Por Raúl Zibechi / «Las grandes petroleras de EEUU, detrás de la lucha contra la corrupción en Brasil»

La llamada «lucha contra la corrupción» fue desde siempre una práctica normal de la competencia por nuevos recursos y mercados. En el caso de Brasil, la sombra de las grandes petroleras estadounidenses está detrás de las denuncias contra Petrobras, contra el Partido de los Trabajadores y contra el expresidente Luis Inácio Lula da Silva.

por *Raúl Zibechi
Agencia de Noticias Sputnik

Estas grandes empresas, decanas en la práctica de sobornar funcionarios y políticos en todo el mundo, «acostumbran a utilizar la sorprendente acusación de ‘corrupción’ contra todo tipo de competidores y adversarios que se interpongan en su camino», escriben los analistas geopolíticos José Luis Fiori y William Nozaki, en una pieza titulada Petróleo, guerra y corrupción: entender Curitiba.

Nozaki es profesor de sociología en Sao Paulo y director técnico del Instituto de Estudios Estratégicos del Petróleo, Gas y Biocombustibles (INEEP), creado en 2018 por la Federación de Trabajadores Petroleros, para promover la investigación académica sobre asuntos relacionados con la agenda del sector del petróleo en Brasil y el mundo.

Fiori es economista y coordinador del programa Poder global y geopolítica del capitalismo en la Universidad Federal de Río de Janeiro y también pertenece al INEEP. Publicó varios libros sobre geopolítica y es una de las voces más autorizadas sobre el tema en Brasil y en América Latina.

Curitiba es la ciudad del sur de Brasil donde residen los jueces y juzgados que promovieron la investigación conocida como Lava Jato (lavado rápido), que procesó y encarceló un centenar largo de políticos y empresarios, entre ellos al expresidente Luiz Inacio Lula da Silva.

En el trabajo mencionado comienzan a desvelar, con datos históricos y algunas proyecciones, las razones por las cuales fue posible descabalgar al Partido de los Trabajadores (PT) del gobierno, en base a acusaciones de corrupción que, más allá de algunos desvaríos, tienen visos de ser reales. Aunque realizan algunas conjeturas siempre discutibles, no caen en teorías conspirativas sino que se atienen a los hechos.

Su trabajo arranca con la formación de las Siete Hermanas, como se conoció a las grandes petroleras lideradas por Standard Oil (de John Rockefeller), que controlaban el mercado global de petróleo hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Recuerdan que el petróleo jugó un papel muy destacado en las guerras del siglo XX, lo que les permite asegurar la estrecha asociación entre la industria del petróleo y la industria de la guerra.

En efecto, el petróleo tuvo un papel decisivo en la Guerra del Pacífico desencadenada con el ataque japonés a Pearl Harbor en 1941 y en el ataque alemán a la Unión Soviética el mismo año, hasta la guerra del Golfo (1991), la guerra de Irak (2003), la invasión a Libia (2011) y la actual guerra en Siria. El petróleo puede ser considerado una commodity geopolítica.

Luego detallan quince casos en los cuales las grandes petroleras estuvieron involucradas en corrupción comprobada, ya sean empresas privadas o estatales. Citan la investigación del cientista político Paasha Mahdavi, quien constató en base a datos del Departamento de Justicia de EEUU, que un tercio de los 141 procesos de corrupción investigados entre 1977 y 2013 estaban relacionados con el sector petróleo y gas.

Luego se focalizan en Brasil. El caso del ingeniero Pedro Barusco, gerente de Servicios de Petrobras entre 1995 y 2010, es elocuente. En sus declaraciones ante la justicia, asegura que comenzó a recibir sobornos en 1997, como otros altos cargos de la petrolera, cuando gobernaba Fernando Henrique Cardoso, y estima que el PT recibió entre 150 y 200 millones de dólares entre 2003 y 2013.

Durante el Gobierno del PT, las propinas pasaron a ser pagadas por empresas «nacionales» como Odebrecht y OAS, dos de las mayores constructoras que se beneficiaron con licitaciones para obras de infraestructura. En ese período hubo un recambio de empresas nacionales por las extranjeras como abastecedoras de Petrobras, que ocupaba el segundo lugar entre sus pares del mundo.

Fiori y Nozaki establecen que «el descubrimiento de las reservas de petróleo en el presal en 2006 fue el momento decisivo en el que Brasil cambió la agenda geopolítica de los Estados Unidos». Brasil pasa a ocupar «una posición destacada en tres de las siete prioridades estratégicas de la política energética de EEUU: como fuente de experiencia para la producción de biocombustibles; como socio clave para la exploración y producción de petróleo en aguas profundas; como territorio estratégico para la exploración del Atlántico Sur».

Tres datos adicionales. El mercado del petróleo nunca se guió por la libre competencia, como aseguran los liberales, sino como «campo de guerra entre las grandes corporaciones y las grandes potencias». La llamada «corrupción» fue desde siempre una práctica normal de la competencia por nuevos recursos y mercados. Y, por último, acusan de corrupción a los «adversarios que se interponen en su camino».

Creo que el análisis de Fiori y Nozaki es interesante y probablemente ajustado a la realidad, pero adolece de un par de insuficiencias, muy similares a las que tuvieron las administraciones del PT, de la mano de Lula y Rousseff.

La primera es que nunca tuvieron en cuenta la realidad del mundo, la feroz competencia entre naciones y empresas. Lula fue elegido con el lema Lulinha paz y amor y ya siendo presidente repitió una y otra vez que «Brasil no tiene enemigos». Llevó adelante una política de buenas relaciones con el Gobierno de Obama y de cooperación con los EEUU.

Aunque su gestión avanzó en la integración regional, como la Unasur y la CELAC, que excluyen a EEUU, no fue capaz de formular una política clara hacia la potencia que sigue considerando a la región como su patio trasero.

El segundo problema es que no fue capaz de reformar el sistema político y de partidos, y se adaptó a lo que ya existía con pequeños cambios. Confió en el empresariado brasileño, que muy pronto le dio la espalda. Su proyecto político de elevar a Brasil al rango de potencia global, estaba asentado en los pilares de las empresas semi-estatales (como Petrobras) y en las grandes empresas de origen brasileño pero con intereses globales.

El tiempo demostró que ambos errores tuvieron consecuencias desastrosas y se convirtieron en fuerzas depredadoras que terminaron por desbaratar la gestión de gobierno. Empresas y empresarios nunca tuvieron intención de dejar la corrupción estructural de lado, porque sólo pensaban en sus pequeños intereses.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK Y LA RAZÓN

*Raúl Zibechi, periodista e investigador uruguayo, especialista en movimientos sociales, escribe para Brecha de Uruguay, Gara del País Vasco y La Jornada de México, autor de los libros ‘Descolonizar el pensamiento crítico’, ‘Preservar y compartir. Bienes comunes y movimientos sociales’ (con Michael Hardt), ‘Brasil Potencia. Entre la integración regional y un nuevo imperialismo’, entre otros.