Que la tasa de crecimiento de la economía mundial ha estado disminuyendo de manera constante en las últimas décadas no es un secreto para nadie. Hoy el debate principal entre los economistas es si la fuerza que adquirió la relentización en los últimos tiempos la vuelve un problema secular o coyuntural. ¿Qué medidas de política económica llevaron a consolidar este estancamiento? Este interrogante se convirtió en el punto central del polémica actual.
Por *Alejandro Marcó del Pont
Pero, quizás lo más interesante ha resultado que el retroceso cíclico devenido en crisis que ha mostrado el capitalismo se perfila como sistémico, y el establishment económico mundial no va a permitir esta imagen, de otra manera, el estancamiento se convertirá en viral.
Tampoco es novedosa la idea de imputar culpas a misteriosos virus y maldades eternas, sobre todo de países lejanos. Felipe IV, rey de Francia, se volvió afamado por su célebre idea de culpar de la muerte de un cuarto, al menos, de la población europea, al “viento corrompido que provenía del Islam”, creativa explicación de la peste negra. Las pandemias, sus miedos y negocios tampoco están lejos. Nos recuerdan un antiviral, “Tamuflú”, desarrollada por Gilead Sciences, Inc., de quien el ex ministro de defensa del gobierno de George W Bush, Donald Rumsfeld es el principal accionista. Mágico paliativo para cualquier gripe o virus mutante. Gran negocio para la pandemia del terror.
Pero volvamos a lo nuestro. La economía mundial creció a una tasa promedio del 4.5% del 2000 al 2007, a partir de la crisis del 2008 al 2016 se replegó a una magro 3.3% y desde ahí la pendiente ha sido pronunciada hasta arribar con suerte al 2.7% para el 2019. Los crecimientos de los países del G7, los de mayor peso a nivel mundial, han sido lastimosos; los que en los últimos seis años pudieron sobresalir del 1.2% se llevan un galardón.
La UE araña un tímido 1%, al igual que Japón en el mismo periodo. EE. UU. lucha por mantener un 2.5%, mientras que los emergentes más importantes, China y la India, presentan retrocesos que oscilan del 30% y 25% en los últimos seis años. Los emergentes menos importantes que colaboraban con aportes positivos para un retroceso menor de la economía mundial, Brasil, México, Argentina, Turquía, Sudáfrica, han mostrado un desempeño lamentable. Este escenario sin coronavirus (covid-19) a la vista.
Como queda expresado, la discusión económica de la relentización económica lleva al menos seis años de tinta derramada, y a medida que se sucedían los años, los datos afirmaban y agravaban las predicciones. Una de las primeras señales del estancamiento fue el comercio, los niveles de caída eran alarmantes, por una menor actividad económica en cada país, lo que provocaba una contracción del comercio. A finales del 2018 se tenía proyectada para 2019 una tasa de crecimiento del comercio largamente por encima del 3%. En abril del 2019 las proyecciones cayeron al 2.6% y año terminó en 1.2% sin ningún virus.
En 2019 el debate sobre la paralización económica estaba saldado; unos años antes había comenzado la controversia sobre las políticas que habían causado el estancamiento. Y aunque las hipótesis eran tantas como lo permitía la imaginación económica, había algunas que acapararon la atención general: las finanzas como rectoras de la economía y su daño, y la liviandad de los países para detenerla era una de las causas top. El endeudamiento generalizado, producto de los beneficios financieros, la desigualdad irracional entre países pobres y ricos, así como su colosal concentración del ingreso hacia dentro de cada país.
En la misma época las señales e indicadores de una posible crisis mundial, de mayores magnitudes que la del 2008, comenzó a tomar fuerza, y no había ningún virus a la vista. Desde nuestro blog dos artículos confirman esta tendencia “La recesión mundial ha comenzado” (agosto de 2019) y ¿Preparándose para el apocalipsis? (septiembre de 2019). En ambos artículos se muestran algunos indicadores, desde la guerra por la supremacía mundial, expuesta como una guerra comercial, que daban una idea de las magnitudes del ataque a la globalización con las medidas proteccionistas de los Estados Unidos.
A esta idea de un menor comercio abonaba la caída del PBI, pero quizás, más aportaba la inversión de la curva de rendimiento, que se considera uno de los indicadores más confiables de recesión en los Estados Unidos. La curva de rendimiento se ha invertido antes de cada recesión en Estados Unidos desde 1955 por lo que se considera en gran medida como un fuerte predictor de que una desaceleración está en camino. Esa reversión se dio durante el 2019, ya que los inversores preferían cubrir en el corto plazo con tasas mayores, sin importar lo que pasara a largo plazo.
Como dice el economista mexicano Alejandro Nadal en su artículo sobre la tasa de interés y el coronavirus, no es que se descarten los efectos económicos de la pandemia. Se han dejado sentir por doquier. Desde la interrupción de cadenas de suministro estratégicas, el cierre temporal de plantas, hasta la cuarentena forzada en ciudades con millones de habitantes, así como su impacto en la bolsa de valores. El problema es que, después de este lunes 9 de marzo, con el principio de la recesión mundial, los analistas y expertos cantarán a coro que el coronavirus fue el transmisor de la crisis, enviando un mensaje equivocado.
La realidad es que desde hace meses la economía mundial ha estado viendo acercarse la perspectiva de otra recesión, incluso peor que la de 2008, lo que ha generado profundos análisis por parte de los economistas heterodoxos. La Reserva Federal anunció que aplicará un recorte de por lo menos 50 puntos base y nadie entiende, en términos económicos, cuáles son las justificaciones técnicas para tomar tal decisión. De hecho, Neil Irwin, columnista del NYT, en su último artículo da un listado de razones por las cuales la Reserva Federal no debería haber reducido las tasas de interés. Y este lunes negro lo confirma.
El economista mexicano, va un poco más allá y especula que los niveles a los que se llevó la tasa de interés son los mismo que en 2011 y se sabe, dados los números desde entonces a la fecha, que esos niveles de política monetaria no sirvieron para gran cosa. Ni la demanda agregada ni la oferta respondieron bien a estas medidas. La recuperación fue un estado semiletárgico con mediocres tasas de crecimiento y empleo precario y mal remunerado. Lo que sí se estimuló fue la especulación en grande.
Las bajas en las tasas de interés solo sirven para especulación financiera, no han producido un boom en la inversión y solo han valorado el dólar. Esta vez no será diferente. La postura de la Fed no será una vacuna contra el nuevo coronavirus y no permitirá evitar la recesión. Y si no creen, vean los paneles bursátiles.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
*Lic. en Economía y Magíster en Relaciones Internacionales (Universidad Nacional de La Plata). Analista de economía. Columnista y comentarista en varios periódicos, radios y televisiones internacionales. Director del medio de comunicación digital El Tábano Economista.