Entrevista a Ex ministro Marcos Barraza (PC) “La candidatura de Daniel Jadue tiene mucho arraigo popular”

 “Lo que busca Lavín es no aparecer en el espacio de la derecha cavernícola neoliberal”

“Esas identidades, incluida esta de ‘derecha social’, son funcionales para mantener lo esencial de las desigualdades”

“Las próximas elecciones y el plebiscito del 25 de octubre, van a expresar con nitidez que hay un cambio en la identificación política”

“El carácter del proceso constituyente que se defina después del plebiscito de octubre será un espacio en disputa”

“La ampliación para candidaturas independientes a la Convención Constitucional, será posible en la medida que el movimiento social sostenga esa lucha, esa demanda”

“Lo que está en discusión es el sistema político, el sistema económico, el sentido cultural del país”

SANTIAGO – Marcos Barraza es actualmente integrante de la Comisión Política del Partido Comunista (PC). Fue ministro de Desarrollo Social y actualmente es académico de la Universidad de Santiago. En entrevista analiza las últimas definiciones de Joaquín Lavín y Pablo Longueira, habla de la instalación de la candidatura presidencial de Daniel Jadue, comenta el papel del movimiento social en el proceso constituyente y el peligro de que ese proceso sea secuestrado por las elites, y concuerda con que éste es un gobierno fallido y fracasado.

Están pasando cosas extrañas, peculiares. Joaquín Lavín se declaró socialdemócrata, Pablo Longueira se manifestó por el Apruebo nueva Constitución, Marios Desbordes dice que es de “derecha social”, Jaime Bellolio se autodefinió demócrata liberal. ¿Son tácticas políticas, mediáticas, hay algo de fondo en un reordenamiento de la derecha?

Antes de contestar eso, debo plantear que una respuesta parte de la premisa de que la socialdemocracia en su expresión neoliberal allanó las políticas neoliberales y de reducción del Estado tanto en América Latina como en Europa, eso es un hecho de la causa. Ahora, sobre la pregunta, creo que una parte de la derecha logró reconocer e identificar que las transformaciones que está experimentado Chile son más profundas que un malestar social como se quiso establecer por parte de analistas o investigadores de perspectiva neoliberal y que refleja un proceso de ensayo de darse cuenta en materia de consciencias. En buena medida hay un sector de la derecha que reconoce que el eje de la sociedad definitivamente se trasladó hacia las posiciones transformadoras contrarias al neoliberalismo, y en consecuencia centradas más bien en la noción de derechos y sujetos y, por cierto, en la dimensión colectiva.

Una fórmula para atenuar el impacto de esas identidades desde el punto de vista de las transformaciones, es arroparse o vestirse con ropajes menos neoliberales, pero no un ropaje que llegue a ser transformador y menos de izquierda. Siguen siendo neoliberales y les resulta funcional y conveniente ahora arroparse, por ejemplo, del concepto de socialdemocracia. Eso en términos de cómo enfrentar una sociedad que rechaza todo lo que representa la derecha y el neoliberalismo.

¿Eso significa que personajes como Lavín y Longueira están experimentando cambios políticos de fondo?

No, no es eso. Lo que digo es que en el Chile presente hay un sector de la derecha que tiene claridad de que sostenerse a sí mismo, desde la identidad neoliberal, no le es conveniente. No es que hayan cambiado, no es que se hayan acercado a posiciones de derechos sociales. Están buscando un ropaje que les permita mantener lo esencial del modelo económico y político.

¿Una impostura?

Una impostura, ciertamente. Siguiendo “El impostor” de Javier Cercas, quien se construye una identidad falsa para asimilarse a un mundo que no es compatible con su identidad política. Pero, además, tiene una segunda direccionalidad e intencionalidad este discurso de decirse de la socialdemocracia o del liberalismo democrático, que es la idea de ir construyendo alianzas con sectores nostálgicos de la transición pactada, de la democracia de los acuerdos, de las gradualidades crónicas, que no transforman nada pero hacen como que transforman. En el fondo, planteado desde la estética en términos de no aparecer como neoliberal, pero también desde la funcionalidad táctica, que es construir puentes y caminos de conjunto con las posiciones neoliberales que también existen en la oposición.

Se dice que les puede redituar electoralmente. Pero no significa que están planteado un proyecto de país distinto al que vienen sosteniendo en las últimas décadas.

