Por Francisco Herranz | Informe McCarrick: inusual ejercicio de autocrítica del Vaticano

El Vaticano ha completado un encomiable e inusual ejercicio de autocrítica, al publicar un detallado y demoledor informe sobre el excardenal estadounidense Theodore Edgar McCarrick, sancionado por pedofilia, donde ni Juan Pablo II ni Benedicto XVI salen bien parados de su gestión de las acusaciones de abuso sexual a menores y adultos.

El documento, resultado de dos años de investigaciones y 90 entrevistas, alguna de ellas de 30 horas, exculpa al papa argentino Francisco, pero carga contra los anteriores pontífices, el polaco Wojtyla, declarado santo, y el alemán Ratzinger, por haber mirado a otro lado o creer más al agresor que a la víctima.

McCarrick, de 90 años, fue arzobispo de Washington de 2001 a 2006. Cardenal desde febrero de 2001 hasta su renuncia forzada en 2018. Estaba retirado desde 2006 pero mantenía su influencia hasta que su implicación en abusos a seminaristas, curas y laicos dejó de ser un rumor a voces para convertirse en una grave falta y aflorar múltiples denuncias.

Su renuncia fue la primera de un cardenal por semejante conducta inmoral. En febrero de 2019 fue sancionado con la pérdida del estatus clerical, una medida extrema contemplada por el Derecho Canónico de la Iglesia Católica.

Buen recaudador de fondos, muy bien conectado con los poderes fácticos de la capital norteamericana, defensor de la justicia social, McCarrick mantuvo una posición conservadora en temas como el aborto o el matrimonio homosexual.

Francisco abre la investigación

La falta de respuesta de la jerarquía católica a los comportamientos pederastas o abusivos de McCarrick y otros jerarcas eclesiásticos había provocado un aluvión de denuncias y críticas para que las personas implicadas en el caso asumieran sus responsabilidades. Pero, en 2018, la Santa Sede anunció que el papa había decidido abrir una investigación para esclarecer los hechos, situarlos en su contexto y evaluarlos objetivamente. Ya en 2015, Francisco había dicho: «Seguiremos el camino de la verdad allá donde nos lleve».

Con la premisa de que el abuso y su encubrimiento son intolerables, y la benevolencia con quienes cometieron estos excesos, inaceptables, el Vaticano difundió el pasado 10 de noviembre el esperado informe de 461 páginas —en inglés y en italiano— que sostiene que Juan Pablo II estaba al corriente de las acusaciones, pero no las creyó, y que Benedicto XVI, en 2005, tras conocer la existencia de nuevas acusaciones, pidió la dimisión de McCarrick como arzobispo de Washington y buscó urgentemente un sucesor.

El amplio documento es el fruto de una investigación exhaustiva y sin límite de tiempo realizada entre mayo de 2019 y octubre de 2020, en la cual también se examinó información procedente de numerosas fuentes, como la Secretaría de Estado, la Congregación para los Obispos, la Congregación para la Doctrina de la Fe, entre otros dicasterios (departamentos) de la Curia Romana, es decir, el Gobierno vaticano.

El informe no examinó la culpabilidad del excardenal pues esa cuestión ya había sido dirimida con anterioridad por la Congregación para la Doctrina de la Fe, que abrió un proceso penal administrativo que confirmó el abuso y al asalto sexuales, así como el abuso de poder y autoridad.

Juan Pablo II y los antecedentes

McCarrick ya había sido acusado de pedofilia con «sus sobrinos», según cartas anónimas enviadas a las autoridades estadounidenses en 1992 y 1993. Entonces era arzobispo de Newark (Nueva Jersey). Juan Pablo II ya conocía algunas de las denuncias desde 1999, pues se las había comunicado el arzobispo de Nueva York, el cardenal O’Connor, al entonces nuncio apostólico (embajador) del Vaticano en EEUU.

