Por Juan Alfredo Rojo | La iglesia en tiempos de responsabilidad social: La oportunidad de atender al Evangelio

“Y ahora ánimo, ánimo, ánimo, porque ahora es el tiempo propicio, y los impíos tiemblan… Animad a los hermanos a hacer la paz entre ellos para que vuestro movimiento adquiera consistencia”

Proclama a los Ciudadanos de Alltedt Thomas Múntzer

Quienes tienen el don de la fe, o aquellos que convivimos con la profunda disonancia de lo espiritual versus lo material, en más de una ocasión hemos sido enfrentados al famoso versículo “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios[1]. Palabras que han servido para que por cientos de años quienes han ostentado el poder puedan marcar un inexistente abismo entre el feligrés y el ciudadano, entre delegar el poder versus participar activamente. Esas mismas palabras han sido utilizadas por iglesias protestantes, cayendo en el absurdo de buscar la legitimad a través de la pomposidad y la jerarquización, tal como su par católica. La iglesia católica (con notorias y admirables excepciones) se han acomodado del status quo y se han empeñado en servir sin miramientos más al César y su actual imperio: las élites políticas y económicas.

Hoy, Chile enfrenta un proceso de envergadura histórica. El 25 de octubre, todas y todos, tendremos la oportunidad de elegir la forma de ordenar política, económica y socialmente nuestra joven República. Sin embargo, hay voces silenciosas que llaman a no inmiscuirse en estos temas, a no opinar, a evitar el sano debate, con el argumento de que la política, la justicia social o el desarrollo de las leyes le corresponden al César y su imperio del siglo XXI. Pero también existen otras y otros que estamos poniendo lo mejor de cada uno para que la opción Apruebo y la Convención Constituyente sean claros triunfadores el día del plebiscito, y sea la comunidad quien pavimente su futuro.

Aunque algunos intenten bombardear a creyentes, fieles y personas cercanas al mundo religioso con palabras de rechazo al cambio y no participación, existimos otros que proponemos un diálogo teológico para el cambio. Una teología que le dé a las personas un Dios que puede impartir paz y buscar justicia al mismo tiempo. Un Dios que busca participación en los cambios para encontrar el bien y no pasividad para esperar que venga el Reino Dios a la Tierra. Porque sencillamente el Reino de Dios se construye todos los días, desde nuestra realidad, desde este Chile que tenemos.

Más allá de un análisis escatológico de “Dad al Cesar lo que es del Cesar”, nos atrevemos a plantear una visión teológica clara. No se trata de entrar en la dinámica de la política burocrática, tradicional, de los grandes salones; o de aceptar las injusticias y bajar la cabeza ante el poder económico. Lo que es del César es de Dios, y si es de Dios también nos pertenece. La Constitución no puede estar a favor de los poderosos, por eso tenemos que participar todas y todos, desde la diversidad de creencias, edades y comunas para terminar con las injusticias como el CAE, las ISAPRES o las AFP.

Es tiempo de que la responsabilidad social de la iglesia se transforme en responsabilidad política. Responsabilidad con el Evangelio, responsabilidad acorde a los tiempos, responsabilidad que escuche el clamor del pueblo, ese clamor que nos une a todes y no diferencia a nadie. El Evangelio no es ley, si no la promesa de la Gracia. De la Gracia de ciudadanos y ciudadanas de marcar nuestro destino.

[1] Marcos 12:17; Mateo 22:21; Luca 20:25. Evangelio apócrifo 100:1-3


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Por Juan Alfredo Rojo – Cursó estudios de Psicología y Teología. Es Árbitro Profesional de Fútbol y Técnico en Logística. Fue director de la Revista 95 Tesis de la Pastoral Juvenil de la Iglesia Evangélica Luterana de Chile y Secretario Nacional de la Misma Institución. Actualmente es miembro no activo de la Iglesia Evangélica Luterana de Chile, considerándose un luterano por convicción y política, además de militante de Convergencia Social.