Vejez en la Pandemia: una voz necesaria de escuchar más allá de sus enfermedades físicas

SANTIAGO – Uno de los principales grupos etarios de riesgo que ha concentrado la preocupación pública ha sido la tercera edad. Más allá de su salud y condición física, hay poca atención sobre sus sentimientos, opiniones y cambios en su diario vivir, sumiendo a que muchas y muchos personas mayores en una soledad más marcada de la habitual. Las académicas Daniela Thumala y Paulina Osorio, de los Departamentos de Psicología y Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales, respectivamente, problematizan el tratamiento que está teniendo este grupo etareo en esta crisis sociosanitaria.

El día 3 de marzo se reportó el primer caso oficial de Coronavirus en el país, y desde entonces la curva de contagios y muertes ha aumentado, generando especial preocupación por la población de adultos sobre 60 años al ser considerada un grupo de riesgo, pues la mayoría de quienes han fallecido con Covid-19 son adultos mayores con alguna enfermedad de base.

No cabe duda que las y los adultos mayores son quienes más atenciones médicas requieren, pero, ¿qué hay de sus emociones, percepciones y opiniones respecto de las consecuencias de la denominada mayor pandemia de este siglo? La sociedad poco se ha preocupado de ellos(as) en las dimensiones más políticas, sociales y culturales de la vida, y es que se les tiende a tratar como cuerpos frágiles, vulnerables y objetos meramente de cuidado.

Biologización de los organismos

Tanto para las personas mayores como para el resto de la sociedad, un elemento transversal de preocupación que ha emanado de esta pandemia ha sido la incertidumbre. Psicológicamente, a los seres humanos les cuesta mucho lidiar con ella produciendo angustia, temor, irritabilidad o trastornos de sueño, entre otros sentimientos y malestares, todo esto sumado al exceso de información a través de los medios sobre la expansión mundial del virus. Sin embargo, no todas las personas mayores son iguales y lo que ha ocurrido con este grupo etario, más aún en este contexto, es que se ha tendido a igualar la fragilidad física con la fragilidad psicológica, “siendo que son dos caminos diferentes”, como señala Daniela Thumala, investigadora del Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo (GERO).

La vejez se ha “biologizado” de sobremanera, reduciéndola solamente a su dimensión somática, siendo que los seres humanos no son sólo biología, son también sistemas psíquicos y sociales, “y en esos ámbitos la fragilidad no es lo mismo que la fragilidad psíquica”, explica la psicóloga.

No son niños(as)

De ahí proviene el fenómeno de la infantilización a la población mayor. Sin percatarlo, la infantilización es una forma de maltrato y se plasma cuando, por ejemplo, las y los hijos dan órdenes a sus padres y madres, les controlan excesivamente o no consideran su opinión ni sus principales preocupaciones.

Al tratar a las personas mayores como niños, se les priva de su derecho a decidir de forma autónoma. Decidir, por ejemplo, sus formas de autocuidado en un contexto de pandemia. Paulina Osorio, académica del Departamento de Antropología, recalca que hay una estrecha línea entre la sobreprotección y la pérdida de autonomía en las decisiones. Al sobreproteger a las personas mayores, “lo que hacemos finalmente es decidir por ellas”.

Considerando que la desesperanza e incertidumbre son sentimientos que afloran en un contexto de crisis sociosanitaria y de encierro, «debemos ser capaces de saber escuchar y respetar la emocionalidad de las personas mayores”, añade Paulina Osorio.

La soledad en pandemia

En nuestro país, según Paulina Osorio, las personas mayores son principalmente activas y autovalentes, cuyas relaciones interpersonales y actividades cotidianas se realizan cara a cara, por lo que las cuarentenas obligatorias y el aislamiento físico no sólo significan formas de cuidado y preventivas para ellas y ellos, sino también de mayor soledad y aislamiento social.

No perder la comunicación es esencial. “Llamar por teléfono, conversar, apoyar en resolver necesidades a distancia, e instarlos a mantener una rutina y actividad dentro del hogar, pueden ser acciones relevantes, sin imponer, sin presionar, en el marco del respeto y reconocimiento de las personas mayores como autónomas en la toma de sus decisiones”, describe Paulina Osorio.

Es importante tener un contacto regular y programado con las personas sobre todo mayores para mantener los vínculos sociales y afectivos. “Depende de nosotros hacer que esta situación sea solo física y lo menos social y emocional posible”, subraya la profesora Thumala.


Por Carolina Escobar – Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile.