Por Alejandro Marcó del Pont | El problema de las transferencias, el impacto mundial del COVID-19 y el default

En 1925, la comisión Dawes dividió el problema de las reparaciones de guerra alemana en dos subproblemas, a saber: el presupuestario y el de la transferencia. El debate entre Ohlin y Keynes, que apareció en las páginas del Economic Journal de 1929 y se volvió famoso, apuntaba a la segunda parte del inconveniente, es decir, al problema de la transferencia.

Por *Alejandro Marcó del Pont

Dicho en pocas palabras, la dificultades eran dos, presupuestariamente Alemania tendría que reunir fondos asfixiando a la sociedad germana para obtener una suma de dinero (marcos) para pagar las reparaciones de guerra (superávit primario en la actualidad); posterior al ajuste social realizado, y de haber obtenido el ahorro requerido, se enfrentaría a la segunda parte, que los ahorros en marcos le permitieran comprar el oro (divisa) que debería transferir a los Aliados (Keynes, 1929: The German Transfer Problem).

El problema de las transferencias alemanas y el apremio argentino por dólares para pagar la deuda son problemas similares, más aún después de los sucesos ocurridos el lunes 9 de marzo, catalogados como “Lunes Negro”. Argentina y la mayoría de los países emergentes tienen deudas en monedas que no son propias (dólares), una divisa que no pueden imprimir. Esta idea ya la tratamos en Un gran arsenal administrativo para defender la deuda. Por lo tanto, nuestro país debe, por una parte, generar los recursos necesarios en pesos para comprar los dólares, y por la otra, conseguir la cantidad de dólares que le permitan pagar la deuda y desarrollar al país. Son dos temas diferentes que pasaron a entorpecerse recientemente.

Hasta el lunes 9 de marzo, la hoja de ruta del gobierno del Presidente Fernández en cuanto a la negociación de la deuda se fundamentaba en una negociación por un camino intermedio entre un acuerdo promercado y el default, una idea teñida de racionalidad. Aunque se avizoraba una ardua disputa en cuanto a consensuar entre las partes una masa de dinero crítica que permitiera la dualidad de pagar la deuda y facilitar el crecimiento nacional.

Esta disputa contaba con el apoyo del FMI, que para su conveniencia, pretendía que los acreedores privados realizaran una quita que le permita al organismo internacional diferir la menor cantidad posible del pago que debe recibir. El diferimiento del FMI es función inversa de la magnitud de la quita, ante mayor quita, menor diferimiento.

Hasta aquí la idea, con sus interrogantes, se encaminaba a ser debatida en una negociación complicada. Aunque no estaba en la vidriera, quedaba flotando en el aire el problema del superávit comercial necesario para obtener los dólares que permitieran pagarla. Siguiendo la idea de Keynes, el problema de la deuda se volvía el dilema de los acreedores, ya que tenían que apostar a comprar bienes de los países deudores de manera que estos obtuvieran los dólares necesarios para afrontar sus obligaciones.

Si bien dejamos claro en el artículo “Un gran arsenal…” que tanto Estados Unidos como UE y China tenían superávit con la Argentina y no déficit, también, hasta el lunes, el panorama económico mundial giraba en torno a una economía mundial estancada, con una fuerte lucha por la supremacía mundial disfrazada de disputa comercial, con una fuerte caída del comercio mundial. Aranceles, restricciones de importaciones, bienes preferenciales, sanciones monetarias o arancelarias sobre algunos bienes, dejando expuesta la reorganización de la globalización.

Desde el Lunes Negro la economía mundial está en camino de pasar de una parálisis a la recesión, lo que replantea el interrogante acerca de los parámetros de alivio en el acuerdo de la deuda. Hasta el 9 de marzo la duda era: ¿cuál puede ser el arreglo más beneficio de la deuda?, ¿el de menores tasa?, ¿fuertes quitas del principal?, ¿mayores plazos?, o, seguramente, un combo de todas. Hoy la pregunta cambió y es ¿existe un acuerdo que genere algún tipo de beneficio con un mundo en recesión? ¿Argentina puede enfrentar un mercado en franca reducción de commodities, tanto en volúmenes como en precio, para colocar sus productos y obtener los dólares para afrontar la deuda y reflotar, o al menos mantener, una economía en coma?

