Entrevista a Rodrigo Ruíz “Hay una pérdida de sustentabilidad de la democracia”

“Una democracia que iba en retroceso y que tenía cada vez menos capacidad de convocatoria, menos credibilidad”

“No se encuentra en el Estado, en las instituciones públicas, un lugar de eficacia para resolver problemas”

“La gente, las comunidades, la capacidad auto organizada, la auto convocatoria, construyen respuestas, se esfuerzan por construir respuestas a esta situación”

“Nadie puede decir que con la vacuna se acabó la crisis”

“No veo resuelta la forma en que mayorías sociales que se levantan desde octubre, en los cabildos, asambleas auto convocadas, encuentren canalización de su participación”

VALPARAISO – El antropólogo Rodrigo Ruiz trabaja actualmente en el municipio ciudadano de Valparaíso, es articulista en medios de prensa y tiene una trayectoria en orgánicas de izquierda. En recientes análisis abordó un tema que aparece crucial en este período en el país: la institucionalidad política confrontada al movimiento social.

Cómo en medio de la crisis de credibilidad de los partidos políticos y del Parlamento, y de la ausencia del Estado ante la crisis sanitaria y la crisis social, surgen y se expanden organizaciones y respuestas del mundo social, de los de abajo, con cabildos, asambleas auto convocadas, ollas comunes, comedores populares, trabajo territorial.

Me llamó la atención un artículo tuyo en Le Monde Diplomatique Chile, donde planteas que la institucionalidad política está rebasada, básicamente por la actividad de la gente, los cabildos, las ollas comunes, la organización territorial, experiencias de acopio de alimentos.

En términos políticos institucionales el 18 de octubre de 2019, con la apertura de un estado de movilización social muy fuerte, mostró o terminó de evidenciar algo que veíamos acumularse con el tiempo, que hay una pérdida de sustentabilidad de la democracia en Chile. Una democracia que iba en retroceso y que tenía cada vez, menos capacidad de convocatoria de la ciudadanía, que tenía menos credibilidad, con una capacidad cada vez más baja de movilizar a la ciudadanía. Eso se expresaba, en términos dramáticos, en lo electoral, en una contracción del padrón electoral. Pero en ausencia de otras instancias de participación efectiva de la comunidad en la vida pública. La democracia, como el aula pública, se fue convirtiendo en una especie de sinónimo de la tecnología de gobierno, en definitiva, y la fue desproveyendo de sustentabilidad efectiva donde la gente habitara ese lugar.

Porque si la democracia tiene que ver con la participación del pueblo y las mayorías, lo que nos pone en evidencia el 18 de octubre es que las mayorías están en cualquier lugar menos en la institucionalidad política formal o que ambas cosas no están bien ensambladas. Lo que expresa la actividad política formal no coincide en ningún caso con lo que expresa la voz popular que toma la calle en octubre. Ahí hay un desajuste que interroga a la institucionalidad democrática profundamente.

Después, cuando se desata la pandemia, lo que uno puede ver de manera dramática, tú sabes que yo trabajo en el Municipio de Valparaíso, es que la pandemia está acompañada de una crisis económica muy potente y una crisis alimentaria, porque cada vez hay más gente a la que le cuesta llevar un plato de comida a la mesa de su familia. Vemos la pérdida de puestos de trabajo que supera el 30%, y otros efectos, porque más allá que el retiro del 10% desde las AFP le inyectó alguna liquidez a la economía temporalmente, hay un problema estructural mucho más grande.

En lo medular de tu pregunta, en este cuadro, no se encuentra en el Estado, en las instituciones públicas, un lugar de eficacia para resolver esos problemas y esas situaciones que te mencionaba antes. La distribución masiva de esas cajas con alimentos, derechamente no fue una respuesta eficaz, fue un paliativo que en muchos lugares fue valorado, pero no es una respuesta eficaz a un problema que sigue presente y que probablemente siga con posterioridad a esta crisis sanitaria. Esto que estamos viviendo es probablemente lo que vivamos por varios años hacia adelante, dada la crisis general del ordenamiento neoliberal en el que estamos metidos.

