SANTIAGO – Tras experimentar el suicidio del mayor de sus hijos, Paulina Del Río relata cómo fue capaz de reconstruirse y transformar el dolor en un abrazo para que otras personas con pensamiento suicida sepan que no están solas y que es posible pedir ayuda, labor que desarrolla a través de la Fundación José Ignacio, bautizada así para honrar la memoria de su primogénito
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el mundo, cerca de 800.000 personas se suicidan cada año y por cada uno de estos casos, existe un número no menor de intentos que no llega a consumarse. Por esta razón, para la OMS representa una prioridad de salud pública.
En Chile el suicidio es la segunda causa de muerte no natural, lo que nos sitúa en el segundo lugar entre las naciones que integran la OCDE, siendo superados solamente por después de Corea del Sur, es decir, se trata de un problema grave de salud pública, aún cuando es posible prevenirlo con medidas e intervenciones oportunas e integrales.
También en nuestro país, la Red de Equipos de Prevención del Suicidio (REPS) junto a la agencia de investigación Datos Claros, realizó una encuesta acerca de conducta suicida a cerca de 2.000 personas, con resultados altamente preocupantes: uno de cada dos chilenos ha pensado alguna vez en quitarse la vida, mientras y uno de cada cinco, ha intentado llevarlo a cabo.
Al mismo tiempo, el estudio señala que durante la pandemia por Coronavirus, han aumentado los intentos de suicidio en todos los segmentos de la población, principalmente en personas mayores de 60 años.
La Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio, en colaboración con la Organización Mundial de la Salud, promueve desde 2003, el 10 de septiembre como el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, con el objetivo de generar conciencia a nivel mundial de que se trata de una situación que puede prevenirse.
Construir esperanza desde el dolor
En Chile, la Fundación José Ignacio, lleva seis años trabajando sobre este tema, entregando los soportes emocionales y la guía necesaria para la prevención del suicidio en niños y jóvenes, difusión, capacitación y acompañamiento.
Creada oficialmente en 2014 por Paulina Del Río, quien vivió en primera persona esta triste experiencia cuando en 2005, su hijo mayor, José Ignacio, se suicidó mientras ella se encontraba de viaje y a su regreso al país recibió la peor de las noticias, una para la que ninguna madre está preparada para aceptar.
Ella relata que, en todo momento, tuvo el presentimiento de que no debía alejarse, sin embargo decidió hacerlo porque el psiquiatra que atendía a su hijo le dijo que no hacer el viaje, podría ser tomado por el jóven con culpa y le recomendó no suspender sus planes.
“Cuando llegué al aeropuerto me estaban esperando para comunicarme que José Ignacio había sufrido un accidente, pero yo sabía que no se trataba de eso. Siempre intuí lo que pasaba e incluso traté de regresar antes, pero por diversos factores ajenos a mi voluntad, no logré hacerlo. En ese momento, sólo pregunté si mi hijo estaba vivo”, relata, pero José Ignacio había muerto el día anterior.
¿Qué te motivó a crear esta fundación?
El hecho de que mi hijo mayor, Jose Ignacio, se suicidó cuando tenía recién 20 años después de una profunda depresión que estaba en tratamiento. Empecé a investigar y en el proceso conocí chats y blogs en los que personas compartían sus ganas de suicidarse y consejos para lograrlo. Me conecté con jóvenes de diferentes países, en una oportunidad escribí: “Mi hijo se suicidó, no tuvo a nadie que lo escuchara, si quieres hablar con alguien, estoy aquí’ y comencé a recibir muchos pedidos de ayuda. Algunos años después, ya teníamos la personería jurídica de la Fundación.
¿Qué pasa en tu vida después de la muerte de un hijo por suicidio?
Todo se derrumbó a mi alrededor, mi vida fue totalmente diferente después de la partida de José Ignacio. A mí me costaba mucho aceptar que él ya no estaba, a veces despertaba con la idea de que seguía en la casa. Mientras, mis hijos menores también sufrían mucho con la muerte de su hermano.
Del Río relata que cada uno de los integrantes de la familia vivió el luto de forma diferente, pasando de la tristeza profunda a los gritos, rabietas, y otras reacciones en el camino de ir aceptando que había un miembro de ese clan, que ya no estaba.
¿Cómo vivió usted ese luto?
Existe un estigma social fuerte con el tema del suicidio, pero a pesar de la pena, yo era consciente de que era una verdad que había que enfrentar y decidí que no iba a ocultar lo ocurrido. Me costó tres meses asumir que no iba a volver a ver a José Ignacio y dos años ser fuerte para entender de verdad lo que había sucedido.
¿Cómo se vive una experiencia tan traumática?
Como se puede no más, es lo que me tocó. Busqué mucha ayuda profesional, tomé medicamentos y practiqué algunas terapias alternativas. No podría decir que fue solo una ayuda, fue todo. Los primeros años fueron muy difíciles, mi vida es otra luego del suicidio de mi hijo.
¿Cómo se vive el duelo posterior? ¿Es posible?
Claro que es posible, pero tiene que ver con la historia y las características de cada persona. Algunas lo viven en silencio, otras como yo, no tanto. Mi hijo más chico dijo una vez “La mamá lloró 3 años seguidos”. Hubo momentos en que pensé que no iba a poder seguir adelante, pero de alguna manera lo logré, aunque hubo momentos en que solo trataba de llegar al día siguiente y nada mas.
¿Cómo enfrentaste después las experiencias de otras personas en relación al suicidio?
Al principio una persona me llevó a un grupo de mamás que habían perdido algún hijo por suicidio y eso para mí fue muy importante, me ayudó mucho saber que yo no era la única que estaba viviendo esa tragedia y que no me estaba volviendo loca. Un par de años después yo misma facilité grupos y eso hizo también que yo pudiera ser un ejemplo de que se puede seguir viviendo.