Esto está en el ámbito de la estética. Pero no en el ámbito de la ética y de los contenidos. Está lejos de ser un planteamiento político y en las antípodas de una postura política transformadora. Lo que busca Lavín es no aparecer en el espacio de la derecha cavernícola neoliberal.

¿Esto convence a sectores en lo electoral?

Tengo la impresión que en términos de número grueso, el proceso de construcción de pensamiento antineoliberal que vive el país es bastante profundo. En general lo que hemos visto desde el levantamiento del 18 de octubre, incluso desde antes, son esfuerzos infructuosos de sectores del neoliberalismo y de la derecha por construir una franja que dispute al mundo popular que está en alza y que apacigüe esas transformaciones sociales, económicas y políticas. Creo que esas operaciones, porque está en el ámbito de las operaciones políticas, no le han rendido frutos. Si uno mira las expectativas sociales en el ámbito de todas las encuestas, si uno mira la voluntad en el diálogo social y popular, en la movilización durante la pandemia, la gente ha profundizado su distancia con el neoliberalismo y con un sistema político que sostiene ese neoliberalismo.

¿Tú te compras ese concepto de “derecha social”?

No, de ninguna manera. La derecha durante muchos años tuvo la habilidad o la destreza de tener cohabitando más de una sensibilidad: derecha social, derecha democrática, derecha liberal. Pero al final del día, todas tributan al mismo concepto neoliberal, despótico y contrario a la dignidad de los seres humanos desde el punto de vista de derechos y de una democracia profunda. Y esas identidades, incluida esta de “derecha social” son funcionales para mantener lo esencial de las desigualdades, de las asimetrías y de los abusos. La “derecha social”, en última instancia, tiene el propósito de repartir un poquito más, de modo tal que lo esencial de las prebendas que tiene la oligarquía.

“La candidatura de Jadue tiene mucho arraigo popular»

Están en escena esas declaraciones de conceptos y definiciones de gente como Lavín y Longueira, todo sometido al escrutinio, al debate. Al mismo tiempo pareciera que en el arco opositor, del progresismo, de la izquierda, no hay posicionamientos que abran expectativas así de impactantes, como si no hubiera una oferta realmente nueva, atractiva, fresca, oxigenada. Pareciera que hay repeticiones, lugares comunes, indefiniciones…

Mira, es que una cosa es lo que hagan algunos partidos que no se logran situar correctamente en las expectativas sociales, de transformación y cambio, y que persistan en una lógica de la política y del poder apartada del mundo social. Esos son partidos que no logran situar su quehacer en las exigencias populares. Pero una cosa distinta, es que está cursando en el país un proceso de transformación profundo, en el sentido de que no solo están cambiando las correlaciones de fuerza de manera drástica, sino también las identificaciones y las representaciones de las políticas, y eso hay partidos que lo entienden y lo asumen. Creo que las próximas elecciones y el plebiscito del 25 de octubre, van a expresar con nitidez que hay un cambio en la identificación política y que aquellas posiciones con voluntad y consistencia en la acción por desplazar las políticas neoliberales, partiendo por la Constitución, se van a ir fortaleciendo y robusteciendo.

¿En ese contexto explicarías la instalación de Daniel Jadue, alcalde de Recoleta y militante comunista, en el panorama político y como una opción presidencial?

Lo que muestra la adhesión ciudadana a Daniel Jadue, es que hay un mundo social que está creciendo, y que se identifica con las visiones de transformación profunda que expresa la candidatura de Daniel Jadue, que se siente identificado con una aspiración de una sociedad de derechos y que observa en el discurso de los comunistas, una consistencia y una coherencia ética que es irreprochable por décadas. Esa visión positiva sobre los comunistas, está creciendo. Mi impresión es que la candidatura de Daniel Jadue es una candidatura que tiene mucho arraigo popular y que tiene un potencial de crecimiento que se expresará con más fuerza. Tengo la impresión, a su vez, de que lo que está quedando de manifiesto es que los comunistas somos una opción de gobierno consistente con las aspiraciones de transformación social.

Ahí es cuando surgen los que dicen que un comunista nunca podrá ser Presidente de la República.

Eso es parte de la conocida táctica de denostar a los comunistas, cuando los comunistas avanzan en su representación social y política. Tengo la impresión de que el potencial electoral que se tiene a través del compañero Jadue, de las elecciones parlamentarias, de alcaldías y concejalías, genera un rechazo de la derecha y la ultraderecha. Eso se expresa en un discurso que busca estigmatizar, criminalizar y seguir excluyendo a los comunistas. Del mismo modo, hay un sector neoliberal de la oposición, que tampoco se siente cómodo con esa realidad porque este crecimiento electoral de los comunistas, sin lugar a dudas, pone en cuestión y deja sin espacio a quienes quieren preservar el orden vigente.

