Para que una nueva constitución nos sane, debemos poner el alimento a la altura del agua y defender nuestro cuerpo de adentro hacia afuera. Además, en el contexto actual de pandemia, la malnutrición se presenta como uno de las grandes amenazas.
Es conocido por todas y todos que la industria de los alimentos ha permitido que el mundo gire de la desnutrición, principal lucha social a inicios del siglo XX, a la malnutrición, principal causa de muerte a inicios del siglo XXI.
Según datos de la última Encuesta de Nacional de Salud (2016-2017), el 74,2% de la población tiene sobrepeso, obesidad u obesidad mórbida. También hoy sabemos que esta industria ha creado formas de traslado y conservación que van más allá del noble sabor. Los procesos alimenticios están directamente apuntados a la durabilidad y estabilidad, algo bastante poco conveniente para el cuerpo humano.
Los índices de obesidad infantil son más del 50% en niñas y niños de primero básico, mientras que la hipertensión causa 1 de cada 7 muertes. Es como si tratáramos nuestro cuerpo como una zona de sacrificio soterrada. A esto en la Investigación alimentaria le llamamos “malnutrición”: la verdadera epidemia mundial.
Construir una nueva constitución que nos reúna, significa por sobre todas las cosas, que nos reconozcamos tal cual nos dejó en el siglo XX: enfermos física y mentalmente. Sentir ese dolor para después poder sanarnos es parte de la recepción al siglo XXI y sus nuevas instituciones.
Somos uno de los países con más baja densidad poblacional. Los cuerpos agrupados para que puedan ser bien alimentados, deben si y sólo si, comer de su entorno. Hablamos de una alimentación situada y basada en la glocalización alimentaria. Bajas densidades permiten este ejercicio. Si esto fuera China o Brasil, otro gallo cantaría.
Hemos demostrado una resiliencia alimentaria y psíquica en reiteradas ocasiones. Debemos recordar nuestra historia para poder avanzar. Mientras todas y todos para el estallido rememoraban la Revolución de la Chaucha, no me cabe duda que varios cocineros y cocineras recordamos Las Marchas Del Hambre. Ese histórico levantamiento social permitió un retroceso en la desnutrición chilena a inicios del siglo pasado. Coincidentemente en 1918 y 1919 y que este 2020 volvemos a ver con más fuerza que nunca, gatillados por una pandemia descontrolada. Vivimos el feminismo en 2018, dignidad en 2019 y el combate contra el hambre en este 2020, por eso ya es hora de hablar de la equidad alimentaria.
La Equidad Alimentaria permite que nos protejamos juntos el cuerpo y por ende el entorno que nos rodea. Este 2020 tiene muchas respuestas; agricultura regenerativa, animales de pastoreo libre, plataformas de transporte digitales que NO PRECARIZAN a sus trabajadores, la IoT (Internet de las cosas) alimentaria, etc. Pero sabemos que seguiremos siendo consumidores de productos y/o servicios. Muchos de estos seguirán siendo prestados de humano a humano, por ejemplo, tu garzón o garzona o quien te elabora esas ricas papas fritas en la esquina de siempre o donde viviste ese recuerdo imborrable y no dejarías de ir por nada del mundo. Ahora, también sabemos que otras necesidades estarán tan automatizadas, que no nos necesitaremos para nada.
Tenemos la posibilidad de pensar en el 2019, más precisamente, en el 18-O cuando comenzó la conexión de Chile a la economía circular, la herramienta que transforma la economía lineal, es decir, el motor para entender que esta pandemia no necesariamente generará una recesión, sino una transformación. Ahí comenzó la posibilidad de entendernos, parte de un entorno en constante cambio que nos va construyendo y desarrollando de vuelta, conectando como un eslabón pensante y crítico, esa es nuestra fuerza de empuje para que la rueda esté completa. Demostremos que tenemos la capacidad de enfrentar el siglo XXI como la tierra y nuestros cuerpos lo merecen. Que la pandemia no nos deje una sólo una potencial recesión, mejor que nos marque a fuego la primera transformación a un nuevo mundo, a un mundo 4.0.
Por un Nueva Constitución para la Cuarta Revolución.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Por Guillermo Rivera Reyes – Gestor Gastronómico y Comercial, Asesor de espacios gastronómicos en Medios de Comunicación Masivos y Digitales. Entrepreneur.