Por Luis Rivas | Trump 2020: la impotencia demócrata

Donald Trump enfila la recta final hacia las presidenciales de noviembre reforzado tras el escaso efecto del ‘impeachment’ lanzado a la desesperada por el Partido Demócrata, que teme ya ver a su rival en la Casa Blanca hasta 2024.

por *Luis Rivas

El procedimiento de destitución votado en la Cámara de Representantes no tendrá éxito en el Senado, de mayoría republicana. Ni el más soñador de los demócratas, ni el mayor enemigo de Trump entre los analistas de la CNN puede soñar con que 20 senadores republicanos apoyen la destitución de su líder.

Entre los méritos de Donald Trump en su periodo de mandato figura el hecho de haber hecho callar a los antiguos ‘Never Trumpers’, los miembros electos de su partido que aseguraban que jamás apoyarían al actual presidente. Por supuesto, si esos enemigos internos prefieren ahora permanecer silentes es porque no se han cumplido los innumerables desastres y plagas que la presidencia trumpista iba a provocar en el país.

Donald Trump no es un ejemplo de diplomacia, ni de actitud políticamente correcta, ni de delicadeza en el trato, ni de fineza intelectual, pero ha cumplido con sus promesas sin engañar a su electorado, ha destrozado las clásicas normas de comunicación con sus ciudadanos, con sus rivales políticos y con sus homólogos extranjeros, para imponerlas como inevitables.

Y, sobre todo, no solo no ha provocado el apocalipsis económico, como auguraban eminentes nobeles de economía norteamericanos y extranjeros, sino que ha borrado de la mente y de los medios de comunicación la obsesión del desempleo que angustiaba a sus compatriotas en los últimos años de la era Obama. La bajada del paro entre los norteamericanos negros, por ejemplo, es un hecho objetivo que, por mucho que sus enemigos mediáticos intenten ocultar, tiene ya una repercusión positiva en los sondeos efectuados entre la población afroamericana.

La operación militar contra el general iraní, Qasem Soleimani, y el acuerdo comercial firmado con China son otros dos elementos que refuerzan el apoyo a Trump no solo de sus partidarios ya convencidos, sino de parte de los indecisos.

Republicanos, unidos sin disidencia

A once meses del 3 de noviembre electoral, sus rivales demócratas potenciales son todavía 14, que deberán pelearse con progresiva virulencia en una maratón de primarias y caucus desde febrero hasta la Convención Demócrata de julio. Si para entonces los demócratas se presentan sin candidato claro, el designado in extremis tendrá apenas tres meses para preparar su sprint final contra Donald Trump.

El presidente, que en 2016 empezaba literalmente de cero, cuenta además con la ventaja que los aspirantes tienen por el simple hecho de estar en el poder en el momento del voto. Pero, además, los tres años de mandato de Trump han transformado la maquinaria republicana para evitar riesgos. Así, estado por estado y localidad por localidad, los republicanos menos trumpistas o más tibios han sido purgados del aparato. Trump verá desde la Casa Blanca cómo sus rivales se destrozan entre ellos —tal y como ahora mismo hacen Bernie Sanders y Elizabeth Warren— con la tranquilidad de no necesitar ni caucus ni primarias; con el convencimiento de llegar a la Convención de su partido como una estrella sin rivales ni críticos internos; con la seguridad de que el programa de campaña de sus rivales estará más centrado en atacarle personalmente que en proponer soluciones a los problemas cotidianos de la población.

La maquinaria republicana estará bien concentrada en asegurar el voto de las pequeñas circunscripciones que deciden la victoria final. Esos lugares, alejados de las redacciones y de los campus de Nueva York, Washington D.C. y California, donde el periodismo liberal pro ‘establishment’ y la élite cultural y artística consideran que está el centro del planeta y, por lo tanto, la razón política y moral.

Ni las acusaciones de acoso sexual, ni la supuesta ‘conexión rusa, ni el ‘impeachment’ por sus demostradas maniobras para destapar los manejos de Joe Biden y su hijo en Ucrania, han servido para restar apoyo popular a Trump que, además, se ve reforzado tras el intento baldío de destitución auspiciado por sus rivales demócratas. Siempre según los sondeos de diversos institutos, muchos norteamericanos creen que el Partido Demócrata sigue sin digerir la derrota de Hillary Clinton y su único empeño en tres años ha sido intentar expulsar por cualquier medio del Despacho Oval al presidente.

La batalla interna entre izquierdistas y centristas demócratas era quizá inevitable, pero también positiva para Trump. La parte más radical ha ido moderando sus propuestas, en concreto sobre el sistema sanidad universal, al no convencer sobre la financiación de la misma. Si hay algo que Trump parece haber comprendido mejor que sus rivales es que el llamado ‘norteamericano medio’, incluidos los emigrantes de reciente generación, cree en el trabajo más que en la subvención, y toda propuesta de subida de impuestos para sufragar a determinados sectores supuestamente más necesitados choca con una cultura del esfuerzo y el sacrificio individual que lleva al orgullo de haber luchado, y triunfado a veces, sin ayudas externas.

Recetas europeas en el Midwest

Algunos candidatos demócratas (Elizabeth Warren o Bernie Sanders) y ciertos congresistas (Alexandria Ocasio-Cortez) han pretendido aplicar en su país recetas de la socialdemocracia nórdica de los años 70 o del supuesto paraíso social francés, pero ignorando al obrero del Midwest.

Además, como si todo el país fuera una extensión de la universidad donde han estudiado, han querido imponer las políticas identitarias y una guerra cultural que tendrá mucho éxito en Hollywood, pero que aleja a votantes de minorías como los latinos y los afroamericanos, que mantienen posturas consideradas conservadoras en cuestiones relacionadas con los valores morales, la familia o la religión.

Joe Biden, el candidato demócrata que representa a ese centro que sus rivales intentan desprestigiar, ha sido acusado por sus mismos compañeros y compañeras de «machista» y «racista». Curiosa apreciación aplicada al que fue número dos del primer presidente negro de Estados Unidos. Y en eso llegó Michael Bloomberg, el modelo de candidato demócrata más parecido a Trump por cuenta corriente, aunque con una experiencia política como alcalde de Nueva York. Los millones que va a gastar sin pestañear para desprestigiar a Donald Trump mediante campañas de publicidad ayudarán también a todos los demócratas.

Desbancar a Donald Trump antes de la cita con las urnas parece ya difícil. Los ‘liberales’ norteamericanos —políticos, ‘intelligentsia’ y prensa— deberán seguir buscando tramas que impliquen gravemente al presidente para evitar unas elecciones que, de momento, a menos de un año, parecen muy favorables al candidato republicano.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

*Luis Rivas: Periodista. Columnista de la Agencia de Noticias Sputnik, Excorresponsal de TVE en Moscú y Budapest. Dirigió los servicios informativos del canal de TV europeo EuroNews. Vive en Francia desde hace más de 20 años.