Por Alejandro Marcó del Pont | Las estadísticas económicas y la incapacidad predictiva

La única función de la predicción económica es hacer que la astrología parezca algo más respetable”
 J. K. Galbraith

Si torturas los datos durante suficiente tiempo, confesarán lo que sea”
Ronald Coas

Es muy común que existan burlas a los economistas, y más cuando involucran predicciones y estadísticas. La más habitual es “pedirle el número de teléfono a un economista y que te dé un estimado”. Hasta 2008 la economía, a fuerza de engaños, había logrado que el mundo aceptara un par de fantasías: en principio, que los modelos matemáticos servían como predictores de indicadores futuros, y como resultado de esta premisa, quedaba en evidencia que la economía era una ciencia superior a sus hermanas, las ciencias sociales, dada su capacidad de anticipar eventos.

Esta idea se apoya en el hecho que la economía, al utilizar modelos matemáticos, indicadores estadísticos y algoritmos financieros, puede anticipar movimientos, y, más aún, no solo preverlos sino fijar algunas leyes apoyadas en el “rigor” de estos modelos. La conclusión y aspiración de esta lógica ortodoxa es la de discriminar a la economía de las ciencias sociales, pero, por sobre todo, desprestigiar a estas últimas por no utilizar instrumentos duros, teniendo que explicar los hechos del contexto para esclarecer un indicador.

Esta capacidad de predicción llegó a su fin en 2008, cuando todos se sorprendieron de la incompetente clarividencia económica para alertar acerca de una de las crisis económicas más brutales de la historia. Cuando ese año se inauguró el nuevo edificio de la prestigiosa London School of Economics, la reina Isabel II de Inglaterra le preguntó a los economistas presentes cómo era posible que los expertos en economía no hubieran previsto la crisis, cómo nadie advirtió esta caída. La respuesta, el fin de las profecías.

Lo cierto es que, al contrario de lo que se piensa, las ciencias sociales no solo utilizan indicadores, estadísticas y datos matemáticos, sino que su interpretación de basa en explicar los hechos del entorno, que son, en definitiva, los que realmente le dan apoyo a una sucesión de preguntas que nos aproximan a una respuesta. ¿Qué significa que el PBI haya caído un 2% o aumentado un 1.5%? Un número por sí solo no aclarar el rumbo de un país. El mundo ha crecido a una tasa menor en los últimos años, ¿esto explica por qué ocho millonarios tienen los mismos ingresos que 3.600 millones de personas?

Paul Krugman, en su reciente columna del New York Times, La miseria interna bruta está en ascenso, nos dará una señal de los hechos del contexto para interpretar los números y, más aún, las absurdas comparaciones interanuales de indicadores de meses normales del año anterior con un mundo en pandemia. Y arremete contra los últimos cálculos preliminares que sugieren que el PBI de Estados Unidos ha crecido con rapidez en el tercer trimestre, que termina en el mes de septiembre.

Wall Street cerró su mejor agosto desde 1984 de la mano del crecimiento de las empresas tecnológicas. Sin embargo, el mercado bursátil no es la economía: más de la mitad de todas las acciones, inversiones en fondos mutuos pertenecen al 1% de los estadounidenses, mientras que la mitad inferior de la población solo posee un 0,7% del mercado. Los indicadores que tengan que ver con la economía real, están apoyados sobre los rangos de ingresos medio que se encontrarían en el percentil debajo del 50%, como muestra la FED, ya sea en la participación en las hipotecas, los créditos al consumo, etc.

Participación de acciones corporativas y de fondos mutuos en manos del 1% superior (percentiles de riqueza 99 a 100) 

Tanto el PBI como los empleos, entre otros, son más o menos la economía, dependiendo cómo se los tome. No obstante, quizás el trabajo sea más parte central de la economía, porque con frecuencia, algunos economistas y muchos políticos, olvidan que la economía no tiene que ver, en esencia, con los datos, sino con la gente.

