Por Alfredo Jalife-Rahme | La infección geopolítica de los portaaviones de EEUU le obliga a redesplegarse en Irán, China y Venezuela

El casi motín en el portaaviones USS Theodore Roosevelt, con 430 infectados de 2.000 que se realizaron test de COVID-19, dejó un hueco estratégico en el Pacífico para contener a China, por lo que fue sustituido por el portaaviones USS Harry S. Truman, que se encontraba frente a las costas de Irán. Lo cual deja pendiente la invasión a Venezuela.

Por *Alfredo Jalife-Rahme

Más allá del despido del capitán Crozier del portaaviones USS Theodore Roosevelt —quien imploró salvar la vida de su tripulación infectada de COVID-19— y la actuación pugnaz de Thomas Modly, Secretario interino de la Marina —quien luego fue obligado a renunciar por su desaprobación por el Congreso y la opinión pública—,  resalta la postura de ambos sobre el estado de guerra de EEUU.

El capitán Crozier, en una carta filtrada por el San Francisco Chronicle, afirmó que EEUU «no está en guerra».  «Los marines no tienen necesidad de morir«, por lo que había que salvar antes la vida de su tripulación. Ello mientras que el pugnaz Modly emprendía una dislocada arenga bélica en memoria del ‘gran garrote’ del expresidente Theodore Roosevelt: «Nuestro país debe saber que el gran garrote es intrépido e imparable (…) nuestros adversarios deben saberlo también. No estamos en guerra según los conceptos tradicionales, pero tampoco estamos en paz».

A Trump molestó en particular la afirmación del capitán Crozier de que EEUU «no estaba en pie de guerra», cuando el capitán, hoy despedido fulminantemente, exhortaba a que el portaviones con 5.000 tripulantes debía anclar en el puerto de Guam para atender a los infectados.

Lo cierto es que la tormenta política en EEUU que causó la defenestración del hoy héroe nacional, el capitán Crozier, fue impugnada por tirios y troyanos, y exhibió las vulnerabilidades estratégicas de EEUU en la fase de pandemia.

Las consecuencias geopolíticas de la infección del portaaviones USS Theodore Roosevelt —cuyo presidente fue quien enunció la política del gran garrote en la fase del inicio del irredentismo imperial de EEUU— son enormes. Obligan a anclar al portaviones infectado, que servía para contener a China en el Pacífico, y es sustituido por otro portaaviones de ataque USS Harry S. Truman, que se encontraba frente a las costas de Irán. Lo cual deja frágilmente suelta la presencia militar de EEUU en el Medio Oriente cuando acaba de cerrar su gran base aérea de Taqaddum, en Irak.

La triple guerra anunciada por el Pentágono en tres frentes: COVID-19, el terrorismo —por cierto, venido a menos como justificación creíble— y los cárteles de la droga de México y el Caribe —en particular, Venezuela con la notable excepción de Colombia— pone en tela de juicio la invasión militar en Venezuela. Ya es seriamente cuestionada por los militares de EEUU, pero le sirve a Trump para sus propósitos electoreros de obtener los 29 votos de Florida y los 38 de Texas, donde el factor petróleo es determinante. Trump no se puede dar el lujo de perder Texas y Florida al precio que fuere.

No es un asunto menor que la pandemia haya alcanzado a la armada de EEUU cuando, al parecer, el COVID-19 infectó las tripulaciones de cuatro portaaviones, que incluyen al célebre Nimitz.

El general de la Fuerza Aérea John Hyten, vicedirector de la Junta de Jefes de Estado Mayor, comentó que el Pentágono estaba listo para operar en un «ambiente COVID».

Al corte de caja de hoy, el Pentágono afirma que existen más de 3.100 infectados y 64 hospitalizados de los 1,4 millones de miembros del servicio.

Una cosa queda clara: el Pentágono no será detenido en sus despliegues militares por el COVID-19.

Y para que no quede duda, el subsecretario del Pentágono David Norquist enfatizó que el portaaviones infectado USS Theodore Roosevelt permanece en «estado de combate», pese a que ancló en la base de Guam —en la Micronesia, en el Pacífico occidental— por «precaución».

