Por Luis Rivas | Erdogan y Netanyahu, aliados objetivos en la nueva guerra del Cáucaso

Azerbaiyán cuenta con dos apoyos de peso en su guerra con Armenia por la recuperación de Nagorno Karabaj. Turquía e Israel colaboran de forma diferente, pero igual de decisiva, en apoyo al Gobierno de lham Aliyev.

Cuando el primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, firmó en 2016 un acuerdo de venta de armamento con el presidente azerí, no podía ignorar contra quién iban a ser utilizados los sofisticados drones de la empresa de Israel Elbit systems. En el complicado juego de alianzas que se desarrolla en esa zona del planeta, alguien podría extrañarse de que un país musulmán chií, como Azerbaiyán, tuviera excelentes relaciones con Israel, el primer objetivo de guerra y enemigo número uno de la República Islámica de Irán.

Pero la realidad es menos simple. Tel Aviv y Bakú habrían llegado también a un acuerdo por el cual la aviación israelí podría utilizar los aeropuertos azeríes en el caso de un eventual ataque militar del Estado hebreo contra las instalaciones nucleares iraníes. Irán, que cuenta en su territorio con una comunidad armenia, es uno de los países que han reconocido el genocidio perpetrado por el imperio otomano contra la población armenia en 1915. Irán teme también que sus 15 millones de ciudadanos de origen azerí puedan desarrollar sentimientos autonomistas o independentistas. Tras la guerra ruso-persa de 1813, quedaron separados de sus hermanos del norte, que se convirtieron en ciudadanos de Rusia y, después, integraron la República de Azerbaiyán.

Teherán insta a las dos partes enfrentadas por Nagorno Karabaj a encontrar una solución negociada, pero sus representantes en Bakú dejaron claro que «el territorio de Karabaj pertenece a Azerbaiyán». Irán calibra con cuidado su diplomacia en la delicada cuestión del Cáucaso, donde ha irrumpido espectacularmente otro rival geopolítico de peso, Turquía.

Panturquismo y crisis de hidrocarburos

La implicación turca en apoyo a Azerbaiyán aprovecha el momento difícil que atraviesa el país por el freno a la demanda de hidrocarburos provocada por el COVID-19 y el golpe moral que sufrieron los azeríes en julio pasado frente a tropas armenias en una escaramuza que costó la vida a un general y dos coroneles del ejército de sus fuerzas armadas.

La ofensiva azerí de septiembre contó esta vez con la colaboración de Recep Tayyip Erdogan, que aprovechaba así una nueva oportunidad de utilizar el «panturquismo» con la justificación de defender a sus «hermanos azeríes». Para ello, se abrieron oficinas de reclutamiento en Afrín, la zona sirio-kurda ocupada por las tropas turcas y sus mercenarios yihadistas que combaten al Ejército de Bashar Asad.Como han denunciado medios de prensa y organizaciones internacionales, los mercenarios islamistas enviados por Turquía habrían firmado contratos con salarios de 1800 dólares norteamericanos al mes. Otras fuentes añaden que entre los «perros de la guerra» sufragados por Ankara estarían los miembros de la sanguinaria «Brigada del Sultán», uno de los grupos armados que combaten al Gobierno sirio. Facciones de la oposición siria han criticado que «se envíen combatientes al exterior que serían necesarios en Idlib para combatir a Asad».

Purga de prorrusos

También resulta esclarecedor que justo después de la derrota del pasado julio, el ministro de exteriores de Azerbaiyán desde 2004, Elmar Mamediarov, considerado como «proruso», fuera cesado brutalmente y sustituido por el «proturco», Jeyhun Bayramov. A partir de entonces, la campaña de propaganda turca en apoyo a la «recuperación» de Nagorno Karabaj se acentuó en la prensa local para ir preparando a la opinión pública por el nuevo movimiento expansivo del presidente Erdogán.

Las condiciones para un cese el fuego por parte azerí ha sido pronunciadas desde Ankara y Bakú simultáneamente: retirada de las fuerzas armenias del territorio de Nagorno Karabaj con un calendario preciso, y la exigencia a Ereván de que pida perdón por haber manifestado que ese territorio «es Armenia». La respuesta del primer ministro armenio, Nikol Pashinyan fue acusar a Erdogan de querer completar el genocidio de 1915. Por su parte, el presidente de Nargorno Karabaj, entidad solo reconocida por Armenia, subraya que es una guerra que no pueden perder porque supondría el fin de su existencia.El conflicto de Nagorno Karabaj estalló en 1988, cuando este territorio de población mayoritariamente armenia decidió separarse de la entonces República Socialista Soviética de Azerbaiyán. Bakú perdió el control de Karabaj y siete distritos adyacentes tras la escalada de las hostilidades entre 1992 y 1994. Azerbaiyán insiste en recuperar su integridad territorial, mientras que Armenia defiende los intereses de la autoproclamada república de Nagorno Karabaj, que no es parte de las negociaciones.

¿Quién se atreve a frenar a Erdogan?

Según los llamados «principios de Madrid», que representan las soluciones encomendadas por la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), Armenia debería de retirarse de los territorios circundantes de Nagorno Karabaj que ocupó por las armas para proteger el enclave. Después, se celebraría un referéndum de autodeterminación que, está claro, daría la victoria a los partidarios de permanecer bajo la protección de Armenia. Ninguna de las partes acepta el plan. Por ello, los combates siguen aumentando en intensidad. Será la guerra total o alcanzar las posiciones de fuerza más amplias antes de una eventual negociación.

Pero por encima del conflicto entre Armenia y Azerbaiyán flota otra interrogante. ¿Qué país o que institución internacional es ahora capaz de frenar el expansionismo turco? La OTAN, de la que Turquía es miembro, ya ha visto cómo Ankara juega su papel sin atender a reglas comunes. Turquía juega también al límite de sus relaciones con Rusia, con la que mantiene un equilibrio de intereses opuestos en Siria y en Libia. La Unión Europea vive bajo la amenaza permanente de la apertura de las fronteras turcas a los inmigrantes que quieren viajar a Europa. Estados Unidos vive pendiente solo de los comicios del 3 de noviembre. Ante las dudas y los habituales comunicados de la diplomacia internacional, Recep Tayip Erdogan sigue ampliando su influencia. Del Caspio al Mediterráneo, pasando por Oriente Medio, por tierra, mar y aire.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Por Luis Rivas. – Excorresponsal de TVE en Moscú y Budapest. Dirigió los servicios informativos del canal de TV europeo EuroNews. Vive en Francia desde hace más de 20 años.