Frente a eso, lo que uno ve es que la gente, las comunidades, la capacidad auto organizada, la auto convocatoria, construyen respuestas, se esfuerzan por construir respuestas a esta situación. Ahí donde ha fallado el orden social general, donde han fallado las instituciones, actúa la gente. Fallado en qué; en alimentar, en las tareas del cuidado, en la protección social, en la seguridad social. Y la comunidad aparece y trata de resolver con sus propios medios esas tareas, empieza a tomar un lugar que debiera ser, según todos los relatos públicos, de la hegemonía, debió ser tomado por el Estado.

Ahí surgen las ollas comunes, los comedores populares, los cabildos, las redes y labores territoriales, el apoyo social de profesionales…

Claro, ahí donde la democracia dejó de operar en su nivel básico que es la conversación y la participación ciudadana mayoritaria, aparecen los cabildos, masivamente, y ante el tema de la falta de alimentos aparecen las ollas comunes. Entonces, los cabildos, las asambleas auto convocadas, son aquellos lugares donde la democracia se llena efectivamente del diálogo público que debiera ser el punto básico, nodal, el lugar de origen de toda democracia. Ahí donde había dejado de ocurrir, por los procesos de individualización del neoliberalismo, los procesos de destrucción de los tejidos sociales colectivos, los cabildos asumen ese lugar. Lo mismo ocurre con las ollas comunes y las otras experiencias de alimentación comunitaria, y otras que no son de alimentación, por ejemplo, de grupos de vecinos que se organizaron para sanitizar espacios, para cuidar a los vecinos que estaban en una situación más pauperizada en el barrio, para cuidar a los adultos mayores, grupos de profesionales que se levantaron a apoyar, como psicólogos que se levantaron como redes de escucha para personas o familias que lo estaban pasando más mal en la pandemia. Me comentaban de gremios profesionales, como el Colegio de Matronas y Matrones que ponían un teléfono y hacían voluntariado para atender mujeres gestantes que estaban teniendo dificultad para acudir a la red de salud pública, porque en pandemia hay que evitar la visita a un centro de salud. Hay una gigantesca cantidad de iniciativas que a través del voluntariado, de la organización comunitaria, empiezan a resolver problemas.

Yo quisiera decir que empiezan a construir políticas sociales. Deberíamos hacernos cargo de eso, aunque sea un poco arriesgado decirlo. Pero creo que son políticas sociales no estatales, en definitiva.

“Nadie puede decir que con la vacuna se acabó la crisis”

¿Esto indicaría que se está incubando algo más allá de la crisis de la pandemia, un fenómeno nuevo en el país, incubando un nuevo formato de cómo la gente se organiza y participa? ¿O en la medida que salgamos de la pandemia eso puede ir decreciendo?

Uno no puede jugar a la futurología. Se podría decir que si se recupera la economía y se descubre la vacuna contra el Covid-19, bueno, la organización y la participación social retroceden. Yo no lo veo así. No creo que sea bueno fantasear, que las clases dirigentes del país fantaseen con que resolviendo tres o cuatro cosas este impulso participativo de la sociedad puede ser desactivado. Creo que la retracción de la participación social, la pérdida de vitalidad de los espacios sociales colectivos y comunitarios, tiene que ver con la imposición del orden neoliberal en nuestro país y con su maduración. No son cosas que aparecen mágicamente, tienen expresión concreta, orgánica, con ese fenómeno. En la medida que uno entiende que ese orden social está en crisis, y eso lo dice mucha gente, incluso gente que no es de izquierda, lo dicen sectores de la derecha, lo que uno tiene que preguntarse es cuáles son los aspectos políticos y sociales de esa crisis. Porque ese orden está en crisis en términos económicos, eso está claro, es evidente, no son crisis episódicas, se ve el agotamiento de ese orden neoliberal, y esa crisis económica viene acompañada de una crisis política y social. Y hay que ponerse responsablemente frente a un escenario grande.

En esa línea hay que colocarse. Mira, para invocar una voz que no tiene nada de sospecha en la esfera pública, Bill Gates. Decía, prepárense porque viene una crisis aún peor que esta pandemia; si estamos asustados por la pandemia, debiéramos tener la voluntad de observar la crisis que viene con el cambio climático. Entonces, estamos ante un escenario global donde hay una forma de organización social, humana, que debe ser replanteada. Porque el cambio climático tiene que ver con una forma en que desarrollamos nuestra relación con el medio ambiente, la sequía tiene que ver con eso, porque una cosa es que haya poca agua y otra es cómo manejamos los recursos hídricos, y en Chile eso se lleva de manera pésima.

Entonces, qué anuncia, por dónde puede creer uno que pasando la pandemia las cosas se van a aquietar, van a pasar, se van a resolver. No lo veo. Nadie que esté en la discusión pública responsablemente puede decir que con la vacuna se acabó la crisis y la gente se olvidó de la movilización. Pienso que hay un empuje muy potente de la gente organizada, de los tejidos barriales, de las personas organizadas, de los ciudadanos en cabildos y ollas comunes, que se dio cuenta que es necesaria su acción directa para cambiar el curso de las cosas. Eso no se puede cambiar de la noche a la mañana, no va a caer de la noche a la mañana, no va a terminarse porque algunos sectores de la elite crean que por un par de aspirinas se va a resolver la situación.

Ahora, si viene un estado de movilización como el iniciado el 18 de octubre del año pasado, miles en las calles, no lo sabemos. Es algo que no vale la pena tratar de prever, como futurología me refiero.

¿Crees que los partidos políticos, dirigencia políticas, están minimizando todo esto, no lo ven, no lo comprenden? Porque esto que tú analizas tiene un componente social, de la base social ciudadana. Y algunos partidos aparecen priorizando las siete u ocho elecciones que vienen, si llegan o no a acuerdos, están metidos en la disputa presidencial, como no priorizando estos temas de la sociedad civil, de la base social del país.

Mira, yo creo que lo primero es que no hay que generalizar cuando se habla de los partidos políticos y de la institucionalidad política. Porque hoy tenemos una pluralidad de actores mucho mayor que hace diez años atrás. Obviamente hay actores del mundo de la derecha, de los sectores más tradicionales de la Concertación que acuden a lo que tú describías, eso es así, tienen esa agenda institucional y como que no se enteran de todo lo que ha estado pasando en Chile.

Por otro lado, creo que hay fuerzas que están intentando sanamente, construir una solución institucional a la crisis social y política que hemos vivido y que estamos viviendo. Pero que a mi modo de ver, no han sido eficaces en ese esfuerzo.

Estamos ante el peligro, efectivamente -que es el fondo de tu pregunta-, de que el momento electoral ordene, o intente ordenar, la movilización social -y me refiero tanto a gente saliendo a una marcha como a salir a una sede vecinal a cocinar para sus vecinos, moverse en función de objetivos públicos-, creo que hay un intento de ordenar desde arriba, en la lógica vertical, de pactos nacionales, de acuerdo a lo que manda la ley electoral, y terminan pasando por arriba y tratando de imponerle a la especificidad, a la heterogeneidad de lo local, una lógica de ordenamiento vertical, porque funcionan en base a las costumbres electorales, a las determinantes electorales, y hoy la gente creo que está diciendo, y lo dicen desde el 18 de octubre, que eso no da más, que no quieren eso. La gente lo que dice es “queremos participar nosotros, queremos decidir nosotros, queremos que se nos escuche, nunca más sin nosotros”. Hay infinidad de consignas en las calles y en los espacios de participación que son suficientemente claras de lo que la gente quiere y que no se está escuchando.

Ahora nos van a querer decir que para que las cosas anden bien, tenemos que portarnos bien en el proceso electoral para que las mayorías que ellos representan -los partidos- se representen en el Congreso, en la institucionalidad, cuando no ofrecen ninguna garantía de que esas mayorías institucionales representan efectivamente a las mayorías sociales. Ese es un desajuste clave. Lo que necesitamos es que se representen las mayorías sociales.

Riesgo de que la institucionalidad haga del proceso constituyente un simulacro

En todo este contexto, ¿qué importancia le das al proceso constituyente, al plebiscito, a esta fórmula constitucional, camino a la posibilidad de una nueva Constitución?

La más alta. El proceso constituyente y dicho así -bien dicho como lo dijiste-, no el proceso constitucional, es la posibilidad de que esa voz mayoritaria que fue tomando forma en la revuelta, se instale como la voz principal que dibuje, que trace, la nueva sociedad que queremos, la sociedad más justa que queremos y que se exprese eso en la Carta fundamental. Esa discusión está abierta y, precisamente, es el tipo de temas que se van a votar. Soy partidario de la Asamblea Constituyente porque es el lugar efectivo donde se suspende el funcionamiento de un ordenamiento en crisis y se abre la posibilidad de constituir uno nuevo. Eso es lo que se espera de un proceso constituyente de verdad y no un proceso maquillado de cierto continuismo como muchos quieren darle, sobre todo los sectores de derecha.

