El próximo presidente estadounidense, Joe Biden, anunció como una noticia positiva que las negociaciones del programa económico están por finalizar en la Cámara de Representantes. Con ello el dirigente demócrata traicionó al progresismo norteamericano que lo llevó a la presidencia considerando los términos del acuerdo pactado.
El plan económico implicará un gasto total de 908.000 millones de dólares que sería aprobado en las siguientes semanas. Entre los programas se encuentran apoyar a las pequeñas empresas para contener la pérdida de empleos (288.000 millones de dólares); asistir económicamente a la población desempleada (180.000 millones de dólares); y realizar transferencia a los Gobiernos estatales y locales (160.000 millones de dólares), entre otros.
El verdadero rescate de las empresas ha sido realizado por la Reserva Federal cuyo presidente Jerome Powell anunció la compra de bonos corporativos en marzo del año en curso. El Banco Central ha comprado de manera masiva bonos empresariales incluso bonos basura con el propósito de proporcionar un fuerte financiamiento a las grandes compañías afectadas por la pandemia. Entre las compañías beneficiadas están Oracle, Amazon, Ford, Boeing y McDonald’s, entre otras. Con estos recursos, los empresarios norteamericanos han continuado operando a pesar de la condición económica de las familias empobrecidas.
Esos recursos, sin embargo, no son supervisados por las autoridades gubernamentales por lo que las empresas han usado ese dinero para fines distintos al mantenimiento de los empleos de los trabajadores. De esta manera las grandes empresas han potenciado las operaciones especulativas en los mercados de valores cuyos índices principales (Nasdaq, Standard & Poor’s y Dow Jones) ya recuperaron sus niveles anteriores al estallido del coronavirus. Los empresarios han tenido así la posibilidad de reinvertir esos recursos en acciones de las empresas en tecnologías digitales que son una apuesta segura para conseguir cuantiosas ganancias en un corto plazo.
De manera indirecta, el programa de rescate favoreció a los bancos de Wall Street y los fondos de inversión que no han sido afectados por una quiebra masiva de empresas industriales y establecimientos comerciales. La élite financiera se benefició del financiamiento del Banco Central que prácticamente ha asumido las funciones de un banco comercial que financia directamente a las empresas en lugar de únicamente a las instituciones bancarias. El endeudamiento corporativo es bastante riesgoso pues lo terminarán pagando los contribuyentes norteamericanos. Con ello la clase media continuará achicándose frente a la inmunidad de las empresas industriales y los bancos de inversión de Wall Street.
Esta modalidad de rescate de las empresas seguirá sin duda alguna bajo la administración del próximo presidente Joe Biden. La elección de Janet Yellen como secretaria del Tesoro dejó inviable cualquier posibilidad de implementar una política progresista. Es importante recordar que la futura secretaria se pronunció a favor del financiamiento del Banco Central a través de la compra de bonos corporativos. También dijo que no habría ninguna crisis financiera con la especulación inmobiliaria en 2008 aparte de que ha mencionado que la deuda pública es insostenible y que la gente debe entender que se tienen que revisar ciertos programas sociales cuyo costo ha aumentado por el envejecimiento de la población norteamericana.
En cuanto a la asistencia a los desempleados, los miembros de los Partidos Republicano y Demócrata acordaron recortar los beneficios para la población desempleada en la Cámara de Representantes en el programa económico. Como resultado, los estadounidenses recibirán un monto semanal por 300 dólares, cantidad que representa alrededor de un salario mínimo. Esta cantidad resulta irrisoria para las familias norteamericanas que difícilmente podrán cubrir sus gastos de alimentación, educación, salud, entre otros. Por esta razón, el senador demócrata Bernie Sanders proponía expandir la ayuda económica a los estadounidenses desempleados ante la insuficiencia de los recursos propuestos.
