tras finalizar una clase magistral de filosofía en el colegio. Conocer este origen histórico, me permitió reflexionar sobre la valentía, coraje y consecuencia que tuvieron aquellas personas presentes el 28 de junio de 1969, inspirando un motor interno que marcó gran parte de mi adolescencia. Posteriormente, indagué más sobre el movimiento homosexual en Chile y el mundo, descubriendo que era un patrón más común del que se podía instituir. Sin embargo, existía un poder capaz de paralizar e invisibilizar la historia y progreso de un movimiento empañado de reciedumbre: el miedo. En ese momento, decidí reconocer interna y exteriormente mi homosexualidad, impulsada por la vigorosidad de las personas que enfrentaron aquel temor en épocas conservadoras y irreprochables, quienes hasta el día de hoy guardo como arma de inspiración constante. Si bien, existe un camino extenso y arduo de trabajo educacional, social y cultural en materia de homosexualidad, el avance y progreso individual y colectivo que hemos logrado ha permitido honrar a todas las personas que lucharon en tiempos difíciles contra sistemas discriminatorios y dictatoriales, acción que a mis 31 años me llena de orgullo.


LA OPINIÓN DE LA AUTORA NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Nadia Garcés Montes – Profesora de Educación Física y Salud. Magíster en Gestión y Dirección Organizacional. Directora y Fundadora de puntoequilibrio.cl / nfgarces@uc.cl 


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