Por Raúl Zibechi | ¿China va ganando la «guerra de las vacunas»?

Estamos atravesando una guerra de las vacunas, en la cual las farmacéuticas occidentales atacan a sus pares china y rusa, y viceversa. Pero también hay una guerra por las vacunas, que en este momento se han convertido en un bien escaso por el cual disputan los países.

Luego de que varias personas fallecieran en Noruega tras recibir la vacuna de Pfizer, científicos y medios chinos dijeron que «la comunidad sanitaria china se pronunció en contra del uso de la vacuna de Pfizer en los adultos mayores».

Por su parte, The New York Times asegura que la vacuna china, Sinovac, «no puede detener el virus tan bien como las desarrolladas por Pfizer y Moderna, las farmacéuticas estadounidenses», aunque acepta que es eficiente y segura.

La polémica está servida. Global Times asegura, en base a datos del Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EEUU, que hubo «casi 4.400 reacciones adversas después de que las personas recibieron la vacuna Pfizer-BioNTech COVID-19″.

Más allá de datos que sólo estudios científicos podrán confirmar en el largo plazo, lo cierto es que las vacunas china Sinovac y la rusa Sputnik V están siendo desprestigiadas por los más variados motivos en Occidente, mientras las de Pfizer, Moderna y AstraZeneca son también fuertemente criticadas aunque por motivos diferentes.

La Fundación kENUP publicó cifras que revelan la escala de la inversión pública en Occidente en vacunas y medicamentos contra el COVID-19. En los últimos once meses los gobiernos gastaron más de 100.000 millones de dólares en vacunas y medicamentos contra el COVID-19.

El 95% de los fondos públicos se destinaron a vacunas y sólo el 5% en medicamentos. Por su procedencia, 32% de los fondos destinados a los productores de vacunas procedían de Estados Unidos, 24% de la Unión Europea y 13% de los gobiernos de Japón y Corea del Sur.

Como puede apreciarse, cuando hay mucho dinero en juego la industria farmacéutica se empeña en buscar soluciones rápidas. Sin embargo, los gobiernos financiaron con algunas condiciones: utilizaron Compromisos de Mercado Anticipados (CMA), para tener el derecho a adquirir un número determinado de dosis de vacunas en un período de tiempo determinado.

Un informe de France 24 señala que mientras «los occidentales compraron el 90% de las dosis de las dos vacunas estadounidenses», lo que «dejará huellas y rencor entre los países del Sur», China hizo lo contrario y definió sus vacunas como un «bien público mundial».

El medio destaca que en estos momentos se respira «un aroma de guerra fría» y que «la geopolítica de la vacuna vuelve a trazar las líneas de fractura que se creían pertenecientes al pasado». Este medio europeo cree que China está ganando la guerra de las vacunas por las mismas razones que encumbraron al Dragón al sitial adquirido.

«China tiene ventajas extremadamente importantes teniendo varias vacunas, capacidades de producción considerables, vacunas que a veces son más fáciles de utilizar y, sobre todo, una prioridad muy clara: distribuirla con bastante rapidez a los países en desarrollo», explica a France 24 Antoine Bondaz, investigador de la Fundación para la Investigación Estratégica.

Al tener una incidencia muy baja de COVID-19 en su población, donde los contagios no superan los 100 al día, China tiene las manos libres para exportar la casi totalidad de su producción de vacunas.

El Dragón está llevando vacunas a países de África, Asia y América Latina, pero también a países europeos como Hungría, Serbia y Turquía. Llama la atención el acuerdo con Brasil para fabricar vacunas, a través del gobierno del estado de Sao Paulo, ya que se trata del más cercano aliado de EEUU en la región.

Para el diario financiero español El Confidencial, China será «la ganadora de la guerra mundial de las vacunas». Del mismo modo que al comienzo de la pandemia encabezó la «diplomacia de las mascarillas», ahora puso en marcha una ofensiva geopolítica para «inundar el mundo con millones de dosis de vacunas».

Según este medio, las dos vacunas chinas «no son ni tan seguras ni tan eficaces como las equivalentes occidentales, pero son eficaces y más baratas. De momento son las más utilizadas en el mundo».

En medio de las polémicas sobre retrasos en el traslado de las vacunas, Global Times informa que la empresa china CanSino Biologics está lanzando «una nueva que garantiza una doble protección después de una sola inyección».

Según los datos proporcionados, la vacuna de CanSino utiliza un vector de adenovirus recombinante, una tecnología similar a las que usan la rusa Sputnik V, la farmacéutica británico-sueca AstraZeneca y Johnson & Johnson.

Sin embargo, lo más importante es que «la vacuna se puede almacenar y transportar a temperaturas que oscilan entre 2 y 8 grados, y la producción no necesita el laboratorio de nivel 3 de bioseguridad como lo requiere la fabricación de vacunas inactivadas, lo que según los expertos las hace más accesibles para los países en desarrollo con instalaciones limitadas».

El éxito de China no debe sorprender. Cuenta con la más pujante industria del mundo y con fuertes inversiones en investigación y desarrollo, con científicos y técnicos de primer nivel. Se trata de las mismas características que explican el ascenso de la potencia asiática que esta década se convertirá en el primer PIB del mundo.

Pero con eso sólo no le alcanzaría, ya que las tecnologías occidentales siguen siendo muy potentes, como lo demuestra la enorme capacidad de EEUU para liderar desde la innovación militar hasta la sanitaria.

China ha desarrollado aquellas vacunas que los países de ingresos bajos y medios del mundo están en condiciones de sufragar que, en los hechos, es donde vive la mayor parte de la población mundial. Pero a la vez, está consiguiendo ingresar en espacios como la Unión Europea, que hasta ahora eran coto exclusivo de las grandes empresas occidentales.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Por Raúl Zibechi – Periodista e investigador uruguayo, especialista en movimientos sociales, escribe para Brecha de Uruguay, Gara del País Vasco y La Jornada de México, autor de los libros ‘Descolonizar el pensamiento crítico’, ‘Preservar y compartir. Bienes comunes y movimientos sociales’ (con Michael Hardt), ‘Brasil Potencia. Entre la integración regional y un nuevo imperialismo’, entre otros.