Las alarmas han saltado en una Europa que asiste impotente a la evolución de la guerra en Libia. Turquía y Rusia, sus dos «enemigos» estratégicos, podrían acordar una influencia compartida en el Mediterráneo oriental.
La entrada en juego de Turquía en apoyo del llamado Gobierno de Unión Nacional (GAN en su acrónimo inglés), dirigido por Fayez Sarraj, ha dado un vuelco a la situación militar que desde hace un año parecía acercar la victoria al mariscal Jalifa Haftar, al mando del autodenominado Ejército Nacional Libio (LNA).
La movilización de miles de mercenarios turcos y sirios (algunas fuentes hablan de mas de 15.000), el envío masivo de armas a Trípoli y, en especial, la utilización de los drones turcos Bayraktar TB2 ha frenado el avance de Haftar, que ha cosechado humillantes derrotas en las últimas semanas.
Jalifa Haftar se proclamó el pasado 27 de abril «único dirigente del país». Con esa declaración desesperada pretendía oscurecer la pérdida de localidades estratégicas como Syrte, Surman, Al Jaylat o la base de Al Watiya, cuya toma tanto había publicitado.
Confiado en su pasada superioridad militar y seguro del apoyo de Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Egipto —los principales enemigos de Turquía en el área— Haftar ignoró y sigue ignorando los llamamientos a una solución negociada de la guerra. Su sueño de conquistar Trípoli se ha esfumado y cerca de la capital solo mantiene una posición a 65 kilómetros al sureste, la ciudad de Tarhuna.
Haftar pierde batallas y apoyo exterior
Rusia también desaprobó la ofensiva de Haftar y llama de nuevo a negociar la paz. Según algunas fuentes, Moscú ya estaría buscando un líder más fiable y abierto al diálogo entre las propias filas del gobierno de Tobruk, en la región oriental de Cirenaica, controlada por las fuerzas de Haftar. El nombre de Aguila Saleh, presidente del Parlamento de la región, se cita en ese sentido.
Desde Estados Unidos se denuncia la llegada de aviones de combate rusos a Libia, con el objetivo de defender las posiciones de Jalifa Haftar, impedir el avance de sus enemigos y proteger el repliegue de los miembros del grupo privado Wagner en una decisión pactada con Ankara, algo que Moscú desmiente. Tanto desde Europa como desde Estados Unidos se teme que Rusia pueda obtener en el futuro el uso de una base naval en el este de Libia.
«Si Rusia se hace con bases en la costa Libia, el paso siguiente será el despliegue de instalaciones permanentes y la prohibición de acceso a esa zona», asegura el general de las fuerzas aéreas norteamericanas, Jeffrey L. Harrigian. Para Andrei Krasov, vicepresidente del Comité de defensa de la Duma, esa idea es otro capítulo de American Horror story (Por la conocida serie de terror de televisión).
En todo caso, el fin de la guerra parece lejano. Para Egipto sería difícil soportar una victoria militar, diplomática y política de Turquía en su país vecino. Desde El Cairo se habla de «una lucha contra extremistas y terroristas libios apoyados por Turquía». Ankara, que con Catar son los principales propagadores de la doctrina de los Hermanos Musulmanes, se encontraría en una posición de privilegio en el norte de África, después de haber visto cómo esta organización, considerada como terrorista en muchos países, fracasaba en su intento de capitalizar la llamada ‘Primavera árabe’.
Emiratos Árabes Unidos, principal patrocinador de Haftar, tampoco quiere dejar terreno libre a Turquía en Somalia o el Cuerno de África.
Impotencia europea
La violación del embargo armamentístico hacia Libia ha servido también a Ankara para firmar un acuerdo con el gobierno de Sarraj por el que disfrutará de una franja marítima que corta la zona reclamada por Grecia y Egipto para la explotación de gas en esa área del Mediterráneo.
La Unión Europea sufre también en el caso del conflicto libio el hándicap de su división. Francia, que ha jugado el papel oficial de acercamiento entre las fracciones enfrentadas, no escondía en realidad su apoyo a Jalifa Haftar. En ese mismo campo se sitúa Grecia. En la parte opuesta están Italia y Reino Unido, con Alemania intentando hacer de árbitro. En este caso, como en tantos otros referidos a la diplomacia, no existe una postura común europea.
El proyecto ‘Irini’ (paz en lengua griega) es la contribución comunitaria a la paz en Libia. Se trata de una operación de vigilancia marítima para hacer respetar el embargo de armas impuesto por Naciones Unidas en Libia. La realidad deja en evidencia, sino en el ridículo, las buenas intenciones de la UE. Turquía no ha tenido ninguna dificultad en abastecer de armamento al GAN de Sarraj. Por su parte, Haftar ha recibido material vía terrestre, a través de Egipto.
La situación pone en evidencia que la Unión Europea es incapaz de erigirse en actor principal de un conflicto que reúne intereses estratégicos políticos y económicos a pocas millas marinas de su costa sur. Con Estados Unidos en teoría ausente, Turquía y Rusia se convierten en los principales protagonistas.
En París, y visto el fracaso de su diplomacia paralela a la UE, el Ministro de Exteriores, Jean-Yves Le Drian, alerta sobre la «sirianización de Libia». El portavoz del presidente Recep Tayyp Erdogan se regodea: «Francia y otros países europeos que apoyan a Haftar están en el lado equivocado de la Historia». Visto así, el papel de equilibrio que puede jugar Rusia en Libia para contener a Ankara podría ser incluso positivo para los europeos.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Por Luis Rivas. – Excorresponsal de TVE en Moscú y Budapest. Dirigió los servicios informativos del canal de TV europeo EuroNews. Vive en Francia desde hace más de 20 años.