La hoja de ruta del gobierno en cuanto a la deuda se volvió obsoleta ante la realidad económica mundial. A continuación expondremos, de manera breve, los escenarios económicos mundiales y las opciones nacionales. El alcance de los daños a la economía mundial son indeterminados a la fecha, ya que dependerá de la velocidad que se contenga al virus, pero aun así el escenario expuesto será el intermedio, o casi podría decirse, el benigno. Debe tenerse en cuenta que la economía mundial ya estaba a las puertas de la recesión, el coronavirus sólo fijo su fecha de defunción.

Antes del 9 de marzo los pronósticos del crecimiento de la economía mundial habían descendido del 3.3% al 2.9%. Ahora, dependiendo de quién los realice, la economía mundial crecerá entre un 0% y 1.5%. La UE y Japón entraran rápidamente en recesión, ya que no alcanzaban al 1% con anterioridad a la pandemia, EE. UU. pasará, con suerte, del 2.5% al 0.7%. Quizás el más impresionante será China, que por primera vez desde el 1992 tendrá en el primer trimestre números negativos y en el año crecerá entre el 2.5 y 3%.

A nivel sectorial, los primeros datos que salieron a luz son del turismo y la industria de servicios relacionados con él, como la hotelería, el cine, los teatros los restaurantes, ya han arrojado algunos números. Aviación perderá en un principio U$S 113 mil millones, el cine U$S 7 mil millones.

La cadena de suministros mundiales se ha complicado. China bajó sus exportaciones en un 17% en febrero complicando al mundo con la cadena de suministros. El gigante asiático no solo digita los precios de los alimentos, sino es el mayor ensamblador y productor de bienes intermedios. Veamos un ejemplo. Después de las vacaciones por el año nuevo lunar, Foxconn, que fabrica la mayoría de los iPhones de Apple en China, no pudo recuperar sus plantas de ensamblaje a plena capacidad y ya se pronostica una caída del 10% en los iPhones para este trimestre.

La Reserva Federal ha puesto encima de la mesa el mayor paquete de estímulos financieros desde la anterior crisis financiera, con el fin de contener el azote de la pandemia. La idea es doble, rebaja de los tipos de interés en un 0,25% desde el 1,25% previo y realizar una ronda de compra de activos por valor de 700.000 millones de dólares. Las mismas soluciones que el 2008, y cuyos resultados parecen son idénticos, pero a velocidad de la pandemia.

Ahora veamos nuestro país y sus problemas. El gobierno actual tenía una hoja de ruta lógica con respecto a la deuda y su negociación, pero desde el Lunes Negro hay que afrontar dos frentes, externo e interno, ambos en recesión. El primero muestra que el precio de los commodities seguirá contrayéndo, sobre todo el petróleo y el cobre, este último resulta un indicador adelantado del crecimiento o del derrumbe mundial.

Los escenarios posibles son todos hipotéticos y tomaremos, como lo hicimos con la economía mundial, el más benigno. Supondremos que las exportaciones caerán en 2020 solo un 5%, es decir, unos U$S 3.400 millones dando un total de U$S 61.800 millones, mientras que las importaciones aumentarán un ocho por ciento en total U$S 53.000 millones para mantener la producción actual. El superávit comercial será, entonces, de U$S 8.100 millones.

