Por Carlos Schneider Yañez | Quiero mi 10%

La crisis sanitaria que provoca la pandemia, se convirtió rápidamente en una crisis social y económica de proporciones incalculables. Las restricciones de prolongadas cuarentenas, toques de queda y aforos muy limitados, golpean a numerosas familias no sólo de los sectores más vulnerables -los más golpeados siempre -, sino a profesionales independientes, comerciantes, Pymes, rentistas y un largo etcétera que con desesperación ven en riesgo el esfuerzo de toda una vida.

Los únicos sectores que al parecer se han visto beneficiados son el financiero, el retail y el extractivo (minería, agricultura, pesca). Las deudas se acumulan y nadie va al rescate en forma efectiva de las mal llamadas clases medias, a quienes no les llegan bonos, cajas de mercadería ni perdonazos, mientras hay que seguir pagando los servicios básicos, el arriendo, el dividendo, la cuota del auto, del colegio, de esa vida de primer mundo que financiaba la tarjeta de crédito.

La desesperación que provocan las insistentes llamadas de los cobradores, las eternas restricciones que ahogan cualquier emprendimiento y el encierro obligado entre paredes que parecen achicarse día a día, hacen que lo inmediato nos impida ver cualquier futuro. Es ahí cuando surge el espejismo de un chorro de dinero fresco, que endulzará nuestra cuenta corriente -casi siempre en rojo – y que no hay que devolver con intereses de usura ni recurrir a ese pariente adinerado que siempre dice que no.

El retiro de los tres 10% de nuestros ahorros para una vejez lejana, ayudará a pagar las deudas, porque uno de los principales problemas país es el sobreendeudamiento de los chilenos, que nos permitió llevar una ficticia vida de país OCDE y que a la primera de cambios desnudó nuestra tercermundista realidad. Esta dulce solución que nos hace parecer por breves días, como resurgiendo de las cenizas, nos costará caro, ya que no vendrá el Estado ni los hijos ni los parientes ricos a socorrernos cuando los achaques de la ancianidad toquen a nuestras desgastadas puertas.

En el mundo tecnológico del mañana, entre Excel, bases de datos y añejas redes sociales, los felices beneficiados “diezporcientistas” del hoy, serán las pesadas cargas del mañana. Es el Estado quien ahora, ante hechos consumados, debe buscar una solución que mitigue la futura pandemia de pensiones de hambre, que, si hoy eran escuálidas, luego serán risibles, etéreas, vergonzosas por culpa de las medidas que no se tomaron a tiempo.

Los retiros son necesarios y urgentes, servirán para paliar las necesidades que no pueden esperar, pocos serán los que se llenan de plasmas, banquetes y nimiedades, la irresponsabilidad no es la norma en Chile. Lo que está claro y nadie parece ver, es que futuras generaciones deberán cargar por políticas públicas mal planificadas, ejecutadas y cortoplacistas. ¡Quiero mi 10 porciento!


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Carlos Schneider Yañez – Odontólogo y Magíster en Gestión en Salud. Universidad de Chile. M.B.A. Tulane University (USA).