¿Cuál es el aporte que podría hacer la sociedad civil en el trabajo de prevención del suicidio?
Son varias las ONG que trabajan en la prevención, acompañamiento a personas en crisis suicida, y derivación a especialistas como Todo Mejora, Fundación Para la Confianza, Fundación Míranos, que trabaja en prevención de suicidio con personas mayores de 60 años, Fundación Katy Summer hace un gran trabajo en bullying, acoso y ciber acoso, y otras. Son muchas organizaciones de la sociedad civil que colaboramos supliendo labores que el Estado no puede cumplir.
¿Existen realmente señales de advertencia del suicidio?
Hoy sé que la gran mayoría de las personas que se han suicidado dieron señales. Mi hijo por ejemplo, me dijo una vez “¿Para qué planeas las vacaciones del año que viene si quizás yo no voy a estar?”, él estaba siendo tratado por especialistas y tomando medicamentos, yo pensé que como ya era grande, le daba lata ir de vacaciones con sus hermanos chicos y sus papás. Otra vez me dijo directamente que se iba a matar y lo llevé donde los profesionales que lo atendían de urgencia, pero de alguna manera los engañó y ellos le bajaron el perfil. Hoy sé que eran formas de decirme que estaba pensando en morirse y que necesitaba ayuda.
¿Existen mitos sobre el suicidio que sean perjudiciales a la hora de prevenirlo?
Sí y son muchos. Creer que si le preguntas a una persona si está pensando en suicidarse le voy a poner la idea en la cabeza por ejemplo, eso no es así, la mayoría de la gente que tiene una depresión de moderada hacia arriba, piensa en morir. Cuando le preguntamos sin juzgarlos, les estamos dando la oportunidad de desahogarse, sentir que no están locos.
Otro es aquel que dice que las personas que se van a suicidar no hablan de eso. Es a revés, si lo hacen, pero no estamos preparados para interpretar esos mensajes. También de las personas que hablan mucho de suicidarse se dice que buscan llamar la atención. Si una persona necesita hacer eso para llamar la atención, es porque necesita mucha atención y no tiene los recursos internos ni externos para pedir ayuda. Toda amenaza o anuncio suicida se debe tomar en cuenta.
También es un mito pensar que sólo los expertos pueden prevenir un suicidio, con empatía y cariño se puede convencer a alguien de que busque ayuda.
En su opinión, ¿El tema del suicidio se aborda de manera eficiente en Chile?
Creo que en la teoría se aborda bien, el MINSAL ha elaborado manuales muy buenos para establecimientos educacionales, universidades, etc. Han capacitado a personas que se desenvuelven en el área de la salud y la educación para reaccionar ante una crisis suicida, pero se necesitan procesos mas rápidos. Falla la atención especializada y farmacológica, la atención psiquiátrica en el sistema público puede ser muy errática por la rotación de profesionales y la primera atención demora mucho. Creo además que se puede mejorar la educación emocional desde los primeros ciclos de escolaridad, con los padres y los adultos a cargo en esos contextos.
¿Qué le diría a las personas cercanas a alguien con pensamientos suicidas?
Es importante no enfrentarse solo a una situación de tanto riesgo, hay que ampliar el círculo de ayuda, tejer una red de apoyo, porque esta carga es muy pesada, hay que cargarla entre varios.
¿Cuál es su reflexión final?
Insistir en que todos podemos ayudar a prevenir el suicidio y que es muy necesario que recuperemos el sentido de pertenencia y de comunidad. Vivimos en un mundo tan individualista que no logramos ver al otro. El ser humano necesita sentirse parte de un grupo y sentirse valorado, sobre todo para niños y jóvenes, que a veces sienten que son un estorbo y ese tipo de sentimientos son de riesgo suicida.
Factores de riesgo
Desde el punto de vista clínico, existe más de un factor a considerar a la hora de observar e intervenir a tiempo pensamientos suicidas.
La Psiquiatra Pilar Del Río, co fundadora y Directora de la Fundación José Ignacio, aclara que en estos casos, existen los factores médicos, pero el principal factor de riesgo específico es la soledad, por eso es tan importante poder hablar de suicidio. “Entre los factores de riesgo médicos podemos mencionar una enfermedad mental que induzca al suicido, episodios depresivos severos, trastorno bipolar, esquizofrenia y abuso de drogas”, aclara la especialista. Sin embargo agrega que, aunque las personas con trastornos psiquiátricos presentan mas posibilidades de tener estas ideaciones, “puede pasar que personas sin ningún cuadro psiquiátrico o mental piensen en el suicidio”.
La psiquiatra señala que desde su perspectiva personal y profesional, “Es absolutamente posible prevenir el suicidio hablando, diciendo que existe, que las personas pueden llegar a sentir desesperanza”, y releva además la importancia de tener acceso a redes para pedir ayuda en esos momentos, porque “la persona que piensa en suicidio no quiere morir, quiere sentirse mejor” dice.
La directora de la Fundación es enfática al asegurar que, “Cuando una persona se suicida, fallamos todos como sociedad, esa persona sintió que no había una salida, que no tenía nadie a quien recurrir en ese momento de angustia”.
Respecto a los rangos de edad, Del Río dice que, “Las tasas de suicidio son más altas en adolescentes y adultos mayores” y agrega que es muy importante que el entorno cercano a la persona afectada esté muy atento a las alertas verbales, frases como “Quizás ya no esté aquí para ese momento”, “Siento que no aporto nada”, “No sirvo para nada”, pero que también hay que observar las alertas conductuales como que la persona se aísle, que hable menos, que empiecen a vender sus cosas, que regale objetos muy preciados, que pierda el interés por actividades que le gustaban.
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