Como dice el economista Andrés Asiain en Deuda: política económica en laberinto de reestructuración, Argentina podría surfear el 2020 sin default, reperfilando vencimientos bajo legislación local en divisas (U$S15.100 millones), renovando vencimientos en moneda local ($1.160.850 millones) y pagando los vencimientos en dólares bajo legislación extranjera (U$S4.900 millones) y con el Club de París y el FMI (U$S2.500 millones). Este pago daría un total de U$S8.000 millones, es decir, en el mejor de los casos se podría pagar lo mínimo con el superávit comercial, sin capacidad de enviar dividendos al exterior, atesorar en dólares, turismo, etc, postergando el años 2020 después de dos años de caída.

El petróleo en los primeros quince días ha caído un 30%, las naftas en el mundo casi un 40%. Ante este panorama los petroleros comenzaron su tradicional danza del lobista, pretendiendo que el precio del petróleo se pague entre 50 y 55 dólares, el valor del barril criollo, que a su entender no tendría costo fiscal alguno para el gobierno porque lo compensaría con recaudar impuestos en las estaciones de servicio. La absurda teoría, que el gobierno escuchó y se comenta intentaría sostener el valor entre 40 y 42 dólares, tendría un doble costo. Por un lado, político, ante la baja mundial del petróleo Argentina no rebaja internamente los combustibles. Segundo el costo de subsidiar el transporte. Nadie atina a predecir su costo.

Las tarifas de gas y luz, según el economista Alejandro Bercovich, en su artículo Alberto Fernández y las diez plagas de Olivos, menciona que en el Ministerio de Desarrollo Productivo dicen que alcanza con subirlas un 25% en junio. Bastante menos que la inflación esperada para este año, pero bastante más que cero. Al fin y al cabo, la compañía mayorista eléctrica CAMMESA paga 62 dólares por megawatt de generación y los consumidores le pagan 46 dólares a las distribuidoras. Lo que hay en el medio es la cuenta de subsidios, que llegó a U$S3.000 millones en 2019 y que alcanzaría los U$S 4.700 millones este año, de no mediar aumentos. Aunque el monto pueda negociarse por la recesión no será menor a U$S3 MM lo que implicaría un 0.07% del PBI.

Estas simulaciones se encontraban hechas sin una catástrofe en la puerta, lo que ha comenzado a suceder. China, Brasil y la India, destinos de nuestras exportaciones caen de manera alarmante. En el año 2009, ante la crisis mundial de las subprime, se creó la Asignación Universal por Hijo (AUH), que implicó un costo del 0.8% del PBI, nos faltarían fondos para las Pymes, tratando de mantener produciendo, los U$S 240 millones para este año no alcanzarían, jubilados, desempleados, son una enorme carga para una economía paralizada desde hace tres años.

La idea de inyectar los U$S8.000 millones que habría que pagar de intereses mínimos este año, aun y reprogramando el resto de la deuda, darían la sensación de saber a poco dado el panorama que comienza a percibirse. Es necesario comenzar a recalcular la hoja de ruta de la renegociación ante una economía mundial en coma, que no tendrá ningún margen de libertad. Una opción es no pagar hoy, solo para mantener una economía aletargada, y comenzar a negociar cuando el mundo comience a tomar un rumbo, medianamente cierto.

No se pueden hacer proposiciones de buena voluntad para pagar, en un mundo que nadie sabe cuál será su futuro y una economía que no se detecta el piso de su caída. El gobierno tendrá que extremar su imaginación, que algunos crean que una economía mundial desbastada nos puede beneficiar, es una mirada sumamente optimista. Si pagar 2% en vez de 8% de interés cuando la tasa de los bonos es negativa, sí obtener quita, o mayores lapsos de tiempos es obtener beneficios, es posible, siempre que contestemos   la pregunta, ¿Cuál sería el monto que tenemos que afrontar que nos favorece tanto como país?


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

*Lic. en Economía y Magíster en Relaciones Internacionales (Universidad Nacional de La Plata). Analista de economía. Columnista y comentarista en varios periódicos, radios y televisiones internacionales. Director del medio de comunicación digital El Tábano Economista.