Lo que me preocupa del proceso constituyente es que no veo resuelta la forma en la que las mayorías sociales que se levantan desde octubre y que se levantan en los cabildos y las asambleas auto convocadas, encuentren una canalización efectiva de su participación en este proceso constituyente. Creo que las fórmulas que se están ensayando son, de alguna forma, restrictivas. Por eso, para mí, y entiendo que para muchos, la Asamblea Constituyente era la más potente y que más claramente daba cuenta de la necesidad de que sea esa voz multitudinaria de la gente que se expresa en este proceso.

En esa línea, el acuerdo político de varios partidos dejó fuera la Asamblea Constituyente, y el tema está concentrado en las dos Convenciones, la Constitucional y la Mixta, porque ahí se discutirá el nuevo texto. Considerando que la Convención Constitucional no es constituyente -aunque algunos insisten comunicacionalmente en ponerle esa palabra-, no es propiamente una Asamblea Constituyente, es algo más que gramatical el tema, es una concepción del tipo de instancia que se usa, por algo el acuerdo político no puso Convención Constituyente, le pusieron Convención Constitucional. Después viene el tema de los dos tercios, y que con ese quórum no pasen cuestiones cardinales en una nueva Constitución, pese a que en el arco opositor algunos relativizan eso y dicen que no hay peligro. Bueno, el peligro que, de acuerdo con todo eso, finalmente no pase nada y no haya realmente una nueva Constitución. Aunque pocos quieren hablar de eso.

El peor escenario que podemos tener ante nosotros, es la posibilidad de que la institucionalidad política haga todo de forma tal de que este proceso constituyente se convierta en un simulacro finalmente.

¿Ese peligro existe?

Ese peligro está instalado. Es totalmente falso decir que Convención Constitucional o constituyente como unos le ponen, es igual que una Asamblea Constituyente, no es lo mismo. La opción de Asamblea Constituyente en la radicalidad transformadora que ella expresa. Y fue suprimida de la discusión institucional, fue sacada del voto como opción para la gente, y punto. Por razones que podrán ser atendibles, que la gente que estuvo en el pacto del 15 de noviembre podrá fundamentar, pero en los hechos la Asamblea Constituyente fue eliminada como la opción que más radicalmente podía expresar la voz pública en el proceso constituyente. Siempre me llama la atención las palabras que se usan y cuando se dice que en la modalidad de Convención Constitucional existirá la modalidad de levantar listas de independientes, ¿cómo que de independientes? Como que los independientes, o sea, los que no tienen militancia, fueran una especie de anexo de la política, es decir, que la política normal es la de los partidos, y les vamos a dar una especie de apéndice para que participen los llamados independientes. Cuando lo que el 18 de octubre instala es que ése espacio, el de los llamados independientes, es el verdadero espacio de la política, no es un anexo en el proceso constituyente, no es un pedacito que se le dio a los ciudadanos, para que participe la gente, porque en realidad lo fundamental ocurre en este otro lugar que son los partidos. La soberanía no está ahí. Menos en el Parlamento, o con los parlamentarios, que es un espacio que viene haciendo crisis hace mucho rato.

Y por las votaciones es relativo que estén representando mayorías.

Absolutamente. ¿A quiénes realmente representan? Vamos a la cantidad de votos que tienen. No representan a esa voz multitudinaria. ¿Cuántos parlamentarios o dirigentes políticos podían ir a las movilizaciones que había en las calles sin ser rechazados por la movilización? Poquísimos. ¿Cuántas autoridades podían ir a pararse ahí? Poquísimas. Esos termómetros de la política como que no se quieren ver. No es que unos cuatro exaltados quisieran expulsar a alguien de la calle, no, no hay que reducirlo a eso. Hay ahí también el agotamiento de un orden institucional, que hay que escuchar responsablemente, sino el proceso constituyente es falso.

Acuerdo opositor: “proceso completamente abierto”

En este cuadro, ¿cómo ves la capacidad de resolución, de coordinación, de la oposición política? La compleja resolución de los convenios en la oposición.