“El momento que vive el país es fruto del accionar del movimiento social”

Están los partidos de distintos sectores, la disputa de la derecha orgánica y los sectores progresistas y de izquierda. Pero al mismo tiempo está el movimiento social y la sociedad civil. Incluso en estos días hay un debate respecto a que si finalmente los ciudadanos que no militan en un partido van a poder estar o no representados en la Convención Constitucional para la nueva Constitución. ¿Cómo ves ese ensamble del movimiento social, de la sociedad civil, con la política, con los partidos, con las orgánicas políticas?

Primero, haría una distinción entre movimiento social y sociedad civil. La sociedad civil responde más a una lógica de participación en el Estado, como el tercer sector, por lo mismo no actúa necesariamente con la independencia del poder político que sí actúa el movimiento social. El movimiento social actúa en función de representaciones emancipadoras. El momento que vive el país es fruto del accionar del movimiento social, de las luchas sindicales, feministas, estudiantiles, territoriales, de las pobladoras y de los pobladores. Hay un movimiento social que tiene identidades emergentes, el mejor ejemplo es el de los pueblos originarios, que tiene una identidad de naciones y además tiene fuerte raigambre en el mundo social. En esos términos, el acuerdo del 15 de noviembre (para un plebiscito por nueva Constitución), que nosotros no suscribimos (Partido Comunista) porque entendemos que ahí se restringieron las posibilidades de generar una condición más profunda, se enfrenta a que el movimiento social fue abriendo más pasos todavía, aunque inicialmente se cerraron.

Ahora, por ejemplo, la ampliación para candidaturas independientes a la Convención Constitucional, será posible en la medida que el movimiento social sostenga esa lucha, esa demanda.

Se supone que el 25 de octubre gane la opción de tener una Convención Constitucional. Ahí se prevé una disputa por candidaturas, se abrirá una competencia entre partidos, incluso entre quienes se consideran figuras. No se ve, hasta hoy, unidad de la oposición que posibilite una mayoría en esa Convención. Está la inquietud de que no haya representación del movimiento social y de independientes. Luego viene el asunto de los dos tercios y que con eso al final no sea posible una real nueva Constitución. ¿No crees que hay peligro de que este proceso más constitucional que constituyente fracase, se desdibuje?

Creo que el carácter del proceso constituyente que se defina después del plebiscito de octubre será un espacio en disputa. Profundizar el carácter democrático de ese proceso, que lo acerque lo más posible o lo equipare con una Asamblea Constituyente, depende en buena medida de mantener la movilización social activa y en las calles. Lo que se ha logrado es fruto de la movilización, no es fruto de nada más, no es fruto de las elites, del buen juicio del sistema político. Es la consecuencia directa de una movilización activa que representa una tendencia histórica que se ha ido fortaleciendo en términos de un movimiento popular que demanda transformaciones profundas en todas las esferas de la sociedad. Por lo mismo, el carácter del proceso constituyente y a consecuencia de ello, el carácter del Estado, que deconstruya el neoliberalismo imperante, y funde un Estado social y democrático de derechos, está condicionado a la fuerza con que el movimiento social mantenga cohesión de ideas y unidad.

“Hay un riesgo” de que se secuestre el proceso constituyente”

Uno ve las maniobras de la derecha, de dirigentes socialdemócratas, de algunos partidos, ¿no existe el peligro que cierta elite secuestre o capture el proceso constituyente del que hablas?

Hay un riesgo permanente. Hay que estar alerta. El discurso de Joaquín Lavín, de Pablo Longueira, por tratar de vestirse con ropaje democrático es un discurso que tiene como propósito secuestrar el proceso constituyente. Ellos ya hicieron la pérdida de que el Rehazo va a ser derrotado abrumadoramente en el plebiscito y están tratando de capturar para sus propósitos neoliberales los contenidos de la nueva Constitución. Hay una amenaza no sólo latente, sino manifiesta, que debe ser enfrentada con la legitimidad de la movilización social.

