Por Alfredo Jalife-Rahme | El neomaltusianismo de la COVID-19, según el consultor del pentágono Robert Kaplan

Robert Kaplan, quien formó parte del Ejército de Israel y colabora con Eurasia Group de George Soros, arguye que «el neomaltusianismo del siglo XXI es —y será cada vez más— de formaciones de masas, llevando la política a extremos y colocando al centro político bajo amenaza», con la geopolítica, factores demográficos y ambientales como la COVID-19.

Por *Alfredo Jalife-Rahme

En la revista bimensual de corte sionista, The National Interest, Robert Kaplan, conspicuo consultor del Pentágono, advierte sobre el inevitable mundo neomaltusiano del siglo XXI de pandemias, cambio climático y luchas geopolíticas.

En su libro La anarquía que viene, de 1994, sacudió al entonces presidente Bill Clinton, donde en el subtítulo subsume su idea de corte escatológico: «cómo la escasez, el crimen, la sobrepoblación, el tribalismo y la enfermedad destruyen rápidamente la fábrica social de nuestro planeta» que, de cierta manera, era el preludio de su congénito neomaltusianismo, en donde suele echar la culpa a las víctimas, mientras soslaya la etiología del neoliberalismo financierista global y el avasallamiento de la pusilánime clase política a los banqueros de Wall Street y La City.

Kaplan, un neomaltusiano consuetudinario, reinterpreta a su inspirador y deduce que un mundo sobrepoblado tendrá una dinámica geopolítica distinta y sumamente ominosa cuando las pandemias, como ahora la COVID-19, serán los ineludibles acompañantes naturales del inescapable mundo neomaltusiano.

En 1798, casi 10 años posteriores a las turbulencias de la Revolución francesa, el economista y demógrafo británico Thomas Malthus, en su muy discutido y discutible Ensayo sobre el principio de la población, vaticinó en forma errónea —por lo menos en los pasados 222 años— que la población aumenta en forma geométrica, mientras el suministro de alimentos se incrementa únicamente en forma aritmética.

Su grave equivocación provino de que el genio humano y la parte benigna de la tecnología aumentaron en forma exponencial el abasto de alimentos, obvio: en las regiones de los grandes productores agrícolas del mundo.

En la reinterpretación sui generis de Robert Kaplan, Malthus imaginó que la enfermedad, la hambruna y la calidad miserable de vida entre los indigentes, todo sumado de una pésima urbanización, tendrían efectos políticos deletéreos.

En el mundo neomaltusiano del coronavirus, Kaplan juzga que el economista/demógrafo británico del siglo XVIII «ayudó a introducir el tema de los ecosistemas en la filosofía política contemporánea».

A su juicio, Malthus vislumbró primordialmente al hombre como una especie biológica afectada por las condiciones naturales y las densidades en las que habitamos al planeta.

Kaplan opera malabarismos sofistas cuando alega que «quizá la razón por la cual Malthus siempre ha sido denunciado de estar equivocado es debido al mordaz temor que existe de que en un cierto nivel básico tiene razón».

Juzga que «proferir que el mundo está sobrepoblado constituye un peligroso juicio de valor» ya que «es la gente la que deberá decidir tener hijos».

Kaplan no propone la despoblación obligada y/o voluntaria ni la eutanasia ni la eugenesia, pero se queda a un paso de sus umbrales cuando enfatiza que «un mundo más poblado tendrá una dinámica geopolítica diferente y potencialmente peligrosa».

Es evidente que opera una distinta «dinámica geopolítica» poblacional cuando se contrastan los siete millones de habitantes de Israel a los 1.800 millones de los 57 países que conforman la Organización de la Conferencia Islámica, no se diga los 1.400 millones de China y los 1.300 millones de la India.

Aporta una perogrullada sobre la «escasez del agua y la desertificación, ecos de antecedentes ambientales en la Primavera Árabe y en la Guerra de Yemen», donde los «jóvenes masculinos en los países más frágiles» son «quienes causan las revueltas políticas».

