Cien años del Tratado de Versalles: ¿qué países latinoamericanos pusieron su firma?

Diez países latinoamericanos estuvieron entre los fundadores de la Sociedad de Naciones, el organismo internacional creado en el tratado firmado en 1919 para poner fin a la Primera Guerra Mundial. Además de asegurar el desarme de Alemania, el acuerdo sentó las bases para la resolución internacional de los conflictos.

por Socio Informativo
Agencia de Noticias Sputnik

La Primera Guerra Mundial culminó el 11 de noviembre de 1918 con la firma del ‘Armisticio de Compiègne’ entre el imperio alemán y los Aliados. El acuerdo, que comenzó a regir a las 11 de la mañana de ese día, aseguraba el fin de las hostilidades en el frente occidental del territorio alemán.

El final de la guerra dio paso a una serie de negociaciones internacionales con el objetivo de limitar el poder del Imperio Alemán y evitar así un resurgimiento del conflicto. Los Gobiernos de EEUU, Francia, Reino Unido e Italia decidieron comenzar a reunirse en enero de 1919 para definir las medidas que asegurarían el desarme de Alemania, el Imperio Austro-Húngaro y el Imperio Otomano, las potencias vencidas.

La Conferencia de Paz de París marcó el inicio del diálogo entre el presidente de EEUU Woodrow Wilson, el primer ministro francés Georges Benjamin Clemenceau, el primer ministro británico David Lloyd George y el primer ministro italiano Vittorio Emanuele Orlando.

Las conversaciones, en las que EEUU, Francia y Reino Unido tuvieron mayor poder de decisión que Italia, culminaron con la presentación en junio de ese año de cuatro tratados: el de Versalles sobre Alemania; el de Saint-Germain-en-Laye sobre Austria; Neuilly-sur-Seine sobre Bulgaria y el de Trianon con Hungría.

Cada uno de los tratados establecía condiciones territoriales y políticas para los países derrotados en la guerra y sus términos fueron íntegramente acordados entre los vencedores. Los países derrotados, en efecto, sólo podían aceptar los acuerdos, a riesgo de volver a entrar en guerra si no lo hacían.

De los cuatro, el Tratado de Versalles es el que tendría mayor trascendencia a nivel mundial, especialmente por asegurar el desarme de Alemania, principal beligerante en el conflicto que acababa de terminar.

El tratado, cuyo nombre proviene de haber sido firmado el 28 de junio de 1919 en la Sala de los Espejos del Palacio de Versalles, estableció los nuevos límites del territorio alemán, fijando las fronteras con Bélgica, Luxemburgo, Francia, Suiza, Austria, Checoslovaquia, Polonia y Dinamarca.

En el capítulo denominado ‘Sanciones’, el tratado comprometía al Gobierno alemán a «aceptar la responsabilidad de Alemania y sus aliados por haber causado todos los daños y perjuicios a la que los aliados y los gobiernos asociados y sus ciudadanos han sido sometidos como consecuencia de la guerra impuesto sobre ellos por la agresión de Alemania y sus aliados».

Si bien las potencias aliadas reconocían que los recursos con los que contaba Alemania después de la guerra no eran suficientes, exigían a ese país «hacer una compensación por todos los daños causados a la población civil de las potencias aliadas y asociadas y de sus bienes durante el período de la beligerancia».

Varias de estas reparaciones recaían sobre Bélgica, el primer país invadido por las tropas alemanas. Alemania debía reembolsar los fondos que los aliados habían aportado para asistir a Bélgica, más un 5% de interés.

Uno de los puntos clave del tratado estaba en el capítulo sobre las ‘garantías’ de su cumplimiento. Los aliados decidieron que, como forma de asegurar el cumplimiento de lo acordado, «el territorio alemán situado al oeste del Rin, junto con las cabezas de puente, será ocupado por tropas aliadas y asociadas por un período de quince años desde la entrada en vigor del presente tratado».

Además del desarme alemán, el Tratado de Versalles fue clave por la creación de un nuevo organismo internacional: la Sociedad de Naciones o Liga de Naciones.

La creación de la Sociedad de Naciones tenía como objetivo «promover la cooperación internacional y lograr la paz y la seguridad mediante la aceptación de las obligaciones de no recurrir a la guerra abierta».

El tratado estableció que el nuevo organismo tendría sede en Ginebra, Suiza, y que su funcionamiento se instrumentaría a través de una secretaría general permanente, un consejo y una asamblea general, con reuniones periódicas.

A pesar de no haber participado activamente de la guerra, la nueva Sociedad de Naciones tuvo una amplia participación de países latinoamericanos. En efecto, entre los fundadores del bloque estuvieron Bolivia, Brasil, Cuba, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay.

No fueron fundadores pero se sumaron al pacto desde su inicio Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Paraguay y Venezuela.

Más tarde se sumarían República Dominicana y Ecuador, ya en la etapa final del organismo y antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial.

La Sociedad de Naciones intercedió para la resolución de algunos conflictos importantes en América Latina como la Guerra del Chaco, que enfrentó a Paraguay y Bolivia entre 1932 y 1935 y en la guerra colombo-peruana entre 1932 y 1933. Su participación tuvo más éxito en el segundo conflicto que en el primero.