El mandatario lleva al menos un año siendo reactivo, sin capacidad de movilidad, con respiros como el plan de vacunación, pero con la circunstancia de no llevar el timón del país, de no solo no tener relato, sino tampoco altos objetivos propios, con incapacidades propias y factores exógenos que le impiden maniobrar en lo político, economía y planes sociales. Tomás Hirsch: “Es muy lamentable, pero no hay nada por lo cual este gobierno vaya a ser recordado que implique un mejoramiento en la calidad de vida de todos y todas en Chile”. Álvaro Ramis: “No estamos frente a un gobierno que va a completar cuatro años que van a significar deterioro económico, político y social inmediatamente, sino que dejará un daño de largo plazo, intergeneracional”. Camilo Sánchez: “De lo que tenemos que ocuparnos es que los años que le sigan sean con un gobierno muy distinto tanto a este último periodo, como también al de los últimos 30 años”.
SANTIAGO – Este 11 de marzo de 2021 se cumplen tres años de la administración piñerista. Sólo revisar su programa de gobierno y las promesas de los primeros seis meses, dan cuenta de que sus intenciones fueron eclipsadas por una realidad distinta y emergente que impactó aquella tesis del Presidente Sebastián Piñera de que Chile era una isla promisoria en la región.
En sus objetivos primordiales estuvo atender y solucionar la grave crisis de La Araucanía, proteger la infancia, elevar el crecimiento económico con “una consistente agenda pro crecimiento”, mejorar las cifras y situación de la seguridad pública, lograr un liderazgo político/diplomático en América Latina y El Caribe, echar a andar una reforma previsional, bajar la pobreza, y fortalecer a su sector, la derecha política. Junto a eso, en el primer año del multimillonario en La Moneda (con más de dos mil millones de dólares a su haber), se quiso avanzar en echar pie atrás a reformas conseguidas en el segundo gobierno de Michelle Bachelet.
Basta echar un vistazo a las cifras y los sucesos, para concluir que todos esos objetivos fueron fallidos, no resueltos o terminaron en un rotundo fracaso. Esa es la evidencia. Y los logros de un gobierno o un Presidente no se miden por intenciones, sino por los hechos.
En medio del inicio de gestión de Piñera y sus medidas, en 2018, de acuerdo a analistas, académicos, legisladores y dirigentes sociales, se rebalsó el vaso de la desigualdad y el abuso, lo que estuvo en la base de la revuelta social entre octubre de 2019 y febrero de 2020, que cuestionó el modelo económico e institucional sobre todo defendido programáticamente por Sebastián Piñera y derribó, precisamente, las intenciones programáticas del gobierno piñerista.
La sociedad civil y el movimiento social, le cambiaron la agenda al gobierno, al punto que, paradójicamente, la administración de partidos como la ultraconservadora Unión Demócrata Independiente (UDI), tuvo que asumir la materialización de un plebiscito que dio como resultado convocar a la redacción de una nueva Constitución, una antigua demanda de los sectores democráticos, progresistas y de izquierda, así como de la mayoría de la población de acuerdo a distintos sondeos.
Luego vino la pandemia del nuevo coronavirus y se expusieron las miradas conservadoras e ineficaces de Sebastián Piñera y sus ministros, con serios problemas en el diseño de prevención y medidas a tomar, una batalla constante por no entregar más recursos al sector Salud, desproteger a las zonas vulnerables y pobres, y resistirse a planes que dieran recursos a millones de familias, perdiendo la guerra que se dio desde La Moneda para evitar que se pudiera retirar el 10% de los dineros en las Administradoras de Fondos de Pensiones.
Sebastián Piñera llegó a marcar 6% de aprobación en las encuestas, fuerzas políticas y sociales hicieron gestiones para que, dentro del marco institucional, renunciara y diera paso a elecciones adelantadas, regionalmente perdió toda influencia, fue sometido a una querella por violaciones a los derechos humanos (le sigue al dictador Augusto Pinochet en casos y denuncias por ese motivo), perdió todo respeto ciudadano (“RenunciaPiñera” fue consigna extendida) y hasta alejó de su entorno a los partidos de derecha, cuyos actuales candidatos a diversos cargos ni siquiera están dispuestos a verse cerca del mandatario.
Piñera lleva al menos un año siendo reactivo, sin capacidad de movilidad, con respiros como el plan de vacunación, pero con la circunstancia de no llevar el timón del país, de no solo no tener relato, sino tampoco altos objetivos propios, con incapacidades propias y factores exógenos que le impiden maniobrar en lo político, economía y planes sociales. A eso se agregó su apuesta al factor represivo, convirtiéndose en el protector de una de las instituciones más desprestigiada y cuestionada en el país, como lo es Carabineros (con casi tres mil querellas en su contra, juicios por asesinato de personas, procesos por delitos financieros…). El mandatario hizo propio el tono discursivo de la dictadura -podría decirse que de la derecha, históricamente- estableciendo la violencia como el tema central frente al movimiento ciudadano, y repetidamente habló de que el país estaba “frente a una guerra”.