Con estos antecedentes se llegó a la conclusión de que era imprudente trasladarlo a otra sede. Sin embargo, Wojtyla cambió de idea en agosto/septiembre de 2000 y le nombró arzobispo de Washington en noviembre. ¿Por qué? Porque el propio McCarrick escribió en mayo de 2000 una carta al secretario personal del papa, monseñor Dziwisz, en la que negaba haber tenido ninguna relación sexual con nadie, fuera del sexo masculino o femenino, ni haber cometido abusos. Juan Pablo II le creyó y consideró que aquello eran meros «rumores» y «chismes». Hasta entonces la Santa Sede no había recibido ninguna queja de menores o adultos sobre él.

Según el informe, la experiencia de Juan Pablo II en Polonia «relativa al uso de falsas acusaciones contra obispos para minar el papel de la Iglesia Católica» pudo influir en no dar crédito a las denuncias. Además, conocía a McCarrick desde mediados de los 70. También es relevante señalar que la investigación aclara que tres obispos conocían el comportamiento depravado del arzobispo, pero no sólo callaron, sino que proporcionaron información engañosa e incompleta cuando les requirieron datos.

Los apuros de Benedicto XVI

En cuanto a Benedicto XVI, los investigadores vaticanos admitieron que seguían llegando informaciones sobre la mala conducta del susodicho cardenal. De hecho, en abril de 2005, Ratzinger prolongó dos años su mandato en la capital estadounidense, pero todo cambió a finales de aquel año, cuando buscó un nuevo arzobispo y pidió a McCarrick que se retirara espontáneamente en la Pascua de 2006.

Durante dos años, «los funcionarios de la Santa Sede lucharon sobre la manera de abordar las cuestiones que rodeaban al cardenal», afirma el explosivo informe. El cardenal Bertone, entonces secretario de Estado, presentó al pontífice alemán la cuestión de abrir un proceso canónico para acabar de una vez por todas con las dudas y dictar las sanciones que fueran necesarias. En vez de eso, el Vaticano apeló al cardenal a «mantener un perfil bajo y minimizar sus viajes por el bien de la Iglesia».

En otras palabras, el papa Ratzinger declinó iniciar un procedimiento formal, porque el acusado juró por sus «votos como obispo» que todo era falso y porque las denuncias se remontaban a los años 80 y no había indicios de nuevos abusos. Benedicto XVI optó por tapar el escándalo, lo que implicó que el cardenal continuó con sus actividades públicas en Estados Unidos y otros puntos del planeta, incluso colaborando con el Gobierno de EEUU en Oriente Medio. A finales del Papado de Benedicto XVI, en 2012, un sacerdote informó al nuncio en Washington, Viganò, de que en 1991 había mantenido relaciones sexuales con McCarrick, pero no se investigó si esa declaración era creíble o no.

Francisco lo despoja de su status

De 2013 a 2017, ya durante el Pontificado de Francisco, pocas veces afloró este espinoso tema. Carlo María Viganò afirmó en 2018 que habló con el papa de este tema en junio y octubre de 2013, pero el informe sostiene que no hay pruebas que sustenten eso.

El propio Francisco no recuerda esa conversación con Viganò, quien es uno de sus principales críticos. Antes de 2018, siempre según la investigación vaticana, el papa latinoamericano no trató este tema ni con Benedicto XVI ni con el cardenal Ouellet, responsable de los obispos. Creyendo que las denuncias habían sido revisadas y rechazadas por Juan Pablo II, no creyó necesario intervenir.

En junio de 2017, la Archidiócesis de Nueva York conoció la primera denuncia contra McCarrick por abuso sexual a una víctima menor de 18 años, cometida a principios de los años setenta.

Entonces cuando Francisco le pidió que dimitiera como cardenal. Finalmente, en febrero de 2019, McCarrick fue hallado culpable de violar el sexto mandamiento cristiano (no cometerás actos impuros) y fue secularizado, es decir, despojado de todo su estatus clerical. La fuerte sentencia marcó un antes y un después, aunque para muchas víctimas llegó demasiado tarde.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN