La velocidad de acontecimientos que sacude a EEUU está dejando atónito al mundo. Como por arte de magia, el COVID-19 dejó de ser el centro de preocupación para ser reemplazado por la violencia, disturbios, saqueos, anarquía y caos que se apoderaron del país en repudio al asesinato de George Floyd en Minneapolis por policías.
La vida es un eco que siempre regresa a ti. Lo que envías regresa. Lo que siembras cosecha.
(La ley del Búmeran)
Sin embargo, todo esto fue desviado en pocos días por la mano siniestra de los estrategas del Partido Demócrata en su lucha por el poder para impedir la reelección de Donald Trump el próximo 3 de noviembre.
Resulta paradójico que los estrategas y organizadores norteamericanos de los golpes de Estado que durante la Guerra Fría instalaron en 70 países por convenir a sus intereses nacionales (1947-1991) y posteriormente promovieron revoluciones de colores en Yugoslavia, Egipto, Georgia, Armenia, Ucrania y en muchos otros países, decidieron en su desesperación usar la misma estrategia del caos programado en su propio país.Así, cegados por la derrota electoral en 2016, decidieron inclusive sacrificar intereses económicos de la mayoría del país para lograr destruir la imagen del actual presidente norteamericano Trump para retomar el poder en EEUU en las próximas elecciones.
Basta analizar las actuaciones del poderoso club reservado de donantes Democracy Alliance (DA) en usar a los grupos radicales de anarquistas MoveON, Black Lives Matter; No Justice, No Peace; New York Communities for Change, y Democratic Socialists of America en 2016, financiados por el siniestro George Soros y algunos de sus colegas multimillonarios del club como Tom Steyer, Sandor Straus, Gara LaMarche, Donald Sussman y Tom Gill para darnos cuenta de lo que estaban tramando.
Resulta que los demócratas estaban preparando un plan antidemocrático de anarquía postelectoral para «resistir», según el presidente de la DA, LaMarche, «la Administración Trump y retomar el poder empezando ya en estados en 2017 y 2018».La consigna de los líderes demócratas «resistir» tomó la forma de marchas de protesta y disturbios tanto en vísperas de las elecciones como después del anuncio de la victoria de Trump. El movimiento Black Lives Matter que recibió en 2016 alrededor de 33 millones de dólares de la fundación de George Soros se encargó de promover violentos alborotos en el país, anunciados por el famoso rapero Tef Poe: «Queridos blancos, les advierto que, si Trump gana, los jóvenes negros como yo empezaremos disturbios en cualquier lugar del país».
Los operarios del Comité Nacional Demócrata (DNC) Robert Creamer y Scott Foval revelaron cómo los demócratas infiltraban sus agentes en los mítines que convocaba Trump para instigar violencia con autorización implícita de Hillary Clinton.
Todo indica que la estrategia y táctica de los donantes poderosos de la DA en su lucha contra Trump ha sido perfeccionada y mejorada en los casi cuatro años que transcurrieron y sus aportes anuales por la membresía en esta camarilla subieron a 200.000 dólares y las donaciones personales para hacer avanzar la agenda de la DA llegan a 300.000 dólares al año.
Uno de los hombres fuertes de la DA, el multimillonario Tom Steyer, declaró en 2018 que «los republicanos están luchando para mantener el control blanco en EEUU mientras que nosotros luchamos por el alma del país». Para promover esta avanzada contra Donald Trump, Steyer utilizó en 2018 unos 800 empleados y 15.000 voluntarios gastando 120 millones de dólares.
Recientemente el presidente ruso, Vladímir Putin, comentando sobre la violencia en EEUU opinó que «cuando Trump ganó en 2016 y su victoria fue absolutamente obvia de acuerdo a los principios democráticos, el partido que perdió [el Partido Demócrata] inventó todo tipo de historias falsas para poner en duda su legitimidad… Me parece que el problema consiste en que el partido perdedor sobrepuso sus intereses partidarios por encima de los intereses del pueblo. Trump tiene el control sobre su electorado y las protestas no significan su fracaso».
Los demócratas enceguecidos por la idea de reconquistar el poder cueste lo que cueste están involucrando inclusive a los generales retirados que no sólo cuestionaron las órdenes del presidente de EEUU que es el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, sino que decidieron desobedecerlas.
En un reciente artículo, la periodista Lara Logan señaló a varios generales que siguen las pautas del think tank liberal al servicio del Partido Demócrata, el Brooking Institute, encabezado por el general retirado John Allen, quien trabajó para la Administración Barack Obama. Según Logan, los generales retirados Jim Mattis, H. R. McMaster, John Kelly y Stanley McChrystal han estado usando la organización Defeat Desinfo (derrotar la desinformación) perteneciente al Comité de acción política (PAC) del Partido Demócrata no para poner fin a las noticias falsas, sino para crear y difundirlas como un método de guerra informativa contra Trump.
