Las proteínas de las púas que el SARS-CoV-2 utiliza para pegarse a las células humanas pueden ser el verdadero talón de Aquiles del coronavirus. Entender cómo lo hacen puede ayudar a desarrollar nuevos medicamentos eficaces en la lucha contra la pandemia, consideran los científicos estadounidenses de la Universidad de Minnesota.
Durante su investigación, los científicos utilizaron la cristalografía de rayos X para crear un modelo tridimensional que permite entender cuál es la estructura de la proteína que forma las púas del SARS-CoV-2. Gracias a estas, el coronavirus penetra en las células para replicarse, causando la tan temida enfermedad COVID-19.
Además, este modelo ayudó a visualizar cómo las pequeñas mutaciones en la proteína crean unas crestas que posteriormente cambian la manera en la que el coronavirus se conecta a los receptores presentes en las células humanas.Los resultados de su estudio revelaron que la cepa del SARS-CoV-2 ha sufrido varias mutaciones que generaron las crestas particularmente compactas en las púas de sus proteínas. Son más compactas que la que pueden hallarse en el virus SARS que causó el brote de la pulmonía atípica entre 2002 y 2003. Además, es posible que sea una de las causas por la que la nueva cepa del coronavirus es tan resistente y haya afectado a un número tan grande de personas causando el COVID-19.
Resulta que el coronavirus ha desarrollado nuevas estrategias que le ayudan a pegarse a las células de una manera más fuerte, explicó Fang Li, coautor de la investigación, citado por el periódico británico The Guardian.
«Esta unión firme con un receptor ayuda al coronavirus a infectar las células y propagarse entre los humanos», aseguró el científico.El equipo de Fang Li también observó cepas similares del coronavirus detectadas en los murciélagos y los pangolines. Descubrió que las de los murciélagos todavía tienen que pasar por un cierto número de mutaciones para poder desarrollar en sus púas las estructuras con las que podrían unirse perfectamente a los receptores humanos.Sin embargo, la cepa de coronavirus en pangolines ha mutado lo suficientemente para tener esta capacidad. Este descubrimiento contribuyó a que surgiese la hipótesis de que estos animales fueron los anfitriones intermedios del nuevo coronavirus.
Los científicos esperan que el nuevo modelo ayude a otros investigadores a desarrollar medicinas y vacunas contra la infección con el coronavirus SARS-CoV-2.
«Nuestro trabajo puede facilitar el desarrollo de los anticuerpos monoclonales que actuarían como un medicamento para reconocer y neutralizar la unión del coronavirus con los receptores de la proteína de las púas. O una parte de esta proteína podría convertirse en la base de una vacuna», concluyó Fang Li.