Por Francisco Herranz | La paradoja chilena: muchos vacunados y confinamiento total

El COVID-19 no da tregua. El aumento de contagios y fallecimientos y la presión en los hospitales son tan fuertes que el presidente de Chile, Sebastián Piñera, se ha visto obligado a ordenar una nueva cuarentena, que cubrirá a 14 de los 19 millones de ciudadanos de esa nación sudamericana.
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Las medidas de excepción, anunciadas el pasado 1 de abril, incluyen el cierre total de las fronteras aéreas y el refuerzo de las terrestres durante 30 días. A los conductores de camiones que atraviesen los pasos fronterizos chilenos se les exigirá un examen PCR con resultado negativo que haya sido emitido como máximo 72 horas antes y podrían ser sometidos, de forma aleatoria, a exámenes de antígenos por parte del personal de salud en el momento de ingresar al país.
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Asimismo, los ciudadanos chilenos y los residentes extranjeros tendrán prohibido salir o entrar, con la excepción de casos con motivos «urgentes y calificados de carácter humanitario, tratamientos de salud o gestiones imprescindibles para la marcha adecuada del país».
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Cerrojo total
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Los residentes de las áreas cerradas sólo pueden salir de casa para comprar comida dos veces por semana. Los desplazamientos quedaron limitados a quienes practiquen «actividades esenciales». El toque de queda se aplicará desde las nueve de la noche a las cinco de la mañana. Y los supermercados no podrán vender licores, ropa, calzado y artículos que no sean esenciales durante al menos 15 días que podrían ser prorrogables.
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El conservador Piñera también decidió retrasar las elecciones constituyentes, programadas inicialmente para los días 10 y 11 de abril. Trasladó su propuesta a la Cámara de Diputados y al Senado para que fuera estudiada y ratificada por el brazo legislativo, como así sucedió, sin problemas. Las fechas barajadas, a expensas de la evolución de la pandemia, son el 15 y 16 de mayo. Los elegidos en los comicios tendrán que redactar una nueva Constitución, lo que supondrá la creación de la Sexta República chilena desde la independencia en 1810.
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El cierre de las fronteras chilenas tendrá importantes efectos económicos pues encarecerá el precio del cobre. Chile es uno de los mayores productores mundiales de este metal, que está experimentando estos meses un alza evidente en los mercados, debido a la paulatina reactivación de la demanda industrial.
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El caso chileno da mucho que pensar, pues atraviesa un pronunciado aumento de las infecciones y los fallecimientos por COVID-19 a pesar de que su ritmo de vacunación es la envidia de toda Latinoamérica y uno de los más veloces del mundo, sólo superado por Israel. Chile ya ha vacunado con una primera dosis a siete millones de personas, el 46% de su objetivo. Y cuatro millones ya recibieron el segundo pinchazo, esto es, el 26,6% de la meta establecida.
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La paradoja
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¿Qué fue lo que ocurrió? ¿A qué se debe esta paradoja? El error garrafal fue creer que las vacunas son la única herramienta de control de la pandemia. No son el bálsamo de Fierabrás, el medicamento milagroso que aparece en las páginas de El Quijote. En realidad, son un instrumento que evita los casos más graves de la enfermedad, pero no su transmisión. Y lo que es muy relevante: los efectos de la vacuna se consiguen entre 14 y 28 días después de la segunda dosis. Es decir, que la inmunidad no se logra de forma inmediata tras el segundo pinchazo, y mucho menos después del primero. El virus sigue circulando e infectando.
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Los expertos consideran que la inoculación por sí sola no es suficiente. Es una estrategia que hay que sumar a otras, como las medidas de contención o de distanciamiento social. Así, un artículo de la revista médica británica The Lancet confirma, que si la estrategia se basa solo en la vacunación, la pandemia seguirá su expansión.
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Con esos altos índices de inoculación colectiva, el Gobierno de Chile se sintió seguro, suavizó las limitaciones y desafió las advertencias de los epidemiólogos, que pedían más cautela y lentitud en la desescalada.
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Así, apelando a la salud mental y buscando también la reactivación de la economía, el presidente Piñera autorizó un permiso de vacaciones que estuvo en funcionamiento desde el 4 de enero hasta finales de marzo para los municipios que se encontraban en la fase 2 (Transición), 3 (Preparación), 4 (Apertura Inicial) y 5 (Apertura Avanzada) del plan Paso a Paso (la fase 1 es la Cuarentena).
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El Plan Paso a Paso es una estrategia gradual diseñada por el Ejecutivo chileno para enfrentar la pandemia según la situación sanitaria de cada zona en particular. Se trata de cinco escenarios o pasos graduales, que van desde la Cuarentena hasta la Apertura Avanzada, con restricciones y obligaciones específicas. El avance o retroceso de un paso particular a otro está sujeto a indicadores epidemiológicos, red asistencial y trazabilidad.
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Apertura y marcha atrás
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Esa apertura fomentó los casos en las zonas más visitadas. En marzo se abrieron las escuelas, pero muchas de ellas debieron cerrar nuevamente sus puertas tras los contagios internos.
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Tampoco se pudo rastrear la afluencia de visitantes extranjeros después de que Chile reabriera sus fronteras, lo que permitió que el virus, incluidas las cepas más infecciosas de Brasil y Reino Unido, se extendiera por toda la nación.
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Las restricciones se aliviaron demasiado pronto y ahora llega el temido y drástico cerrojazo, cuando se acercan las bajas temperaturas del invierno austral.
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Los expertos en salud pública ven ahora la experiencia chilena como un ejemplo de lo que no deben hacer otros países que están aumentando las vacunas y esperan reabrir rápidamente sus economías.
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«Chile es un duro ejemplo de que no debemos asumir que el problema desaparecerá simplemente porque se ha vacunado a mucha gente», declaró el profesor Chris Whitty, director jefe médico del Gobierno británico.
Es también muy cierto que el equipo de Piñera actuó con mucha diligencia y adquirió tempranamente vacunas contra el coronavirus, firmando en 2020 contratos para la compra de millones de dosis, antes de recibir la aprobación final de los reguladores. Como resultado, el país ahora tiene más de 35 millones de vacunas, incluidas 10 millones de Pfizer, 10 millones de Sinovac de China y lotes más pequeños de AstraZeneca, Johnson & Johnson y a través del esquema Covax de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para países en desarrollo.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN