¿Es realmente sano bañarse tan seguido?

La idea de que se necesita dar una lucha sin cuartel contra los gérmenes de la piel está cambiando para los dermatólogos, que ahora advierten que las personas pueden estar bañándose demasiado seguido.

Tomar un baño es de esos hábitos que las personas hacen en la actualidad casi sin cuestionárselo. En épocas calurosas o para quienes realizan ejercicio o tienen trabajos físicos, darse una ducha dos veces al día es casi un mandato. Nadie puede dudar de que se trata de una actividad relajante pero ¿es realmente sano bañarse tan seguido?

Es sabido que la humanidad nunca ha tenido tanto cuidado por su higiene como en la actualidad. Tampoco se han encontrado antes tantos posibles productos o tratamientos para cuidar la piel. Y, sin embargo, algunos dermatólogos comienzan a advertir que muchas personas podrían estar incurriendo en una suerte de exceso de higiene.

En un artículo para la revista estadounidense The Atlantic, el profesor de la Escuela de Salud Pública de Yale, James Hamblin, recoge la postura de Sandy Skotnicki, una profesora de dermatología de la Universidad de Toronto que cuando recibe pacientes con problemas de irritación en la piel no duda en interrogarlos sobre cómo son sus duchas.

Los pacientes suelen responder que suelen bañarse dos veces al día y que se frotan todo el cuerpo con esponjas. La experta no duda y les responde: «Tan pronto como dejes de hacerlo y te laves únicamente los bits, estarás totalmente bien».

Con el término bits, la especialista se refiere a partes del cuerpo como las axilas, la ingle o los pies. Según explicó, esas partes sí deben ser lavadas, algo que no es necesario con otras zonas del cuerpo como los antebrazos, por ejemplo.

Lo que podría parecer una recomendación poco higiénica tiene su sustento científico: según la experta, un excesivo lavado elimina progresivamente los aceites que ayudan a que la piel se mantenga humectada, protegiéndola de la sequedad y, por tanto, de irritaciones y alergias.

El artículo de la revista estadounidense avanza en comprender que la preocupación de Skotnicki es parte de un cambio de la comunidad científica en la relación entre las personas y sus gérmenes. Las personas ya no deben combatir a los microbios a toda costa —valiéndose de todo tipo de productos químicos— sino que necesitan aprender a convivir con ellos en una relación de balance.

Paradójicamente, relacionarse con los gérmenes ya no es una tarea fácil. Los científicos saben que las personas utilizan en la actualidad infinidad de productos higiénicos y cosméticos que poseen propiedades antimicrobianas. Su uso prolongado hace que el organismo de las personas esté repleto de sustancias que matan a los microbios por millones, incluso a los necesarios para proteger la piel.

De forma curiosa, las personas parecen haber aceptado de mejor manera la presencia de bacterias dentro de su organismo que en la piel. La genetista estadounidense Julie Segre pone esta paradoja en palabras, consultada por Hamblin: «No entiendo exactamente por qué las personas tienen un sentido diferente de los microbios en sus intestinos que en su piel».

Segre remarcó el contrasentido entre la afición de muchas personas por consumir yogures y «ser colonizados por bacterias» pero luego utilizan jabones para manos con poderosos desinfectantes.

Amigarse con los microorganismos de la piel no es sencillo. Para esa tarea, Segre recomienda utilizar algunas sustancias que funcionan como prebióticos, ya que alimentan a nuestros microorganismos, los que suele llamarse probióticos.