Por Luis Rivas | Alerta antirrusa en el patio trasero de la UE

La Unión Europea frena con un puñado de euros las protestas de varios países de los Balcanes, frustrados por el desinterés de Bruselas y el freno a sus expectativas de integrar el club de los 27, que dirigen su mirada hacia Moscú.

Los Balcanes occidentales (Serbia, Bosnia Herzegovina, Macedonia del Norte, Albania, Montenegro y Kosovo) recibirán 3.300 millones de euros de las arcas comunitarias —en ayudas y préstamos— tras la «cumbre» celebrada en Zagreb. Es el precio del portazo que sus vecinos del oeste les ha estampado en pleno rostro. La adhesión a la UE se aleja, pero Bruselas no quiere admitirlo claramente e intenta colmar con dinero la brecha geopolítica que se abre a la penetración rusa y china.

El COVID-19 obligó a los 27+6 a celebrar una reunión virtual, mediante vídeo, que evitó la foto de familia del desacuerdo y la decepción. Alemania, que vuelve con fuerza al escenario tras la positiva gestión de Merkel a la pandemia, ya lo advirtió. No se trataba de una «cumbre» sobre la ampliación. Con ello reconfortaba no solo su postura, sino la de otros gobiernos como el francés, el holandés o el danés, que se muestran claramente en contra de aumentar la familia europea.

La integración en la UE de las naciones de Europa Central y Oriental que antes habían formado parte del Comecon se presentó en su tiempo como una victoria de los valores europeos. Pero supuso también el comienzo de los problemas para una organización de 28 países, hasta el Brexit, que se hizo ingobernable. El monstruo burocrático creció demasiado para algunos de sus miembros. Cuando, además, algunos de sus integrantes empezaron a disentir del dogma «demoliberal» y «sinfronterista» que Berlín y París querían imponer, el paraíso se transformó en recinto para pelea de gallos.

En la capital croata los esfuerzos semánticos de los sherpas se centraron en evitar el término ampliación. El comunicado final habla de «apoyo sin reserva a la perspectiva europea de los Balcanes occidentales». Los 3.300 millones de euros son el precio pagado por eludir el término anhelado por los aspirantes.

La presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula von del Leyen, recalcaba que «el futuro de los Balcanes está claramente en la UE». Palabras vanas que no sirven sino para generar más malestar vista la realidad de los hechos. La misma Von der Leyen antes de la reunión alertó de la influencia de Moscú y Pekín en el área.

COVID-19 y bofetada de la UE a los Balcanes

A la espera del placet para formar parte del club, la integración en la UE se interpreta como una defensa para los candidatos a la influencia política y estratégica de Rusia y a la económica de China. Un poco tarde en el caso de la ‘Nueva ruta de la seda‘, que acoge en el grupo de los 16+1 a Pekín y varios países europeos, incluidos los balcánicos. Un empeño absurdo si se trata de borrar las relaciones históricas que Belgrado mantiene con Moscú.

La cita de Zagreb venía precedida, precisamente, por el desprecio mostrado por la UE a los balcánicos que solicitaron ayuda para luchar contra el COVID-19. Bruselas prohibió la exportación de material sanitario a esos países. Cuando percibieron el error, Rusia y China ya habían acudido al rescate en el área. Es solo una muestra más de los errores monumentales con que la UE se descalifica a sí misma, sin necesidad de que «influencias propagandísticas extranjeras y ejércitos de bots» se empleen a tal fin.

El portazo virtual en la cumbre virtual se cerró con las condiciones que el presidente del Consejo europeo, el belga Charles Michel, expuso como mandamientos para los aspirantes:

  • Reformas económicas «para favorecer la competitividad». Es decir, eliminar en lo posible el peso del sector público.
  • «Estabilidad y solución de los conflictos bilaterales». Un mensaje especial para Serbia en su disputa con Kosovo.
  • «Lucha contra la corrupción y el crimen organizado», en velada alusión a Albania. Exigencias sin garantías de premio para los candidatos.

Mientras los líderes de la Europa comunitaria siguen vendiendo de forma paternalista, y a duras penas, el catálogo de sus exigencias, ignoran que la imagen que la organización proyecta es más la de un distribuidor de billetes que la de un sistema de valores políticos y morales.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Por Luis Rivas. – Columnista de Sputnik. Excorresponsal de TVE en Moscú y Budapest. Dirigió los servicios informativos del canal de TV europeo EuroNews. Vive en Francia desde hace más de 20 años.