En mayor comenzará a funcionar la Convención Constitucional que redactará la nueva Carta Fundamental, habrá nuevos alcaldes, por primera vez el país tendrá gobernadores. A más tardar en diciembre habrá nueva o nuevo Presidente y en noviembre estará listo el nuevo Parlamento. Estarán los saldos de la pandemia y los datos de la economía. Se prevé hitos de la protesta popular y social, con fuerte incidencia en la agenda nacional. Es decir, Piñera se seguirá desdibujando, desvaneciendo, en una administración terminada y sobrepasada por procesos activos que nada tuvieron que ver con su programa de gobierno y sus planes ideológicos y de gestión.
“El gobierno de Piñera estará marcado por un daño profundo que no es solamente inmediato”
Para el presidente de las Juventudes Comunistas (JJCC), Camilo Sánchez, con el arribo del tercer año de gobierno de Sebastián Piñera, “hay dos malas noticias”. “La primera, es que van tres años de un gobierno a la medida de los ricos, y la segunda es que todavía queda otro año más”, recalcó.
Y añadió que “de lo que tenemos que ocuparnos es que los años que le sigan sean con un gobierno muy distinto tanto a este último periodo, como también al de los últimos 30 años”.
Álvaro Ramis, teólogo y Rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, apuntó que “el gobierno de Sebastián Piñera estará marcado por un daño profundo que no es solamente inmediato. No estamos frente a un gobierno que va a completar cuatro años que van a significar deterioro económico, político y social inmediatamente, sino que dejará un daño de largo plazo, intergeneracional”.
En declaraciones a ElSiglo.cl abundó: “Porque lo que ha afectado este gobierno son bases institucionales de la convivencia política, que costó mucho construir”. Añadió que “durante los últimos cuarenta años, de alguna forma se fueron consolidando, con muchas limitaciones, y parecían instalados, como la subordinación del poder militar al poder civil, el tema del control de las Fuerzas Armadas y de Carabineros bajo tutela civil, el arraigo de Carabineros hacia una cierta gobernabilidad de su ámbito, y eso queda demostrado que quedó deteriorado de manera profunda con la administración de Piñera. Esa involución, ese daño estructural a las bases de la convivencia democrática, va a afectar no solamente a esta generación, sino también a la próxima. Eso es muy grave”.
Tomás Hirsch, diputado de Acción Humanista sostuvo que “este gobierno comenzó con promesas de todo tipo, de mejor calidad de vida, de mejora en la economía, de cambios en distintas materias, y en la práctica será recordado por muchísimo tiempo como un gobierno que en democracia violó, sistemáticamente, en forma gravísima -condenado por organismos naciones e internacionales- los derechos humanos de chilenas y chilenos”.
Consultado, expuso que “este gobierno no supo estar a la altura de los tiempos. Se enfrentó a un estallido social, a un despertar social, se enfrentó a la demanda de las chilenas y los chilenos por una mejor calidad de vida, a las demandas para terminar con tanto abuso y tanta injusticia, por construir una sociedad en dignidad. Y la única respuesta que tuvo fue apalear, perseguir, matar, torturar, enceguecer, abusar en todas las formas inimaginables a quienes se levantaron para exigir respeto y dignidad”.
Hirsch, además, manifestó que “frente a una pandemia, un gobierno con una insensibilidad total, que no fue capaz de entender las necesidades más urgentes, las demandas, las angustias, de las familias chilenas. Hubo que estar permanentemente tironeándolo para que entregara la necesaria ayuda para cada familia angustiada por la pérdida de empleo. Ayuda que, por lo demás, siempre fue insuficiente”.
Para el legislador de Acción Humanista, la administración piñerista “será recordado como un gobierno que más estaba preocupado de su propia imagen, en una absurda competencia con otros países, o con otros gobierno, sin ser capaz de hacer una autocrítica por la cantidad de errores cometidos durante estos años. Es muy lamentable, pero no hay nada por lo cual este gobierno vaya a ser recordado que implique un mejoramiento en la calidad de vida de todos y todas en Chile”.
Frente a este escenario, Tomás Hirsch expresó: “Faltando un año para que este gobierno termine, se hace más evidente la necesidad, la importancia, de converger, en una propuesta con un programa transformador, que permita que los chilenos, las chilenas, los estudiantes, los trabajadores, los pobladores, los pueblos originarios, puedan mejorar su calidad de vida. Ese es el gran desafío que nos dejan estos tres años de derecha que, lamentablemente, no supo estar a la altura de los tiempos”.