Las mujeres dentro de los carteles: ¿cuerpos desechables para sostener la narcoburguesía?

La detención de Emma Coronel Aispuro, esposa del narcotraficante Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, ha puesto en la mesa el tema sobre qué papel juegan las mujeres en el crimen organizado. Entre ‘buchonas’, sicarias y prestanombres, la participación de las mujeres en el narcotráfico ha cambiado a lo largo del tiempo.
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Emma Coronel, conocida como La Kardashian de Sinaloa, fue detenida el pasado 22 de febrero en Virginia por las acusaciones de participar una conspiración para distribuir cocaína, metanfetaminas, heroína y marihuana para ser importada a Estados Unidos.
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La joven de 31 años se ha convertido en un ícono de la narcocultura por su particular estilo de vestir, el manejo de la marca comercial El Chapo Guzmán y por sus intentos de crear una línea de accesorios de lujo con la figura del exlíder del cartel de Sinaloa.
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Sin embargo, siempre se le vio únicamente como la esposa de el Chapo, pues se desconocía el tipo de tareas que hacía dentro del cartel de Sinaloa hasta ahora que la justicia estadounidense la acusa de transmitir mensajes de «Guzmán para promover actividades de narcotráfico mientras él intentaba evitar su captura por parte de las autoridades mexicanas».
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Los cárteles de la droga: un ambiente machista
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Emma Coronel se suma a la larga lista de mujeres detenidas por participar —directa o indirectamente— en las tareas delictivas de sus parejas sentimentales. En la última década, de 2009 a 2019, la población carcelaria de mujeres aumentó un 52% en América Latina y con ello la participación de estas en actividades ilícitas.
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Por lo tanto, el caso Coronel pone en la mesa la pregunta sobre si es posible que el papel de las mujeres esté cambiando al interior de los cárteles de la droga.
Javier Oliva Posada, experto en temas de .seguridad de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), descarta que la participación de las mujeres haya transitado hacia posiciones de liderazgo debido a que «es un ambiente muy machista el del crimen organizado».
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«Si de alguna forma, en algunos momentos, muy contadas mujeres han tenido algún protagonismo mediático es más un aspecto estructural al interior de las organizaciones criminales. Si tú ves en caso de México, las organizaciones criminales más consistentes: una vez que es detenido o abatido un líder criminal, de manera regular, con frecuencia, quedan arriba los hijos o el hermano, pero las mujeres no tienen este papel protagónico salvo algunas excepcionalidades», señaló en entrevista con Sputnik.
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Por su parte, Alejandra León Olvera, antropóloga de la Universidad de Murcia en España, considera «que hay una visibilización mayor, porque si hacemos un recuento histórico, la participación de las mujeres estaba ahí pero estaba un poco oculta. Tal vez en estas posiciones de poder…eran como estas relaciones que no se veían y que tal vez algunas mujeres tomaban decisiones y tenían ciertos puestos estratégicos».
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La participación de mujeres en la industria del narcotráfico ha sido limitada es cierto, pero hay casos como el de Enedina Arellano Félix, apodada La Narcomami, que asumió el liderazgo del cartel de Tijuana cuando sus hermanos varones perdieron la vida o fueron encarcelados por las autoridades.
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En la familia Arellano Félix había tres mujeres más, pero Enedina fue la que más participó en el mundo criminal llegando a dirigir las actividades financieras del cártel. Era el cerebro detrás del lavado de dinero de una de las organizaciones criminales más poderosas en la década de los 90.
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La antropóloga subraya que si bien «hay registros como de que existen esas mujeres [líderes], no se les da tanta visibilidad como se de les da a los hombres, por ejemplo, al volver a los capos de una marca. Porque tenemos que el mismo Chapo y Pablo Escobar ya son una marca. Toda la mercancía que se crea alrededor de la figura del varón».
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En este sentido indica que no solo el narcotráfico, sino también el imaginario que se construye alrededor de este, conocido como narcocultura, «sigue siendo una cuestión súper heteropatriarcal. Entonces estas mujeres con poder se quedan como en ciertas leyendas, que no alcanzan a ser como las jefas de todo el cartel».
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La precariedad y las mujeres en el narcotráfico
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En el informe Mujeres y crimen organizado en América Latina: más que víctimas o victimarias, elaborado por la organización InSight Crime, se expone que dentro de los detonadores de la vinculación de mujeres con la ilegalidad existen «motivaciones socioeconómicas derivadas de contextos vitales precarios, la existencia de relaciones familiares al interior de las empresas criminales y, por último, las relaciones sentimentales o sexuales con hombres líderes de organizaciones criminales originadas en la ‘narcocultura'».
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Oliva Posada explica que uno de los factores que generan la participación de las mujeres en el crimen organizado se da cuando mantienen un lazo afectivo con alguno de «los principales líderes delictivos, pues terminan siendo como las herededas de esa actividad criminal, es decir, se asumen como parte de una dinámica que a ellas, en el caso de las mujeres en el ámbito del tráfico de drogas, les parece normal».
Por otro lado, León apunta que este fenómeno «tiene que ver más con esta ultraprecariedad a la que se ven sometidas las mujeres, porque también muchas de ellas quedan desamparadas o viudas, y entonces se insertan en este sistema de trabajo».
Los roles de las mujeres en el narcotráfico: ¿cuerpos desechables?
El estereotipo de las mujeres en el narcotráfico se ha centrado en las llamadas buchonas, como se les conoce a las parejas sentimentales de los narcos, quienes se caracterizan por ser afectas a los lujos y a las cirugías estéticas.
Sin embargo, en la cadena del crimen organizado son pocas las que ocupan este estatus, pues la gran mayoría ejerce roles de menor rango.
El análisis de la Universidad del Rosario en Colombia e InSight Crime detalla que «las mujeres no solo ejercen una multiplicidad de roles, sino que oscilan fluidamente entre la condición de víctimas y objetos y la de protagonistas y sujetos activos de las acciones criminales».
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«Las acciones que desempeñan es la de llevar mensajes, lavar dinero (…) y en algunos momentos establecer una red de relaciones con segmentos sociales que no estén vinculados al crimen organizado, pero que les ayuda a estar insertados en la sociedad», apunta el académico de la UNAM.