Esta situación es crítica para las familias norteamericanas considerando que una gran cantidad de trabajadores perdió sus empleos (22 millones de personas) en marzo y abril en el año en curso. Cerca de la mitad de los empleos se ha recuperado principalmente en los sectores de finanzas, seguros y construcción dejando a una cantidad considerable de familias desprotegidas en medio de la crisis económica. Las actividades de servicios e industrias continúan afectadas por el cierre de establecimientos ante la poca afluencia de clientes. Los congresistas han dado la espalda a los estadounidenses en contraste con otras naciones donde han ampliado los programas de asistencia económica como Canadá, Alemania y Dinamarca.
Por otro lado, el número de personas contagiadas ha continuado creciendo, el cual alcanzó una cantidad de 17 millones en diciembre de este año. El repunte de los contagios está agravándose llegando a una situación caótica en varios estados como en California, Arizona, Nevada, Nuevo México y Georgia, entre otros. En sus primeros cien días, el Gobierno de Joe Biden aplicará 100 millones de vacunas. Con ello, la vacunación de una gran cantidad de personas se espera que comience a aliviar la penosa condición económica de las familias norteamericanas.
El candidato demócrata anunció un programa de infraestructura por un monto de dos billones de dólares que será implementado en cuatro años. El objetivo del plan es reconstruir la infraestructura —caminos, carreteras, viviendas y energías limpias, entre otras cosas— que contribuirá a la recuperación de empleos. Sin embargo, las fuentes de financiamiento permanecen como una incógnita en el programa. Adicionalmente, la administración estadounidense aumentará únicamente la tasa de impuestos de un 21 a 28% sobre las corporaciones. Es decir, ni siquiera restablecerá la tasa de impuestos corporativos a 35% que estaba vigente antes de la reforma fiscal de Donald Trump.
Por ende, los empresarios continuarán aportando poco dinero a las arcas del Tesoro en un contexto en el cual resultan necesarios recursos para reactivar la actividad económica. Esta situación es comprensible considerando que la campaña demócrata se basó en la maquinaria política de los Clinton que obtienen financiamiento por parte de la cúpula empresarial que está en contra de una reforma fiscal progresista. El programa demócrata no incluyó medidas esenciales como combatir la evasión fiscal de las grandes empresas trasnacionales, establecer más impuestos sobre las ganancias y los estratos de mayores ingresos e imponer un impuesto sobre las transacciones financieras para conseguir dinero de los grandes bancos de inversión de Wall Street.
Pese a que el Partido Demócrata recuperó el control de la Cámara de Representantes, no tiene aún una mayoría en el Senado por lo que tendría que negociar con el Partido Republicano para la aprobación del presupuesto federal en 2021. Es posible que el presupuesto federal sea acotado por la resistencia de los miembros del Partido Republicano quienes se han mostrado opuestos a expandir el gasto público y con ello aumentar la deuda pública en el curso de la pandemia. La falta de un ambicioso programa fiscal prolongaría la recesión económica provocando la quiebra de pequeñas empresas que afectaría de manera significativa a la banca comercial con la suspensión del pago de deudas. Esto iniciaría una crisis financiera que tendría consecuencias inciertas.
Por añadidura, la asistencia económica a los Gobiernos estatales parece que no será suficiente para prevenir una crisis en las finanzas públicas. Por mencionar un caso, el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, declaró que las finanzas estatales están en una condición crítica enfatizando que el monto aprobado no compensará la caída de los ingresos estatales como producto de la pandemia. Por consiguiente, el Gobierno estatal se vería obligado a recortar el gasto público provocando el despido de funcionarios públicos, la cancelación de programas sociales y la postergación de obras públicas. Está claro que la crisis económica está lejos de llegar a su fin en Estados Unidos.
En resumen, los estadounidenses pensaron erróneamente que únicamente tenían que derrotar políticamente a Donald Trump en las elecciones presidenciales para terminar la crisis económica suscitada por el coronavirus. Pero la victoria de Bernie Sanders era crucial para contrarrestar el poder de la facción demócrata vinculada a los grandes empresarios y los banqueros de Wall Street.
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Por Ulises Noyola Rodríguez – Analista económico y geopolítico. Colaborador del Centro de Investigación sobre la Globalización.