El intento de Trump de usar tropas para poner fin a los disturbios fue criticado y rechazado por este grupo de generales e inclusive por el actual secretario de Defensa, Mark Esper. El general en retiro Martin Dempsey declaró que el uso de los militares para suprimir pacíficas protestas sería peligroso. Los generales simplemente cerraron los ojos a los disturbios, saqueos, incendios, a los cócteles molotov abrazando la agenda liberal de los demócratas.
Se olvidaron los generales revueltos que el Acta de Insurrección de 1807 autorizaba a los presidentes a usar tropas para sofocar disturbios en el país. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, los presidentes de EEUU aplicaron este acta 10 veces y de ellas, siete veces los militares norteamericanos salieron a las calles para poner fin a revueltas con la autorización de los presidentes demócratas (John F. Kennedy, tres veces y Lyndon B. Johnson, cuatro veces).
Los gobernantes republicanos Dwight D. Eisenhower y George H. W. Bush utilizaron el acta de 1807 en total tres veces, siendo las últimas ocasiones en 1989 durante saqueos después del huracán Hugo y en los disturbios por motivos raciales en Los Ángeles en 1982, llamados la revuelta de Rodney King.
Los intentos de golpes de Estado con la participación de los militares no es nada nuevo en la historia moderna de EEUU. En 1933 la élite financiera e industrial decidió dar un golpe llamado el Business Plot cuando vio sus intereses amenazados por el New Deal del presidente Roosevelt.
En 1948 hubo la llamada revuelta de los Almirantes durante la presidencia de Harry Truman por la aceptación de una nueva doctrina del uso de bombardeo estratégico con armas nucleares y la unificación del mando militar. Los intentos de golpes tuvieron lugar también contra J. F. Kennedy que finalmente fue asesinado, contra Richard Nixon que tuvo que renunciar y ahora Donald Trump está en la mira de los golpistas demócratas que fracasaron en su primer intento de destituirlo (impeachment) y ahora están tratando de desacreditarlo como un presidente inepto para resolver los problemas que están afectando el país: el coronavirus, la crisis económica, el racismo, los disturbios y la violencia.
La mayoría de los medios de comunicación globalizados tomaron la agenda anti-Trump del Partido Demócrata como si fuera la suya mostrando una intolerancia a la opinión contraria. Bastaba al editor de la página de opinión, de The New York Times, James Bennett, publicar el 3 de junio pasado la columna del senador republicano, Tom Cotton, Send in the Troops (Enviar las tropas) para terminar con saqueos, disturbios y restaurar orden en Estados Unidos, para que en tres días Bennett deje de ser editor.
Por supuesto, este hecho fue presentado como renuncia por el mandamás del periódico, A. G. Solzberger. Lo que está haciendo el NYT es promocionar la agenda política de la élite demócrata que está detrás de la planificación y coordinación de la sublevación en su país, aplaudiendo a las «protestas generalmente pacíficas» e ignorando la destrucción que reina en el país.
Así funciona el sistema donde los ricos demócratas están luchando contra los ricos republicanos utilizando la crisis económica y justas protestas raciales promovidas y después desviadas de su agenda por los demócratas a nivel nacional acusando a los republicanos ser más blancos que ellos en relación a la injusticia social y el racismo a pesar de ser ambos «la misma chola con la otra pollera» como se dice en los Andes.
Lo que está viviendo Norteamérica es un intento de revolución de color cuyo propósito es sacar del poder al presidente legítimamente elegido Donald Trump, instalar un régimen marioneta encabezado por ya el bien quemado demócrata Joe Biden, llamado popularmente sleeping Joe, seguir la doctrina de la guerra permanente y reforzar el modelo económico neoliberal que ofrece grandes dividendos a los más ricos y da algunas migajas a la mayoría de los norteamericanos.
A pesar de que la prensa globalizada y domesticada por el Partido Demócrata da ya por hecho la derrota de Donald Trump el próximo 3 de noviembre, ningún análisis serio puede asegurar el triunfo de los demócratas. El actual presidente sabe lo que hace y tiene un fuerte apoyo de su electorado y del sector empresarial norteamericano que está enfrentándose ahora en una guerra silenciosa con el sector financiero.
Los disturbios están aplacándose lentamente a excepción de algunos focos como en Seattle. La justicia tampoco duerme y más de 50 activistas del Black Lives Matter, de la Antifa y de los movimientos anarquistas han sido acusados por varios cargos federales en La Mesa, California; Minneapolis; Dallas, Texas; Baton Rouge, Luisiana; Filadelfia, Pensilvania; Tacoma, Washington y Nueva York.
Los están acusando por el uso de explosivos, cócteles molotov, por provocar incendios, participar en conspiración. Si estos 50 activistas son declarados culpables por todos los cargos, tendrán que enfrentar sentencias hasta cadena perpetua. Como declaró el abogado Richard P. Donoghue del Distrito Este de Nueva York, «estos actos criminales no pueden ser confundidos con la protesta legítima».
Mientras tanto, los demócratas y los republicanos actúan de acuerdo a un refrán español que reza: «Cada quien habla de la feria como le va en ella», La Celestina IV 166.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Por Vicky Peláez