Alardea que desde febrero de 1994, planteó en un artículo para The Atlantic, que el «medio ambiente natural» sería «el tema de seguridad nacional del siglo XXI.

Sentencia que la «naturaleza es ahora un factor que de cierta forma no existía durante la guerra fría entre EEUU y la URSS», y que, en el mundo neomaltusiano de hoy, «las rivalidades de las grandes potencias entre EEUU y China y entre EEUU y Rusia serán elementos interactivos dentro» del «desorden mundial» más que sus «primeros instigadores».

Aduce que las «pandemias, como la letal influenza española de 1918, serán el acompañante natural del mundo neomaltusiano«, como el coronavirus de China «que constituye el evento geopolítico más significativo desde la gran recesión de 2008 y 2009 y que amenaza la reputación y quizá eventualmente la supervivencia de algunos regímenes».

El israelí estadounidense Kaplan nunca ha ocultado su islamofobia, en particular al «radicalismo islámico» que, a su juicio, se encuentra «orgánicamente relacionado a las tendencias neomalthusianas» conforme las poblaciones en el mundo árabe e Irán se dispararon en las pasadas décadas y cuando su religión tiene que ser reinventada, mientras la «combinación de urbanización, cambio climático, tierras pobremente nutridas cada vez mas y, en algunos casos, la creación de nuevas clases medias que empujarán la migración del sur del Sahara africano gradualmente hacia el norte de Europa en el curso del siglo XXI».

Enfatiza que «el cambio climático y las crecientes poblaciones no provocan guerras y levantamientos», pero «interactúan con causas sectarias, étnicas y políticas, empeorándolas». Argumenta que las redes sociales no están directamente relacionadas al crecimiento de la población y a la urbanización, pero intensifican sus efectos, al incitar la sicología de las masas y el «instinto borrego».

Sobre la Psicología de las masas, el universalista francés Gustave Le Bon se adelantó un siglo a Kaplan.

La diferencia entre la sicología de las masas de Le Bon con la de Kaplan radica en la globalidad y la velocidad de su interacción, las cuales, a mi juicio, propenden a su balcanización, como reflejo de los regionalismos geoeconómicos y de las esferas de influencia” entre las 3 superpotencias EEUU/ Rusia/ China del nuevo (des) Orden Tripolar.

Kaplan padece agorafobia —pánico obsesivo-compulsivo a los espacios abiertos— del «mundo neomaltusiano del siglo XXI», donde «existen lugares habitados por extensas conurbaciones urbanas, en lugares ambientalmente frágiles donde los seres humanos en amplios números nunca pensaron vivir en primer lugar» y que «exacerbarán las supertormentas, los terremotos, las sequías, las inundaciones y los incendios» y, para cerrar con broche de oro, la vorágine de las pandemias: ¡Apocalipsis Ahora!, según Kaplan.

Juzga que la geopolítica continuara a cambiar en varios formas directas, indirectas y ambiguas, conforme la especie humana se incremente a 11.000 millones antes de estabilizarse».

Sentencia de «no esperar un resultado lineal de las nuevas batallas de las grandes potencias, como lo fue la Guerra Fría», más de corte ideológico, y que ahora lo que «se encuentra delante de nosotros será una interacción de ideologías y la naturaleza misma», donde se acoplan las enfermedades y los trastornos políticos.

¿No conviene que de nueva cuenta se equivoque Malthus, 222 años mas tarde, ahora de la mano de su reinterprete escatológico Kaplan?

Cabe destacar que también Kaplan se equivocó con su anarquía de hace 26 años, cómo se equivocó tremendamente su coetáneo sensacionalista: el nipón estadounidense Francis Fukuyama y su alucinante Fin de la Historia con su histeria.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

*Analista de geopolítica y globalización. Columnista y comentarista en Sputnik y varios periódicos, radios y televisiones internacionales. Profesor de posgrado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en Geopolítica y Globalización. Autor de varios libros. Nombrado por la Red Voltaire de Francia como ‘El principal geopolitólogo de Latinoamérica’.