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Por otro lado, León Olvera recuerda que anteriormente las mujeres eran usadas para transportar droga, las llamadas mulas, «pero creo que ahora lo que hay en México es que se han insertado a las líneas del sicariato».

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Una de las mujeres más famosas por ejercer el sicariato es Yesenia Pacheco, conocida como La Güera Loca, quien encabezaba un grupo de halcones y sicarios que trabajaban para el cartel del Golfo. Se dio a conocer por su brutal forma de aniquilar a sus enemigos y por matar a un integrante de Los Zetas con un cutter.
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La dinámica de las organizaciones criminales mexicanas evolucionó en la designación de roles, donde las mujeres pasaron de ser parejas sentimentales a sicarias en defensa del territorio. Entre estos casos se encuentra el grupo de Las Marucheras, ligado al Cártel del Noreste, el de Las Panteras, brazo armado de Los Zetas, y el Cártel de las Flacas, asociado con Los Zetas y el cartel del Golfo.
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En este sentido, León refiere al sicariato desde la perspectiva del filosofó camerunés Achille Mbembe con su concepto de necropolítica, entendido como el poder socio-político para dictar quienes pueden vivir y quienes pueden morir, y de la investigadora mexicana Sayak Valencia con su denominación de capitalismo gore, el cual refiere a las políticas de muerte dentro de las dinámicas de hiperconsumo.
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«Si lo vemos de esa manera es como un trabajo [el sicariato] súper necrpolítico y bueno siguiendo la definición de Valencia de capitalismo gore, yo creo que integraría en el concepto que ella trabaja de proletariado a las sicarias. Son las personas que también son cuerpos desechables, pero que van a sustentar a lo que yo denomino narcoburguesía», subrayó.

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