Es muy difícil, es muy complejo, creo que estamos en un proceso completamente abierto al respecto. Hay liderazgos que están partiendo, que están en proceso de fortalecimiento, hay liderazgos que están retornando. Me parece que si se da la discusión tradicional de las primacías de los partidos y de los pactos, de los liderazgos institucionales, que es como creo que está avanzando esto, será complicado.

Quisiera aclarar una cosa en medio de esta conversación, Hugo. Puede parecer en mis palabras que hay un cuestionamiento radical a la acción de las instituciones, y no es así. Soy parte de un proyecto de acción política institucional, estoy en una alcaldía, en un municipio, y soy parte del esfuerzo con mucha otra gente por tratar de construir accesos a gobiernos locales para producir cambios institucionales. Así como tiene que ocurrir en el proceso constituyente. Lo que me parece y quiero subrayar, es que en este momento la relación entre la institucionalidad política efectivamente existente ahora, y la voz mayoritaria que se desplegó en la calle, que la revuelta desplegó, no está siendo bien resuelta. Y que esa crisis institucional, crisis de credibilidad y de funcionamiento, no está siendo suficientemente escuchada y considerada.

Y aquí voy a lo que tú me planteabas. Mi problema es que si la oposición no atiende a la relevancia que tiene la revuelta social en el ordenamiento institucional, no va a resolver el problema de fondo. Si la oposición no arregla las formas de entendimiento para construir las candidaturas, para dirimir las candidaturas, de acuerdo a escuchar esa voz mayoritaria, entonces va a fallar, va a trastabillar, porque no es solo una oposición al gobierno de (Sebastián) Piñera, es una oposición respecto del orden neoliberal vigente. Claro, hay un sector de la oposición que no es oposición al orden social vigente, y por tanto uno se puede preguntar qué curso de acción mayor va a tener en el proceso constituyente. Y está la oposición que sí se opone a ese orden. ¿Cómo se resuelven los fenómenos electorales? Estoy completamente de acuerdo en que hay que resolverlos y resolverlos bien. Mi preocupación de fondo, respecto a tú pregunta, es que no veo que eso se esté resolviendo de cara a las agendas que está proponiendo la gente en las distintas localidades, en los territorios, en los lugares donde se construyeron los cabildos, donde funcionan las ollas comunes, en donde la gente está tomando la sobrevivencia en sus manos. Y de nuevo están instalando las mesas de negociaciones, los espacios de negociación, que son necesarios, no los cuestiono, ni siquiera los cuestiono éticamente, porque hay gente que levanta esa sospecha, porque son necesarios. Pero creo que hoy, como siempre, están obligados a escuchar esa voz que puso la ciudadanía sobre la mesa. Tú me hablabas de ese artículo que escribí, y lo decía ahí, no hay una relación orgánica entre esa movilización social de octubre y el mundo de la oposición, no es que la movilización social respalde a la oposición institucional mecánicamente, para nada, esa no es una relación establecida ni ganada por el mundo de la oposición. Por nadie, por ningún sector.

Hay un sector que formalmente es oposición, pero realmente no lo es. Hablando de la oposición que realmente está en contra de los proyectos del gobierno de Piñera, que está en contra del orden neoliberal, del actual sistema institucional, ahí está el meollo, cómo resuelve ese sector el tema de la política institucional con la demanda social.

Absolutamente. Para decirlo bien claro, ni la alianza de la cual participa el Partido Comunista, la Federación Regionalista, el PRO, ni la alianza que significa el Frente Amplio, que son alianzas fundamentales en todo esto, tienen resuelto ese problema a mi modo de ver, ni ganado el futuro respecto de este tema. Creo que la movilización social es, a ese respecto, tremendamente desafiante para la política en ese sentido. Ninguno de esos sectores, por más que aparecen como la verdadera oposición, con la nueva política, y que, por cierto, tienen mucha más empatía con la movilización en la calle que los otros, eso es indiscutible, tiene resuelto este tema. Sería un error garrafal creer que cualquier forma de negociación y de construcción de pactos entre ellos, si está hecho de espaldas a la gente, sin la participación activa de la movilización, desde abajo, va a resolver el problema o va a contar con respaldo. Creo que sería un error pensarlo así. Por qué me preocupa. Porque no veo en la realidad, en la esfera pública, algo que nos indique lo contrario.


Por Hugo Guzmán