Por Luis Rivas | El coronavirus le facilita las cosas a un cuestionado Macron

El virus se alió con el presidente francés, Emmanuel Macron. Nunca un Primero de Mayo fue tan placentero para un gobierno acusado de incompetencia en la gestión de la crisis sanitaria y acosado por los chalecos amarillos y los sindicatos.

Prohibidas las manifestaciones del Día del Trabajo por medidas sanitarias, Emmanuel Macron se libró de la protesta callejera en su tercer año de mandato. La ira ciudadana, que pretendía reflejar el rechazo a su gestión de la pandemia y a las medidas que ha dejado en suspenso —pero a las que no parece haber renunciado definitivamente— se tuvo que contentar con las «manifestaciones de balcón», el último enclave que el control del ciudadano ha dejado libre.

Pero incluso ahí, la libertad tiene sus límites. Franceses que blandieron en sus balcones, ventanas o terrazas el mensaje «Macronvirus, ¿hasta cuándo?» fueron llevados a comisarías de policía en distintas ciudades, acusados de «ultraje a persona depositaria de la autoridad».

Son los límites a la libertad que se aplican, de manera especial a la libertad de expresión, durante los estados de emergencia en las «democracias liberales». El Gobierno francés, al igual que han hecho algunos de sus vecinos, como el español, se han erigido también en verificadores de la información.

En París, el Servicio de Información del Gobierno (SIG) confecciona cada día una revista de prensa con los artículos que considera «nihil obstat». No hace falta ser muy espabilado para concluir que los artículos que obtienen el «imprimatur» pertenecen a diarios que apoyan la gestión del gabinete.

El control de la información —para algunos de «la verdad»— de los gobiernos europeos es directamente proporcional a la desafección de los ciudadanos hacia sus dirigentes. Según datos publicados por el diario Le Monde, la tasa de satisfacción ciudadana con el Gobierno francés es del 38%. Muy lejos de los índices de:

  • Austria (84%);
  • Dinamarca (79%);
  • Alemania (74%);
  • incluso de Reino Unido (65%).

En España, siete de cada diez ciudadanos califican de «desastrosa» la gestión del Gobierno PSOE-Podemos, según el Instituto Nacional de Estudios Analíticos.

Golpe a la «Grandeur»

Para Emmanuel Macron, aspirante al trono europeo del liderazgo político, el COVID-19 está representando un golpe descomunal a sus pretensiones personales y a la reputación de su país. El virus ha empequeñecido la «Grandeur» francesa.

Macron se ve superado en la gestión de la crisis sanitaria por países como Portugal o Grecia, ejemplares en estas semanas. Vistos desde París habitualmente con desdén, Francia se une ahora a ellos en otro ámbito, el vagón de los pedigüeños a ser rescatados financieramente por la Unión Europea.

Francia, segunda potencia europea y quinta del mundo según sus propios portavoces, prepara el desconfinamiento con penuria de tapabocas, de guantes de látex y de tests. Algo sorprendente en un país que tiene el récord de gasto social y de gasto sanitario en el Viejo Continente.

Los franceses, obligados durante dos meses a salir a la calle tras rellenar una atestación que a muchos recuerda el ‘Ausweis’ de la ocupación nazi, se muestran desconcertados ante el autoritarismo sanitario y la incompetencia de las autoridades. Si Orwell está en la boca de todos, la Sociedad de control, de Gilles Deleuze, vuelve a desempolvarse entre los universitarios.

Capitulación sanitaria

Las comparaciones con las efemérides más trágicas de la historia del país se disparan desde todos los ámbitos. Así, Jacques Juillard, uno de los comentaristas y ensayistas más leídos de la izquierda moderada desde hace décadas, se atreve a describir la situación como un Junio de 1940 sanitario, en recuerdo de la capitulación ante la Alemania nazi. En otro registro, Marine Le Pen, jefa de Reagrupamiento Nacional, el principal partido de oposición a Macron, evoca la batalla que marcó la debacle de Napoleón III ante Prusia en 1870, y augura que «el coronavirus será el Sedán del jefe del Estado».

A favor de Emmanuel Macron juega un mandato de dos años más hasta las elecciones presidenciales y parlamentarias de 2022, la ausencia de una oposición fuerte y con credibilidad, y un sistema presidencial que le permite resguardarse de las crisis, utilizando a su Primer Ministro como airbag y, en último recurso, como fusible.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Por Luis Rivas. – Columnista de Sputnik. Excorresponsal de TVE en Moscú y Budapest. Dirigió los servicios informativos del canal de TV europeo EuroNews. Vive en Francia desde hace más de 20 años.