Académicos de la U. de Chile llaman a extremar las precauciones en recintos interiores, principalmente a través del uso de mascarillas, antiparras, y una ventilación frecuente

SANTIAGO – Lugares como los guetos verticales, cárceles, ascensores, transporte público y otros espacios comunes cerrados presentarían condiciones propicias para una permanencia prolongada del coronavirus SARS-CoV-2 en el aire y en superficies. En línea con el reciente anuncio del Gobierno sobre uso obligatorio de mascarillas en ascensores, académicos de la U. de Chile llaman a extremar las precauciones en recintos interiores, principalmente a través del uso de mascarillas, antiparras, y una ventilación frecuente.

Mantener una distancia social de al menos un metro y medio ha sido una conducta asimilada ya por gran parte de la población. Junto con el lavado de manos, es una de las principales recomendaciones compartidas por las autoridades para intentar frenar el crecimiento de la pandemia. Esta medida sería efectiva al aire libre, pero no puede ser adoptada como conducta de garantía para prevenir el contagio por COVID-19 en espacios cerrados, advierten académicos de la Universidad de Chile. Esa es la premisa que sustenta el reciente anuncio del Gobierno sobre uso obligatorio de mascarillas en ascensores.

Espacios abiertos v/s espacios cerrados

El tamaño diminuto de este virus, en el orden de las milésimas de un milímetro (de unos cuantos micrones en promedio), haría que uno de los mayores peligros del SARS-CoV-2 sea su capacidad de permanecer suspendido en el aire hasta por más de tres horas, particularmente en espacios cerrados y con poca ventilación. Así lo plantea el profesor Raúl Morales, decano de la Facultad de Ciencias y especialista en química ambiental.

Las micropartículas de saliva que uno expele son el principal vehículo de propagación del SARS-CoV-2, el cual es transportado por gotas de distintos tamaños que expulsamos al estornudar, toser e incluso hablar. “Estas partículas microscópicas, que llevan cargas bacterianas y virales, se pueden expandir incluso a más de seis metros. Mientras más fina la gota, más lejos puede llegar, entonces, no solamente el que está a menos de un metro y medio se puede contagiar, también pueden ser afectados aquellos que estén a cuatro, cinco o seis metros en un recinto cerrado”, explica.

En espacios cerrados con poca ventilación uno no se puede confiar, por ejemplo, sacándose la mascarilla o los lentes protectores, advierte el profesor Morales.

La norma generalizada de distanciamiento social de al menos un metro y medio, señala, es pertinente sobre todo en espacios abiertos, debido a que “cuando uno está al aire libre hay una mayor fluidez de las masas de aire, y -por lo tanto- disminuye la concentración de partículas virales en el ambiente. Esto hace que la probabilidad de que uno pueda resultar contagiado sea mucho menor. Pero en espacios cerrados la distancia social no es garantía para prevenir el contagio”.

La profesora de la Facultad de Medicina de la U. de Chile Vivian Luchsinger, plantea que de acuerdo a algunos estudios la distancia ideal sería superior a los dos metros, debido a que se han detectado moléculas de virus hasta 1,8 metros. Aún así, indica que este es un tema sobre el que no se tiene certeza científica comprobada, ya que los diferentes estudios realizados a la fecha plantean cosas distintas, “pero lo que muestran los casos de infectados es que debe haber un contacto más cercano y durante mayor tiempo entre una persona y otra para la propagación del virus. Creo que si no fuera así, tendríamos muchos más infectados”.

Por otra parte, el virus puede depositarse en superficies y vivir en ellas en un rango de tiempo que dependerá de su concentración y de las condiciones ambientales. “Si los virus son pocos durarán menos, si son más durarán más, y las condiciones ambientales también son muy importantes. Si está en una zona con altas temperaturas, expuesto al sol y a corrientes de aire se mantendrá por menos tiempo, pero si está sometido a humedad, oscuridad y poca ventilación podrá permanecer por varios días”, afirma la doctora Luchsinger, quien recuerda que una de las conductas de mayor riesgo es tocar nuestra cara, particularmente nuestra nariz, ojos y boca, luego de haber estado en contacto con superficies contaminadas. Por esto, recalca la importancia de un lavado frecuente de las manos con agua y jabón, cloro o desengrasante.

Formas de protección

El escenario sería especialmente complejo en ambientes interiores con una alta densidad y circulación de personas, como el transporte público, cárceles, guetos verticales, ascensores o recintos comerciales muy concurridos, solo por dar algunos ejemplos. Por esta razón, ambos académicos sostienen la necesidad de extremar medidas en este tipo de lugares, principalmente a través del uso de mascarillas, antiparras o lentes, una frecuente ventilación y la limpieza de superficies.

En espacios cerrados con poca ventilación “uno no se puede confiar, por ejemplo, sacándose la mascarilla o los lentes protectores, porque uno no sabe si en las últimas tres horas alguien contagiado pasó por la zona”, advierte el profesor Morales. La profesora Luchsinger, en tanto, señala que «si tu estas en una situación o espacio en el que no puedes estar tan distante de las otras personas, hay que buscar formas para bloquear el contacto con el virus a través de la mascarilla y la protección de los ojos».

El virus puede depositarse en superficies y vivir en ellas desde horas hasta días, dependiendo de su concentración y de las condiciones ambientales, señala la profesora Luchsinger.

La protección con mascarillas y lentes, agrega el profesor Morales, “resulta fundamental además para quienes están sujetos a una mayor frecuencia de contacto con personas, como son el personal sanitario, las Fuerzas Armadas y Carabineros y el comercio que mantiene su actividad. He visto que muchos de ellos no están con protección en los ojos, entonces la probabilidad de que terminen contagiándose es muy alta”. Por eso, asegura, que además de las mascarillas es importante que puedan usar antiparras o incluso lentes de sol u ópticos para protegerse del contacto directo con la saliva y el vaho de otras personas.

¿Mascarillas artesanales?

La primera recomendación sobre mascarillas tiene que ver con el uso que sí o sí deben hacer de ellas aquellas personas diagnosticadas con COVID-19 o que puedan presentar síntomas para evitar que propaguen el virus a otros. En caso de su uso para evitar contraer la enfermedad, ambos académicos plantean que lo ideal es el uso de mascarillas N95 o las de uso quirúrgico que son desechables, que impiden el paso de partículas de tamaño micrométrico.

La calidad de la mascarilla, aclaran, depende del tamaño del poro del tejido, que es lo que permitirá o no el traspaso de partículas. Por esta razón, en caso de no contar con mascarillas n95 o quirúrgicas, recomiendan que la elaboración de mascarillas caseras con materiales como camisetas, toallas u otros sugeridos sea con la mayor cantidad de capas posible. Mientras más porosa la fibra, deben hacerse más capas para aumentar la probabilidad de que la mascarilla pueda retener o filtrar las partículas respirables.