Si alguna vez has pensado en darle más juego a la vida sexual con tu pareja probando nuevas técnicas sexuales, trata de abstenerte de practicar las que te presentamos a continuación, porque realmente pueden acabar mal.
Cada persona es diferente y tiene sus propios gustos. Y eso se extiende, desde luego, a su vida sexual. De ahí que cada cual se atreva, o no, a mezclar el sexo con el dolor físico y no con el placer y la satisfacción, como es más habitual.
La asfixia erótica
La asfixia erótica o asfixiofilia es una de las prácticas sexuales más peligrosas. Consiste en asfixiar levemente al compañero o compañera sexual con el objetivo de sentir placer.
Se cree que esta práctica se remonta a la Edad Media, cuando la gente asistía a las ejecuciones públicas y veía cómo los ahorcados tenían una erección antes de morir. Esta reacción tan inesperada se debía a la presión que ejercía la horca sobre su cerebelo.
La asfixiofilia también es popular entre los indígenas iñupiat en el Ártico y los de Asia sudoriental. En Europa la moda de la asfixia erótica llegó en la década de 1950. Los soldados franceses que habían regresado de la guerra de Indochina acabaron compartiendo las experiencias sexuales que habían aprendido en compañía de las mujeres de aquellas latitudes.
La técnica la usan sobre todo los hombres para masturbar. Es menos común entre parejas. La estadística dice que anualmente decenas de personas mueren en Alemania a causa de las prácticas peligrosas de la masturbación.
El actor estadounidense David Carradine, conocido por su papel de Bill en la película Kill Bill, fue una de las personas más célebres que han perdido la vida a causa de la asfixia erótica. En junio de 2009 el artista fue hallado muerto dentro de un armario en un hotel en Bangkok (Tailandia) con una horca ajustada alrededor del cuello.
Los juegos con cera
Las velas son indispensables en una cena romántica. Pero también se utilizan en las relaciones carnales por los aficionados al BDSM. Consiste, por ejemplo, en atar a la cama a la pareja sexual, vendarle los ojos y dejar que gotee una vela sobre su cuerpo.
En estas circunstancias la piel se lleva la peor parte, dado que la temperatura de fusión de una vela varía entre los 50 y los 90 grados. Cuanto más pequeño es su diámetro, más rápidamente se enfría la cera. Esta es la causa por la que escoger la vela equivocada puede acabar pasando factura a ambas personas.
El sexo eléctrico
La chispa puede surgir no solo entre dos desconocidos que de repente se enamoran, sino también entre los aficionados al sexo eléctrico. En el segundo caso la chispa surge literalmente: son personas que utilizan la corriente eléctrica para sentir placer. La electricidad puede atravesar los genitales o todo el cuerpo.
En pleno siglo XXI nadie utiliza para estos fines simples cables de la electricidad. En las tiendas eróticas han proliferado gadgets especialmente pensados para estas personas, como consoladores, anillos y guantes eléctricos. Quienes los usan a baja potencia sienten una leve picadura o calor. A medida que la aumentan, pueden llegar a sentir un dolor parecido al que se experimenta con un tatuaje.
No obstante, incluso una carga eléctrica muy débil es capaz de alterar la respiración o provocar trastornos en el ritmo cardíaco. Además, si se usan mal o fallan pueden acabar quemando la piel.
El ballbusting
El conocido como ballbusting consiste en someter los genitales a toda clase de torturas. Es una actividad traumatizante que suele emplearse en los juegos de rol del BDSM, término con el que se aglutinan prácticas eróticas como el sadismo, el masoquismo y la sumisión. La pareja experimenta satisfacción sexual asestando golpes o infligiendo dolor con las manos, los pies, juguetes sexuales, garrotes, látigos o palos.
Desde el punto de vista médico, esta práctica pone en peligro la fertilidad de ambas personas.
El trampling es una práctica sexual muy parecida al ballbusting, ya que durante ella una persona ejerce el papel dominante durante el sexo. Dependiendo del umbral de dolor de cada uno, el trampling se puede practicar de dos formas distintas.
En la primera de ellas, una de las persona camina descalza por el cuerpo de su pareja. La segunda forma de practicar el trampling solo es apto para los aficionados a las relaciones sexuales extremas, pues requiere hacer lo mismo pero con los zapatos puestos y, en algunos casos, incluso dar pequeños saltos. Si los aficionados a esta práctica no logran calcular su fuerza correctamente, a veces acaban rompiendo las costillas. Si se usa calzado, uno de los amantes también puede golpear con el tacón contra la nariz o la mejilla de su pareja.