Pese a que la pandemia puede durar varios meses, los altos funcionarios del Pentágono advirtieron a los «adversarios» de no aprovecharse para golpear a las fuerzas de EEUU.

El anterior Secretario interino de la Marina, Thomas Modly —un empresario que fue gerente de la controvertida empresa contable global PricewaterhouseCoopers— declaró que aunque la tripulación del portaaviones USS Theodore Roosevelt sea reducida a 1.000 del total de 5.000 todavía constituiría una unidad dispuesta a intervenir militarmente.

De ser este el caso, desechando sus huecas bravatas, ¿cuál es la razón, entonces, de que el otro portaaviones USS Harry S. Truman haya sido retirado de las costas frente a Irán para ser redesplegado en el Pacífico en lugar del portaaviones infectado?

Precisamente en la región del Pacífico, EEUU ha desplegado sus portaviones con el fin de amedrentar, incluso por la vía nuclear, a China.

Más allá de las bravatas de Modley, la baja real del portaaviones USS Theodore Roosevelt, afectado e infectado, obligó al redespliegue del otro portaaviones USS Harry S. Truman para que tome su lugar.

Desde el 27 de marzo, el Daily Mail, muy cercano al MI6 británico, había expuesto que, además del portaaviones USS Theodore Roosevelt, el USS Ronald Reagan, que se encuentra en el puerto de Tokio, había puesto a «toda su tripulación en cuarentena», por lo que «China parece ahora tener sus manos libres en el Pacífico».

¿El escándalo mayúsculo del USS Theodore Roosevelt ha servido para encubrir la cuarentena del otro portaaviones USS Ronald Reagan, prácticamente ocultado?

Cabe recordar que, en este juego de ajedrez marítimo, China posee en la base naval de Dalian su primer portaaviones, el Liaoning, y el segundo, el Shandong, en la base naval de la isla de Hainan.

Se ignora si alguna o ambas de las tripulaciones de los dos portaaviones chinos exhiba infección alguna de COVID-19.

Ahora bien, de los 11 portaviones de EEUU, la máxima superpotencia marítima del presente, llama la atención que otro, el USS Dwight D. Eisenhower, se encuentre desplegado en el Medio Oriente, mientras el USS Gerald R. Ford, comisionado por Trump, espera ser desplegado en 2022.

La situación de los otros seis portaaviones que se encuentran anclados en las dos costas de EEUU es la siguiente:

  • el USS Carl Vinson, estacionado en el estado de Washington y con un marine que ha dado positivo en COVID-19;
  • el USS Nimitz, estacionado en el Estado de Washington y con reportes de algunos infectados;
  • el USS Abraham Lincoln, estacionado en San Diego;
  • el USS George Washington, estacionado en Newport (Virginia) y actualmente en reparación;
  • el USS John C. Stennis, anclado en Norfolk (Virginia) y actualmente en reparación para ser operable en la próxima década;
  • el USS George H. W.  Bush, que tiene una planeación de 28 meses para ser anclado en Norfolk (Virginia);
  • el USS Gerald R. Ford, comisionado por Trump, espera ser desplegado en 2022.

Llama la atención que al menos tres portaaviones se encuentren en reparación, lo cual aminora en forma significativa el poder naval de EEUU, más aún, cuando por lo menos tres portaaviones han sido golpeado por la pandemia.

Cosas extrañas han sucedido en la armada de EEUU como cuando ocurrió la colisión entre los navíos USS Fitzgerald y USS John S. McCain con barcos civiles que dejó un saldo de 17 muertos por negligencia, en el verano del 2017.

¿Está EEUU a punto de perder su invencible supremacía marítima?


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

*Analista de geopolítica y globalización. Columnista y comentarista en Sputnik y varios periódicos, radios y televisiones internacionales. Profesor de posgrado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en Geopolítica y Globalización. Autor de varios libros. Nombrado por la Red Voltaire de Francia como ‘El principal geopolitólogo de Latinoamérica’.