La encuesta mundial anual encargada por la Confederación Sindical Internacional, con 200 millones de miembros, muestra que los trabajadores y sus familias vivían al límite antes de la pandemia que detuvo al mundo. La encuesta, realizada en 16 países, que representan el 56% de la población mundial, muestra la aterradora imagen que, en un mundo entonces sin COVID-19, tenían los trabajadores del futuro modelo neoliberal.

La encuesta se levantó en febrero y marzo del 2020 en Argentina, Bélgica, Brasil, Bulgaria, Canadá, Chile, China, Francia, Alemania, India, Japón, Rusia, Sudáfrica, Corea del Sur, Reino Unido y Estados Unidos. Y muestra como principales preocupaciones la creciente desigualdad (69%) y la pérdida de empleo (67%). Estas inquietudes surgen en un momento de 2020 cuando una de cada dos personas (52%) calificaba como mala la situación económica de su propio país. La encuesta revela que:

  • Casi la mitad (42%) de las personas piensa que es poco probable que la próxima generación encuentre un trabajo decente.
  • Más de un tercio (39%) ha experimentado directamente el desempleo o la reducción de las horas de trabajo en los últimos dos años, o alguien en su hogar los ha sufrido.
  • Tres cuartas partes (76%) dice que el salario mínimo no es suficiente para vivir.
  • Un tercio (33%) de las personas ha experimentado menos control sobre su elección de un trabajo decente.
  • Más de uno de cada cuatro (28%) tiene menos control sobre las horas que trabaja.

El empleo total no agrícola en nómina aumentó en 1,4 millones en agosto y la tasa de desempleo cayó al 8.4%, según informó la Oficina de Estadísticas Laborales de EE. UU. En agosto, la tasa de desempleo se redujo en 1.8%, del 10.2% al 8.4%, haciendo que el número de desempleados bajara a 13.8 millones de personas. Como se ve, la cantidad de desempleados sigue bajando en los Estados Unidos, pero este mes a una tasa considerablemente menor que la de los meses anteriores, más aún si se considera que unos 350 mil son trabajos temporarios.

Lo anterior significa que de abril a junio la economía americana despidió a 51 millones de personas, y si bien se está recuperando y absorbió casi 38 millones de desempleados, la nómina laboral está por debajo de los números que tenía en febrero de 2020 en 13 millones de personas. Cabe destacar la facilidad que tiene la economía americana para expulsar trabajadores, la flexibilidad en sus contratos y las nuevas modalidades de negocios que traen aparejada esta uberisación del convenio laboral.

La situación sigue siendo grave para los trabajadores más afectados. La caída provocada por la pandemia afectó de manera desproporcionada a los empleados del sector del ocio y el esparcimiento —los restaurantes, por ejemplo—, el empleo en ese sector sigue disminuyendo, es decir, perdieron su trabajo las personas que tenían aún antes de la crisis el menor rango salarial.

Un hecho inquietante del informe laboral de agosto fue que los salarios promedio aumentaron, y aquí sí ingresan los hechos del contexto, porque de otra forma la explicación no tendría sentido. Que el salario promedio haya aumentado no se trata de un error de imprenta, lo sería si los trabajadores de bajos salarios más afectados por la crisis fueran contratados de nuevo, lo que haría que los promedios cayeran. Pero no es así, no se los está contratando, el aumento de los salarios promedio es la señal de que los que realmente necesitan trabajo no lo están consiguiendo. Los trabajos de menor paga quedan más y más fuera de la grilla salarial, por eso el promedio aumenta.

La idea de la economía predictiva se esfumó, y hay que empezar a explicar los hechos del contexto, porque detrás de los números, desdichadamente, suele haber personas.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN 

Por Alejandro Marcó del Pont – Lic. en Economía y Magíster en Relaciones Internacionales (Universidad Nacional de La Plata). Analista de economía. Columnista y comentarista en varios periódicos, radios y televisiones internacionales. Bloguero en El Tábano Economista.