En el arco opositor hay muchos dimes y diretes y discusiones por candidaturas, por disputas electorales, si hay o no pactos y acuerdos. Se habla de la posibilidad de unidad, de actuar juntos. Pero en eso surgen palabras que muestran diferencias de fondo, hasta decir que si una primaria opositora la gana Daniel Jadue, entonces no lo apoyarían porque es comunista. ¿No hacer falta sincerar el estado real de los proyectos e intenciones dentro de la oposición y desde ahí ver cómo se actúa? ¿Si están en el mismo proyecto/país o no?

Lo que definirá es la amplitud del movimiento social. Lo va a ir definiendo porque irá perfilando el alcance y la magnitud de los cambios en el país. Lo voy a poner de esta manera: el estallido social comenzó con la evasión en el Metro, se convirtió en una desobediencia civil amplísima, extendida a todo el país y prolongada. Me atrevo a decir que es la movilización más multitudinaria y extendida que se conoce. Las fuerzas sociales y políticas fueron dando paso a una demanda central que es el cambio de la Constitución, como síntesis y condensación de aspiraciones de diferente índole. Luego se plantea que para avanzar en derechos hay que tener un modelo de desarrollo que reemplace al neoliberalismo. Otro punto: el movimiento feminista se plantea con más fuerza aun con la que había emergido los años anteriores, el 8 de marzo del 2019 hubo una masividad en la marcha nunca antes vista en cuanto a demanda de derechos de las mujeres. Agrego: después vienen los secundarios exigiendo un reemplazo de la PSU, a propósito de la exclusión generalizada que genera el sistema educativo. El pueblo mapuche irrumpe en el estallido social como un actor que venía con un crecimiento en términos de identidad, sea en el plano cuantitativo cuando en el Censo dos millones de personas se definen como parte de pueblos originarios, y en términos cualitativos cuando se detiene la “consulta indígena” antes del estallido social porque debilitaba sus derechos.

Entonces, digo todo eso, porque la crisis que vivió y vive el país, es una crisis sistémica, con subcrisis que se interrelacionan. Lo que está en discusión es el sistema político, el sistema económico, el sentido cultural del país, están cursando cuestionamientos profundos al clasismo, a las asimetrías, y en última instancia, es una crisis que demanda la deconstrucción del neoliberalismo en términos estructurales, es decir, de las instituciones en las que se sostiene, pero también funcionales, en términos de la ética con la que se hace la política.

Estamos frente a una transformación de magnitudes que después del plebiscito se va a desplegar como un ciclo profundo.

En todo lo que está viviendo el país y los temas que hemos abordado, ¿estamos con un gobierno fallido, fracasado?

Es un gobierno fallido. Pero puede seguir haciendo mucho daño al pueblo de Chile. Lo digo porque ha enfrentado toda la conflictividad social, los temas que hemos hablado, con violaciones a los derechos humanos, masivas y sistemáticas. Con criterios represivos y autoritarios. Lo hizo con el pueblo chileno, con el pueblo chileno, con la juventud, con las mujeres, con los trabajadores. Actuó con violencia en las calles, con expansión de la tortura, con prisión política, con estados de excepción y toque de queda en el levantamiento social, es decir, centralmente ha hecho las cosas a partir del uso de la violencia. Este es un gobierno que después del término de su período, seguirá siendo perseguido por su responsabilidad en la violación de derechos humanos. Además, siendo un gobierno fallido y fracasado, persiste en una agenda neoliberal que profundiza las desigualdades y agudiza las asimetrías sociales.

La expansión de las desigualdades que aumentaron producto de la pandemia, obedecieron a las políticas del gobierno. Además hubo falsa información, se burocratizó la información, invirtió poco en el plano social y económico, el mejor ejemplo de eso es que no alcanza al 3% del PIB (Producto Interno Bruto) la inversión pública que se desplegó. Trata de traspasar los costos de esta pandemia a los trabajadores y las trabajadoras y, a la inversa, mantener las utilidades de las grandes empresas. La CEPAL (Comisión Económica para América Latina y El Caribe) identifica que en Chile la pobreza puede pasar de 7 a un 16 por ciento. Ya sabemos que tenemos del orden de los 3 millones de personas sin empleo o con disminución del salario. En este cuadro, el gobierno no quiere reajustar el salario mínimo más allá del IPC, lo cual es ofensivo, vergonzosos, insultante para las familias, pero sí quiere traspasar recursos a las grandes empresas.

El gobierno ha deteriorado las instituciones del Estado porque ha desplegado una agenda durante la pandemia radicalmente neoliberal, solo equivalente a lo que hizo la dictadura durante la crisis de 1982.


Por Hugo Guzmán