Por Luis Rivas | Serbia y Kosovo, marionetas en el juego de Trump y Netanyahu

El desarrollo de la ceremonia de firma y las conclusiones del Acuerdo de normalización económica firmado por el primer ministro kosovar y serbio se asemeja más a un truco de los asesores de la Casa Blanca y de la oficina del premier israelí que a un verdadero avance en las relaciones entre Pristina y Belgrado.

Como marionetas en un espectáculo de guiñoles preparado por Donald Trump y Benjamín Netanyahu.

Washington ya anunció a principios de año su iniciativa de acercamiento entre Serbia y la autoproclamada República de Kosovo. El exembajador de EEUU en Berlín Richard Grenell ha sido el encargado de pilotar las negociaciones que, en un principio, pretendieron —sin éxito— llegar incluso a acuerdos de intercambio de territorio entre las partes enfrentadas.

El pasado día 4 no se firmó un tratado a tres bandas. La parte serbia se apresuró a aclarar que el documento rubricado por su presidente es un acuerdo solo con Estados Unidos y no con Kosovo. En el texto, se vuelve a hablar de la apertura de un vuelo directo entre Belgrado y Pristina, además de la puesta en marcha de una línea férrea. Se destacan como avances más significativos la aceptación por parte kosovar de compartir la fuerza eléctrica generada por el embalse del lago Gazivode, la entrada de Kosovo en el mini-Schengen de los Balcanes —al que ya pertenecen, además de Serbia, Bosnia Herzegovina, Macedonia y Albania—, y el levantamiento de la tasa del 100% aplicada a los productos serbios que entran en Kosovo. Como el propio Grenell advirtió, «si quieren dólares, tendrán que llegar a acuerdos económicos». Invitados a la Casa Blanca, ninguna de las partes se podría echar atrás.

El gesto de Vucic para la historia

Pero el propósito de Donald Trump iba más allá de los Balcanes. En el momento de la ceremonia, llamó en directo al jefe de gobierno israelí para confirmarle que Kosovo reconocía a Israel e instalaría su embajada en Jerusalén; al tiempo, le anunciaba que Serbia trasladará su sede diplomática desde Tel Aviv a Jerusalén, volteando así la tradicional diplomacia propalestina de Belgrado.

El gesto de Vucic cuando Trump anunciaba la medida dio origen a todo tipo de chanzas. Los gestos del dirigente serbio parecían demostrar que la decisión le tomaba por sorpresa; buscaba con su mirada a sus asesores y trataba de buscar ese apartado entre los documentos del pacto. Vucic tuvo que desmentir que no conocía los términos del acuerdo, pero la imagen queda. Como queda también la crítica a modo de humor por la que la portavoz de Exteriores rusa, María Zajárova, se disculpó más tarde.

En plena campaña electoral para su reelección, Donald Trump «vendía» a su país un supuesto nuevo éxito diplomático para la paz en Oriente Medio, que se añade a la apertura de relaciones entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos. Los asesores del presidente se sentían satisfechos hasta que Trump tomó la palabra y señaló a Netanyahu: «estos tipos se han combatido durante años; la lucha de Israel con los palestinos no es nada en comparación».

Para Trump, los kosovares son árabes

Una declaración que produjo tanto rubor como cuando insistió en la pertenencia de Kosovo al mundo árabe-musulmán, obviando que ese ente se declara laico y no es árabe. Daba igual; Netanyahu aprovechaba también la jugada insistiendo sobre el hecho de que Kosovo «se convierte en el primer país musulmán en instalar su embajada en Jerusalén». Cualquier oportunidad para sacar pecho es buena para contrarrestar las protestas callejeras de la oposición israelí y la acometida de los jueces ante las acusaciones de corrupción que pesan sobre Bibi.

Los ciudadanos kosovares y los serbios veían así la mini-pax americana en los Balcanes integrada en el plan de Trump para Oriente Medio. Queda por ver si los acuerdos que les afectan directamente se llevarán a cabo. Las fuerzas de oposición respectivas no parecen muy felices con el documento firmado en Washington DC.

La UE, fuera de juego

Para Trump era también importante obtener avances ante la impotencia de la Unión Europea en los Balcanes. La diplomacia de la UE lleva desventaja en Kosovo, prácticamente una colonia norteamericana en el Viejo Continente. Sufre, además, el hecho de que cinco de sus miembros (España, Grecia, Rumanía, Eslovaquia y Chipre) no reconocen la independencia de ese territorio, cuna histórica de Serbia. París y Berlín intentan desde hace meses retomar la iniciativa sobre las negociaciones entre Pristina y Belgrado. Serbia aspira a integrarse en la UE al tiempo que mantiene relaciones privilegiada con su aliado ruso. Kosovo, por su parte, chantajea a Bruselas ofreciéndole atención diplomática solo si se abre a la obtención de visados para sus ciudadanos.

Kosovo se compromete a no hacer proselitismo sobre su reconocimiento como país independiente durante un año. Serbia, por su parte, frenará durante el mismo periodo su política contra el mismo asunto. Unos dólares pueden calmar de momento la tensión política entre los dos vecinos y enemigos. Alexander Vucic no perdió la ocasión para dejar bien claro que lo firmado en Washington DC no cambia en absoluto su posición: Serbia no aceptará la independencia de Kosovo. Por si acaso a Trump se le ocurría anunciarlo en un tuit…


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Por Luis Rivas. – Excorresponsal de TVE en Moscú y Budapest. Dirigió los servicios informativos del canal de TV europeo EuroNews. Vive en Francia desde hace más de 20 años.